Comoquiera que apretaba la solana del furioso mediodía, me fui a refugiar en un local emblemático del centro; un oasis de techos altos donde enjugar los sudores con nuevos hallazgos como el vermú de la Axarquía que, a la vez, permite por su solera, resistente al paso de los años, recrear una atmósfera intemporal, cual burbuja vintage que se ha rebelado a franquear aún el nuevo milenio.
Las paredes, tomadas de arriba a abajo con portadas de discos de vinilo, reivindican en todo su esplendor los éxitos de Marisol, Raphael, Julio Iglesias y Camilo Sesto, alternando con el poderío de las efigies de las reinas de la copla. Nada de estridencias globalizadoras; ni rap ni reggaeaton ni ritmos latinos machacones ni cosas de esas; el pop español, tal como era, también en la banda sonora del equipo, y todo el pasado por delante. Un pasado que suena modernísimo, porque allí nunca ha dejado de sonar; que se diría que hasta los clientes treintañeros que ahora tararean las canciones son los mismos que venían aquí hace treinta años si no fuese porque la cronología y sus efectos nos impiden concebir tales ensoñaciones.
Por puñetera lógica, estos jóvenes parroquianos pueden ser hijos o incluso nietos de los que pululaban por este antro en los 70 y los 80, a no ser que el fenómeno Dorian Gray se multiplique en ciertos casos.
El caso es que en este templo los altares se consagran a santidades como Paloma San Basilio; una transgresora que tal vez no hubiese sido posible en esta segunda década del siglo XXI.
Escucho su tema “Juntos” , editado en 1981 y me pregunto si ahora podría haber resistido al imperativo de la actual moral, tan censora y puritana. Digamos que se trata de una exaltación de la vida en pareja, donde los elementos básicos de la felicidad se fraguan en prácticas del todo ilegales, empezando porque el estribillo es “viviendo juntos”, dando que pensar que en la coyunda no hay papeles de por medio y tampoco proyecto de descendencia. De hijos no dice ni pío ni de buscar curro, ya que “hacen del lunes otro sábado”, “toman bocadillos a media tarde” y, para colmo de desfachateces, “fuman cigarrillos a medias” (perjudicando la salud de todos los seres humanos a su alrededor, provocándose la infertilidad e incluso la muerte del posible feto y aumentando futuros gastos a la seguridad social.)
Todo eso, porque como reza (es un decir) la canción, tal pareja “son dos locos sueltos en plena calle”, lo cual les permite perpetrar toda clase de tropelías como “andar a saltos entre el tráfico”, “cruzar en rojo los semáforos” , “colarse juntos en el autobús” y “cantar hasta quedar afónicos”. Menuda cosa. Si esta gente vive en Alemania en tales condiciones, llega un secuaz de la Merkel y los mete en el trullo sin contemplaciones.
Con cierta estupefacción leo que esta canción, “Juntos” de Paloma San Basilio está considerada una canción icónica del colectivo LGTB (Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales).
Eso, claro, debió ser cuando la diversidad sexual, no contemplada por las leyes, podía apelar a la transgresión. No ahora que, por lo menos, en este país está normalizada. Quien se quiere casar, se casa y encuentra los medios para tener hijos y llevar esa clase de vida moral y aburridísima que llevamos el resto de los mortales. Es más, reivindicar la causa homosexual, ya ganada por estos terruños, es de buen tono, igual que lo fue luchar contra Franco, cuando ya estaba muerto o denostar la violencia de género, una vez que fue delito oficial.
Adherirse a las causas cuando ya no entrañan peligro, es una estrategia muy chuli para crecer en buen nombre a falta de talento. Hubo artistas muy homosexuales que se hicieron de una fama trabajada, dada la magnitud de su obra, silenciando su condición, dada la que se le podía venir encima, si eso. Ya no. Claro que no.
Los franceses que son unos adelantados, se diga lo que se diga, concibieron una comedia genial “Salir del armario”. El protagonista de esta película iba a ser despedido de su empresa por un simple recorte de plantilla y consiguió quedarse en la plantilla, alegando discriminación por ser homosexual, cuando no lo era.
Lo que pita es lo que pita, hay quien nunca se hubiera sumado al grupo arco-iris, si, en vez de un galardón, recibe una paliza, pero hacerse el valiente ya que no hay nada que temer, es un chollo oportunista muy tentador. “Soy gay” o “me adhiero a la causa gay”. Hermoso gesto, ¿pero hubiesen tenido ese mismo gesto cuando en este país iban los homosexuales a la cárcel?
