La Victoria vuelve a Málaga

15 Sep

Málaga tiene una fecha exacta para el fin del verano, el 8 de septiembre, día de la Victoria. Si ese día por fortuna cae en viernes como este año, los malagueños echan el resto de sus ganas de disfrutar en este puente, viviendo cada día como si fuese el último. Porque, efectivamente, estos sí son los últimos días del verano.

La noche de la Procesión de la Victoria es el contrapunto a la noche de San Juan; aquello era la inauguración de la estación y esto la clausura. Fin. Se acaba el verano, que no el calor, porque éste puede continuar si le da por ahí hasta finales de octubre y hasta redoblar los grados de agosto en algunos días caprichosos.

Más allá del fresquito, posible o no, lo que septiembre significa es la vuelta a la rutina.

El trabajador regresa a la rutina del trabajo y el parado a la suya entre el abatimiento y la inquietud, después de una tregua de ocupación ocasional en la hostelería durante la temporada alta.

Ahora sí se puede hablar propiamente de «Vuelta al cole»; antes creo yo que no, pues, por ganas que tengan de vender los comerciantes, ponerse a pregonar el regreso al cole en pleno agosto cuando la mayoría puede tomarse las vacaciones, es un modo de disparar la angustia anticipatoria a nivel colectivo. O sea, dicho claro y pronto, que eso está muy feo y no se hace.

Vuelve la Victoria a Málaga, pero no se queda en La Rosaleda. En la inauguración de la Liga, la U.D. Las Palmas nos meten tres goles. Es un desastroso modo de comenzar la temporada, aunque nos suena de otros años. Ha habido temporadas triunfales para el Málaga como la de Pellegrini, pero abundan más aquellas en las que se sufre hasta el último momento bajo la amenaza de bajar a Segunda División como una espada de Damocles siempre suspendida sobre la cabeza. La afición hace lo que puede, pero qué se puede hacer si cada vez que sale un buen jugador de la cantera, que es lo que salva al equipo, va y se lo lleva otro club más solvente.

La Victoria ha vuelto a Málaga. No se ha quedado en La Rosaleda, pero sí en la Avenida de Velázquez, donde ha abierto sus nuevas instalaciones. La cerveza Victoria que abrió su primera fábrica en el barrio de El Perchel en 1928 y se convirtió en un icono de la ciudad «malagueña y exquisita» con la imagen de ese turista alemán que se seca la coronilla con el pañuelo, tuvo que cerrar en 1996 y trasladarse a Murcia, donde se produjo hasta ahora mismo, que regresa para crear muchos puestos de trabajo y 1´2 millones de litros al año. Con panorama tan refrescante a la vista, no hay quien tema ya a los calores del veranillo de San Miguel o del membrillo.

El maestro cervecero de la casa, Eduardo Sall, describe la bebida con ese tono sensual, rayano en lo erótico, tan propio de las etiquetas de vinos y licores:

Victoria es una cerveza dorada y brillante, con burbujas finas y abundantes. En nariz presenta un toque de fruta madura y mucho olor a levaduras que le dan carácter. En boca su perfecto equilibrio dulzor-amargor, le otorga un sabor exquisito con un final torrefacto que invita a volver a degustarla.

Entre tantas malas noticias, el regreso de la cerveza Victoria me ha alegrado la semana, aunque he de reconocer que me piqué un poquito cuando supe que con motivo de la inauguración, habían celebrado una fiesta multitudinaria con ágape y conciertos y no me habían invitado, siendo yo tan buena publicista y cliente y estando avalada por uno de los premios al que le tengo mayor estima, el de «la compra de cien euros», que me tocó en el supermercado el pasado año al comprar un pack de la bebida, como fue debidamente documentado en Facebook.

Además de este obsequio, he recibido de Victoria, muchísimos otros regalos que constituyen el pack de mis complementos de verano: el abanico, la bolsa de playa, el cesto de la compra y el bol para servir la porra antequerana. No obstante, aunque lógicamente agradecida por tanta generosidad, sigo considerando que debían haberme invitado a la fiesta de inauguración, siendo que en el cuento «NadaDora y Boquerón» he puesto a la cerveza Victoria al mismo nivel que otros iconos idiosincrásicos de la ciudad: La Manquita, el Cenachero, el Málaga C.F, etc… y no en la pretensión de adular, sino con plena convicción, pues creo yo que, más allá de una marca, la cerveza Victoria es un verdadero símbolo de referencia para la ciudad y, sea como fuere, seguiré dando constancia. Ahora bien, espero que, cuando hagan la próxima fiesta, me avisen.

3 respuestas a «La Victoria vuelve a Málaga»

  1. Que volviera ya era hora
    por ausente, la cerveza
    como vuelve la patrona
    estando siempre presente.
    De antiguo me acostumbré
    -en ausencia de Victoria-
    a pedir la San Migüel
    con ese acento francés
    que conserva la memoria
    pero se volvió a perder
    -la cerveza, hija pródiga-
    para regresar después
    remozando viejas galas
    sobre mesas con mantel
    o en rebalajes de playa.
    Hasta aquí todo va bien
    salvo el equipo de fútbol
    que anda metiendo el turbo
    de ordinario, al revés
    pues lo suyo es ir p’alante
    como fases de la luna
    poco a poco, una a una…

    ¡Y estamos en cuarto menguante!

    • Cuarto menguante
      hasta el martes,
      que la luna se apagó
      vaya desastre
      y nos vino el palizón
      del Valencia.
      Hay que tragarse
      el marrón,
      santa paciencia
      y consolar la afición
      con algunas cañas de cerveza,
      mejor si son de Victoria,
      exquisita y malagueña…

      • Sí, porque observando Triana
        orillas del Guadalquivir
        no les da abasto un barril
        de Cruzcampo, verbigracia
        festejando la machada
        del “musho Beti” en Madrid.
        Mas no hay que ponerse tristes
        que peores se pasaron
        y al equipo animaron
        empuñando caña en ristre.
        Y volverá la Victoria
        (digo bien ha vuelto ya)
        de aquellos días de gloria.
        ¡Ya solo falta ganar…!

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