El coaching

17 Jun

Que los seres humanos somos animales insaciables de cariño, ya es una certeza que han sabido explotar los yanquis con fines, por supuesto, económicos. La publicidad, ciencia en la que son auténticos maestros, es una estrategia destinada a ganarse a los consumidores desde el plano emocional y afectivo, que es el más indefenso de nuestros flancos, como bien saben esos gabinetes de sociólogos y psicólogos, que hay en la plantilla de cada una de sus empresas.
La cuestión, según estos gabinetes hechiceros, con sus campañas, no es vender solamente un producto útil con argumentos racionales, eso está tirado, sino vender uno, tal vez, perfectamente inútil y hacérnoslo del todo imprescindible hasta convencernos de que su posesión nos dará la felicidad. Como la felicidad no tiene precio, la gracia es que sea carísimo. No compramos un objeto sino una utopía. El montaje fotográfico de una isla desierta, cuyas aguas turquesas y cristalinas, lamen con calma chicha las blancas arenas, que ha diseñado un sugestivo programa informático. El mismo que crea ojos seductores de colores imposibles, cuerpos perfectos sin adiposidades que malogren sus curvas ni porosidades que ofendan la lustrosidad homogénea y broncínea de sus pieles.
El consumidor no compra una crema, sino la eterna juventud, no compra un reloj sino a la chica de sus sueños. Tampoco un paquete de cereales ni un zumo de paquete sino la armonía familiar de un desayuno sin gritos ni discusiones sobre las miserias cotidianas.
Las familias de los anuncios tienen cocinas amplias con vistas al jardín, papás y mamás muy guapos que se adoran, chiquillos adorables que no dan ni un disgusto. Un ambiente idílico donde nunca se habla del paro, del pago de la hipoteca, ni de ese boletín de notas que llega de nuevo, cargado de suspensos. ¿Quién no quiere participar de esas escenas? ¿Quién no termina encandilado con las adulaciones que los publicistas nos tributan?
Para ti, que eres tan exclusivo, para ti, que eres tan especial, para ti, que eres, en fin, la pera limonera. El piropo, el halago ¿quién no pierde la cabeza por ellos?
¿Qué es esa compulsión de hacerse selfies y colgarlos en las redes, sino una imperiosa necesidad de que a uno lo llamen guapo? Estamos sedientos de ser felicitados; por la cara, porque fuimos aquí y allí, o, simplemente, porque nos quedamos en casa e hicimos una paella. La falta de autoestima es un campo abonado para que los especuladores se forren y la manipulación campe por sus fueros.
En estas, llega el coaching, cómo no de EEUU, y empieza a arrasar. Se trata de que un líder, el director de la empresa, estimula a sus trabajadores, piropeándolos y festejando sus actuaciones. La cosa funciona, pues ya no se trabaja por dinero, sino por amor que es una razón mucho más poderosa. Y, entre todos los empleados, se crea un clima de felicitación continua. No sólo de lunes a viernes, sino incluso de lunes a domingo, pues el intercambio de felicitaciones crea tal adición que dejan de lado la vida privada. Así la empresa se convierte en una secta donde los iniciados viven por y sólo la felicitación.
Un método barato para el líder que ve, como por la vía afectiva, cada uno de sus trabajadores trabaja por cuatro y multiplica rendimientos sin pagar horas extra.
Una estrategia que, sin embargo, da que pensar. Si un trabajador trabaja por cuatro ¿no le está privando del trabajo a otros tres que están en paro? Y, en tanto, que se parte los cuernos por acumular vanaglorias y beneplácitos ¿no estará descuidando a su familia?
El trabajo es un apartado más en la vida del ser humano, digamos saludable. Y pongamos que en este apartado se puede ser muy eficiente, sin por supuesto perder la olla. Cuando las empresas empiezan a parecerse una secta, rayan en la peligrosidad. Aún no se sabe de ninguna secta que no haya acabado con el delirio colectivo de sus integrantes.
Pero no hay estrategia publicitaria que no haga normal, lo delirante. Pienso, por ejemplo, en “Cincuentas sombras de Grey”, que decían que era una novela erótica para las amas de casa.
Bonita cosa. Si antes a Gerardo le ponían las copas de pegón, Mari llamaba a la policía, pero ahora con Grey en alza, le grita, ay Gerard, Gerard, pégame, qué experiencia esta tan sexy.
Me dirán antigua, pero a mí el coaching me parece otra manera de ver lo blanco negro. Una explotación que basa sus maniobras en atacar al indefenso lado afectivo que tenemos los humanos.
Para mí lo humano, son ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho durmiendo. Lo demás me suena a reforma laboral camuflada y esclavitud, disfrazada de modernidad. A golpe bajo.

4 respuestas a «El coaching»

  1. La verdad es que cada vez queda menos tiempo para salir corriendo…Y en todo caso, ¿hacia dónde? Se difumina, ya definitivamente, el viejo mito libertario, donde lo aleatorio todavía estaba al alcance del hombre. Podías salir a cazar por la mañana, trabajar algo durante el día, por la tarde apacentar el ganado, luego pescar…Un poco de aquí y de allá, sin necesidad de ser exclusivamente pescador o granjero. Pues nada, todo eso y más era catalogado como esclavitud por el pensamiento occidental – capitalista. De hecho, es cosa que, hoy como ayer, solamente pueden disfrutar los elegidos del sistema. El resto, a soñar, que es más barato; aunque para eso está el personaje del tema de hoy, “the coaching” en sus diferentes disciplinas, para sacarnos tamañas majaderías de la cabeza; qué es eso de soñar, pudiendo estar haciendo algo de provecho; por ejemplo, llevando a los niños temprano a pasear, el domingo por la mañana, al solecito, por los jardines de tu empresa, situados a más de cien metros del hogar-guardería, y así que cambien un poco de aires, sin tener necesariamente que salir del perímetro; a saber lo que habrá allá fuera…

    A uno, cuya antigüedad podría remontarse muy bien hasta los tiempos del “mester clerecía”, la función que desempeña el “coaching” en la empresa se le representa como la de ese buen marido, antes novio, de toda la vida, respecto del matrimonio. Para conseguir resultados satisfactorios, más que fiel, trabajador o buen padre, nada como ser “detalloso”. Podrá ser un pinta de muchos quilates, mas todo se le perdona, la prole contenta y también la parienta. Y lo saben. ¡Pero es el detalle..!

    Muy actual y preciso el artículo, Lola.

  2. Ay Lola, cuán acertadas palabras.

    Trabajo para una empresa «de internet», con aire y pinta de «puntocom del momento», con espacios abiertos, y «buenrollismo» por doquier. Y detrás de cada una de nuestras paredes se esconden tus palabras, doy fe de ello, y cada día con más mala cara.

    Gracias por comprendernos, y darle forma a nuestros pensamientos 😉

  3. Queridos amigos. Estoy gratamente sorprendida por vuestras felicitaciones. Creía que se iba a liar, porque las sectas llevan mal las críticas al fundamentarse en un principio sagrado y, por tanto, incuestionable.
    Como os leo, tampoco sois fundamentalistas y eso me congratula, pues me estaba viendo venir que el futuro laboral pintaba un horizonte de esclavos sonrientes al servicio de un gurú manipulador, que explota al personal a base de chantajes emocionales.
    De modo que el saber que haya aún seres pensantes e insobornables a nivel racional, me hace este mundo mucho más acogedor y esperanzado.
    Gracias miles!!!

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