Respeto profundamente y admiro a quienes luchan por una causa complicada cuando lo tienen todo en contra, los verdaderos valientes, pero no a quienes se suman con el camino allanado por otros que ya se dejaron la piel en ello. Esos cobardes que se acoplan sólo si los vientos vienen favorables y en los chungos esconden la cabeza como el avestruz.
A buenas horas, sacar pecho, venga ya.
Ya podía cantarla de continuo Paloma San Basilio, que nadie se iba a espantar por ello, ¿qué importancia, pasar en rojo los semáforos en el 81, si justo veníamos de pasar el 23-F? Lo demás, fumar a medias, leer a medias, incluso beber a medias en el mismo vaso, no rompía ningún molde. Cepillarse con el mismo cepillo tampoco, salvo ciertos escrúpulos en los más aprensivos…Juntos, más bien en cuadrilla, se desayunaba; por la tarde, juntos, una vez leída la prensa, comido y sesteado juntos, atravesar el centro, sin atender mucho las normas de circulación entre el caos circulatorio, divina mezcolanza de veteranos motocarros, seiscientos, simcas, con los noveles Talbot o R-18, llegar a La Merced y entrar en la disco de moda, Shangri – la, de calle Granada…Alguna parte de la trama de “La confesión nefanda…” me trae a la memoria esta disco. Curioso…
De toda la vida, yo he sido tal de toda la vida, ladina tradición. Ese tal, que tanto se engalanaba o se ponía tal moño en tiempos de la Transición, abundaba; podía provenir de la prensa, del Sindicato Vertical, la enseñanza, el clero, el campo…Muchos de estos tales, reconvertidos cual astillero, cuando les daba la picá, cada vez más a menudo y por tanto más duradera, tal que la pila Duracell, te contaban cada historia…No es que fuesen “cebolletas” al uso, ni su edad se lo permitía, pero llegaban a explicarte (por haber estado allí) de forma detallada, la detención de algún heroico maquis, aun si ellos habían nacido un lustro después de tal acontecimiento. Y es que lo que diga un tal siempre va a misa, que en el fondo le gusta esta metáfora, sea porque su nacimiento como tal coincida, talmente, con el del talibán afgano, allá por finales de los setenta, sea por insolidaridad con el incipiente sindicato cristiano en Polonia, de la misma época…
En su talidad de talibán, se autoproclaman demócratas de toda la vida. Es por eso que uno mismo llegó a sentir un cierto apego hacia esos tales.
De mis últimos talibanes favoritos, grandes todos a la hora de batirse el cobre por la gloriosa causa europea, podría destacar a un tal Iván Campo, un tal Iván Helguera… y por supuesto, el tal Iván González, de Torremolinos…
Se me figura que aquella libertad de los 80 fue una libertad bajo fianza. Un paréntesis en tanto se cierra el círculo. Y ahora se paga, se cierra el círculo y qué ¿Ahora qué?
Es que no se enteraban aquellos revoltosos que acudían con ganas y dando gritos a los mítines. Si hasta el mismo orador, pongamos al ex ministro Morán, del primer gobierno socialista, en cierta ocasión, ante tanto insulto y epíteto soez, se levantó con decisión, al tiempo que les gritaba: “¡podéis vociferar e insultar cuanto os plazca! ¡porque sois libres!” Y casi se hizo el silencio, mezcla de estupor, satisfacción… La libertad, metida con calzador o así.
Bueno, pues ahora que se cierra el círculo, nos puede ocurrir como a ese fumador que intenta dejar el tabaco:
-¡Hombre Pepe, qué alegría verte por aquí! ¿Cómo llevas el tratamiento contra el tabaco?
-Es maravilloso. Se me han quitado las ganas de fumar…
-¡Pero si estás fumando!
-Ya, pero sin ganas…
Era bonito mientras pasaba, pero ahora ¿de verdad hay libertad de expresión? ¿Por qué les importa tanto a las redes “redes” saber lo que, a cada momento, estás pensando? Y tantos que pican…
En tanto estemos ocupados “pensando” y exponiéndolo en la red, tanto más estaremos controlados, nosotros y el paro. Es una nueva forma de vivir, picando de tanto en tanto en el anzuelo de la red; similar a la metáfora del ¡pitas, pitas…!, usada por Esperanza Aguirre para referirse al voto cautivo andaluz en tiempo de elecciones…