Desde su propia invención, el teléfono ha tenido vocación de espía. Claro que en tiempos más remotos, dicho espía era más identificable.
En los pueblos, por ejemplo, solía haber una operadora muy cotilla que escuchaba las conversaciones ajenas con delectación para luego poner el chisme al cabo de la calle.
Conscientes de este tóxico tercer oído, había chicas que interrumpían las confidencias al novio en el punto más álgido para interpelar a la intrusa:
-Y tú, deja ya de escuchar, hija puta.
A lo que la interpelada ofendida contestaba:
-Oye niña, que esas cosas no se dicen.
Con lo cual la intrusión implícita, se hacía totalmente explícita.
Si bien hoy día, para gran alivio de la gente, ese personaje ha pasado ya a la historia y la telefonía parece más impersonal, no guarda secretos de confesión como el sacerdote ni atiende a principios del juramento hipocrático. El aparato, chivato por naturaleza, guarda con alta infidelidad toda palabra dicha o escrita para luego soltarla en el momento más inoportuno y no distingue de clases ni rangos en su correveidile.
Podríamos decir que es un cotilla muy democrático, cuando vemos cómo se las gasta con los poderosos, habida cuenta de que tanto conversaciones telefónicas como whatsapp forman parte de causas judiciales o materia de debate público desde los gruesos titulares de algunos periódicos impresos y digitales. O sea que para guardar la imagen, hay que medir las palabras o reservarlas para los espacios abiertos a la intemperie. Debemos recobrar la costumbre mediterránea del almuerzo con charla al aire libre y dejar que las palabras se las lleve el viento. La tecnología es más traidora que los asesinos de Viriato.
No es que las tontadas que digamos nos vayan a meter entre rejas como a los corruptos imprudentes y lenguaraces, pero tampoco es cuestión de darle tres cuartos al pregonero.
Hay que guardar el misterio y no darle tantas pistas, por ejemplo, al Google, que finalmente, a través de nuestras búsquedas, nos conoce mejor que si nos hubiese parido. Y así luego, como por arte de magia, nos llegan al correo propuestas más tentadoras que las que hizo el diablo a San Antonio.
Como yo suelo buscar ofertas de vuelos, me llegan a la bandeja unos paquetes vacacionales prodigiosos con imágenes de islas paradisíacas, donde las aguas turquesas y los cocoteros, acompañados de interrogantes muy sugerentes, “María Dolores ¿te vas a perder esta oportunidad?” o bien con un imperativo afectuoso “María Dolores, ya es hora de mimarse un poco”. Al pronto, una se emociona con tanto afecto electrónico, pero, pasado el primer arrebato emotivo, le da por pensar que el cariño del emisor es interesado, ya que por “María Dolores” sólo me conocen las tarjetas de crédito.
En cualquier caso, aunque el ojo de Google parezca como el divino, omnisciente, ubicuo e infalible, tiene también sus percepciones erróneas, debido a prejuicios obsoletos que no parecen nada dignos de su modernidad. Prueba de ello es que si en lugar de vuelos, busco contenidos de fútbol, me asaltan fotos de chicas solteras en mi ciudad, todas deseosas de recibir mi llamada de teléfono.
Sin embargo, a un amigo mío lo que le surgía cada dos por tres en la pantalla eran dietas milagrosas para perder peso, secretos de maquillaje de las famosas, lo más en la moda femenina de temporada y el método para hacerse mascarillas faciales a base de pepino y aceite de jojoba.
Dándole vueltas al asunto, mi amigo concluyó:
-Creo que, en el espacio virtual, me están tomando por una chica.
Y pensando ambos en cuál sería el motivo de dicha percepción, caímos en la cuenta, de que P. buscaba a menudo páginas Web con recetas de cocina, lo cual al ente electrónico le hizo pensar que era, sin duda, una mujer.
Se ve que los ingenios internáuticos, anclados en roles sexistas, requieren de una actualización, pues desconocen esa realidad social, por la que cada vez hay más hombres que se encargan de las tareas del hogar, además de entender por el ama de casa; una mujer obsesionada por los secretos de belleza.
