El verano en Croacia

16 Sep

Desde la capital croata a Zadar si no alquilas un coche, tienes que ir en bus. No hay trenes que vayan hasta allí. En Croacia las líneas de tren son escasas.

El viaje a Zadar es largo y algo tortuoso por el caracoleo propio de la carretera costera, pero compensa con las panorámicas de esas bellas calas, que salpican, cada vez más, el trayecto. Continuamente, te vas asomando a abismos a los que crees precipitarte por ciertas curvas, pero tranquilos, los conductores croatas, sin ser del todo ortodoxos, hacen su trabajo con pericia y seguridad.

Al llegar a Zadar, tal vez sientas cierta decepción. Su casco histórico, que podrás visitar en una hora, es muy pequeñito y está atiborrado de turistas. Merecerá la pena, sin embargo, subir a la elevadísima torre de la catedral de Santa Anastasia para contemplar el atardecer que, según Hitchcock, era el más bello del mundo. Tengo para mí también que el cineasta se inspiró en esta torre para rodar “Vértigo”. A los asustadizos se nos pone el corazón en un brinco al llegar al último tramo de escaleras.

Otros encantos de la ciudad son los jardines románticos que preceden a la puerta de piedra, donde luce el león de San Marcos, que delata la presencia veneciana ,y el paseo marítimo con un encanto decadente que recuerda a otros similares en Lago di Como.

En este paseo, son principales atractivos los ingenios del arquitecto Nikola Basic. “El órgano marino” que consiste en unos escalones trabajados con tubos y cavidades que al contacto de las olas producen una música tan prodigiosa que atrae hasta a las ballenas y “El saludo al sol”, una superficie circular que cubierta por paneles solares, convierte los rayos absorbidos durante el día, en mágicos efectos lumínicos de noche.

Zadar ha sido elegida mejor destino vacacional 2016, creo que también por ser un excelente punto de partida. Desde su puerto, se pueden tomar ferrys a islas maravillosas como las Kornati, la de Murter, Pasman o la cercana Ugljan, donde la localidad de Preko combina la arquitectura veneciana con las aguas cristalinas y turquesas, irresistibles para el baño. Sin dificultad se puede llegar a nado al islote donde se ubica el convento franciscano. O incluso a pie, andando sobre las rocas sumergidas. Aquí lanzo una advertencia. Para nadar en la costa croata, sin que se te dañen los pies por el roce de las rocas y los guijarros, es necesario comprar unas zapatillas acuáticas. Se cierran herméticamente con velcro y llevan suela de goma antideslizante, pero son tan ligeras que parecerán parte de tu cuerpo.

Si tu interés se decanta por el baño y la aventura, otra cosa que puedes hacer en Zadar es alquilar un barco y navegar por tu cuenta a lo largo de la costa croata o incluir en el alquiler al propio capitán. Los que han probado esta experiencia, suelen repetirla.

Dejamos la navegación para una segunda ocasión y tomamos un bus hacia Trogir, que fue declarada en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su centro histórico de corte medieval te hará pensar que te encuentras en uno de esos pueblecitos de la Italia central o del norte. Sin embargo, sus noches bulliciosas a la altura de agosto son demasiado ruidosas para dormir. La recomendación es que reserves alojamiento en el pueblo de Rozac. Desde el centro de Trogir a Rozac salen ferrys hasta las 00.30.

Visitar Rozac es como hacer un viaje al pasado. Recuerda a nuestros pueblos de la Costa del Sol en los sesenta. Encontramos allí un camping con muy buenas instalaciones; cabañas espaciosas cerca del mar y un merendero donde un hippie viajado y simpático interpreta a petición temas de Eagles y Supertramp. Pero ya hemos reservado un apartamento en la cima de una colina.

Desde la terraza, vienen los ecos de la verbena del pueblo. Están en fiestas.

Han terminado los fuegos artificiales y los últimos taxis acuáticos regresan desde el centro de Trogir. La noche se hace grata para dormir. Refresca.

Por la mañana, los tempraneros se dan su primer baño. Calma chicha en las aguas transparentes.

Dan ganas de quedarse un rato más, pero hay que tomar el catamarán a Trogir y, desde allí, otro hacia Split, si no queremos perder el ritmo de la ruta.

La travesía de Trogir a Split es una delicia. Tarda menos de una hora y, antes de que te des cuenta, has llegado al puerto. Ya, a primera vista, la ciudad impresiona y comprendes por qué es la segunda localidad en importancia de Croacia. Y, en monumentalidad, para mí, la primera. Un destino digno para que un emperador como Diocleciano quisiera pasar allí los últimos años de su vida. Desde el paseo marítimo se abre una puerta a los sótanos del palacio de Diocleciano, donde hay un museo arqueológico y numerosos puestos en los que comprar maravillosos corales y turquesas. Es el paso previo a ascender las escaleras para contemplar con irreprimible asombro una de las construcciones más bellas que dio la arquitectura en todos sus siglos.

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