Pero, en cierto modo, aunque anticuado, consuela saber que el Google no es tan perspicaz y también se equivoca como los humanos. Si es el ojo del Gran Hermano, tendrá que ir a revisarse las dioptrías.
ALMA CURIOSA
Quién es capaz de mirar sin dejar nada de lado,
qué dios hace mirador sus ojos atribulados.
Por qué nosotros los hombres miramos disimulando,
queriendo ver sin ser visto, lo mismo que carteristas.
Atender a lo que importa no incluye prurito en ingles.
Ni deponer actitud es rendirse al color rosa. Picojosa
la curiosidad humana que vive de los demás.
San Juan de la Cruz, Fray Luis y Teresa, por poner
unos ejemplos, poco interés demostraron en los juegos
que, de ajenos, siempre viran a la nada. El placer
no es digno de merecer al curioso trascendente,
de repente, éste, le quita al amor el sexo, y al manjar,
el paladar, que no hay mayor abstinencia
que dejarle a dios la ciencia y para usted de contar.
Saludos victorianos.
Buenos días, Angel Cristino y María Dolores (por riguroso orden alfabético).
Saluda Reilly
a Cristino
que no es pristino
pues en mensaje enigmático
habla de un hecho dramático
cuyo mensaje no atino
a comprender,
si no nos vemos ¿por qué?
será que con los pseudónimos
nos ponemos tan anónimos
que es difícil averiguar
quién será cada cual,
el otro yo o su primo…
Sólo sé que no sé nada
de Ignatius y Victoriano
Si son modernos de raftas
o pijos de Ciudadanos…
Si eres, Reilly, gaditano,
un pisha
y te gustan las salchichas,
del breakfast americano
y es con tantas energías
de las buenas calorías
que nos das los buenos días.
Cristiano afina en los versos,
pero lo mismo es vegano…
Sé que no sé quiénes sois,
y es una gran paranoía,
cuando bajo por el monte
cada día
como Soledad Montoya,
ni idea si Lorca o García
tengo en este mi horizonte,
pero sin poneros cara,
ya me dais gran alegría,
Cristiano es mi Quijote
y Reilly mi Sancho Panza,
yo juego a la adivinanza
y a poner el estrambote,
y no presentar la lanza
que es cosa de carajotes…
Entre costilla y costilla
yo admiro la novedad
que significa no hablar,
mal sentado en la silla,
¡a saber qué comerán…!
Entre el comer y hablar
Entre el comer y callar…
¿dónde estará la mitad?
En el whatsapp
¿Escuchas los ruiseñores
aun siendo la primavera?
Tal vez parezca normal
mas yo te digo, espera
que sólo se encuentran ya
En el whatsapp
Para un tango a media luz
que fue baile de furtivos
de prudencia y solicitud
sin porteros ni vecinos..
¿dónde se puede encontrar
Íntimo y decadente nido…?
En el whatsapp…
Quien dice wahtsapp dice face…
Hasta para hacer las paces,
testigos no han de faltar
que verán cómo lo haces
celebrarán tu intimidad
que lo era y ya no es más
Mejor comer y hablar
Y sin wahtsapp
Desde que existe el Whatsapp
cuando quedas con amigos
las charlas son interruptus,
pues llega el mensaje abrupto,
y te dicen, calla, calla,
y se engorilan a gusto
trasteando la pantalla,
mira esta foto, qué punto!!!
lee este chiste tan bueno
que me manda el tío Augusto
y la prima de Cazalla.
La sopa se queda fría,
porque nadie atiende al plato,
si no es para hacerse un selfie
y decirle a la otra gente
que está pasando un buen rato,
mira que he salido guapo,
que es que asusta
cuántos han puesto «me gusta».
Desde las redes sociales
no hay amigos en presencia,
sino amigos virtuales,
qué grande es la soledad
y qué tremenda la ausencia
de estos mendas
cuando miran el whatsapp…
La vida es eso que pasa,
mientras regresan a casa
a cargar la batería.
Si es que hasta el grupo Jarcha lo ha versionado… El wahtsapp: