Queremos un diplodocus

22 Ene
Un profesor del futuro

No entiendo por qué tanto revuelo con el libro blanco de Marina. Yo le he echado un vistazo a su ensayo “Despertad al diplodocus” y me parece fenomenal.

Según el maestro, la solución al problema educativo en nuestro país, ya obsoleto y antediluviano como un diplodocus, vendrá de la mano de una nueva generación de profesores, que ahora se está horneando en la universidad. No lo tendrán, en principio, fácil, pues llegar a ser profesor en el futuro, exigirá superar más pruebas que las de Hércules, pero estos jóvenes, aguerridos, además de brillantísimos, saldrán de la facultad con un cuchillo entre los dientes, gritando “todo por la patria”, pues su misión no es ni más ni menos que salvar el país, a través de la enseñanza.

Destinados a ser profesionales de élite, tales docentes serán seleccionados como en Finlandia de entre aquellos que estén en el tercio alto de los mejores expedientes y puedan demostrar, mediante entrevistas, que tienen vocación y capacidad de comunicación y son capaces de enseñar.

Porque, claro, no basta sólo con tener la carrera y obtener las calificaciones más altas, eso es imprescindible pero no capacita para enseñar. Por supuesto que habrá que partirse los cuernos estudiando, pero eso es únicamente el principio, a ver si os creíais que la cosa está chupada.

Los brillantísimos licenciados, pasando una fuerte selección, tendrán que formarse en la docencia con un curso parecido al MIR de los médicos.

En vista de lo leído, un descreído podría preguntarse por qué esos jóvenes tan brillantes, comunicativos y capaces de sacarse un MIR, iban a querer ser profesores. La respuesta es clara; por vocación. La vocación, hoy día, es fortísima entre los jóvenes. Si vas a hacer una encuesta por ahí entre la muchachada, pronto sabrás por sus respuestas que todos tienen clarísima la profesión a la que quieren dedicar su vida; uno te dirá científico, otro arquitecto y el de más allá abogado o ingeniero. No faltará tampoco el que te diga que quiere ser tertuliano famoso como Kiko Rivera o participante de Gran Hermano y vivir por el morro moreno, pero qué son esos; puros casos excepcionales.

Lo cierto es que la mayoría de los chicos tienen vocaciones serias, claras e insobornables y, entre todas ellas, ninguna más fuerte que la de profesor. Las universidades están ahora mismo llenas de jóvenes cuyo máximo deseo es saltar como gladiadores a la arena de la docencia.

Quien es capaz de tener un expediente altísimo y sacarse un MIR, igual es capaz también de dedicarse a una profesión liberal, poner un despacho y forrarse

¿Pero por qué iba a preferir ese preparadísimo muchacho forrarse con una profesión liberal o dirigiendo una empresa desde un tranquilo despacho o consulta a dar clases en un instituto bien movidito para ganar 2.000 euros?

A la larga, ganar dinero, por mucho que sea, resulta aburridísimo y más aún desde un apacible despacho al que sólo se asoman subordinados pelotas para tratarte con respeto reverencial; ¿se le ofrece algo al señor? ¿Lo quería largo o cortado? ¿Le compro ya las entradas para la ópera o prefiere que le gestione su viaje al Caribe? Y venga, señor esto y señor lo otro ¿es que aquí no hay ni un histérico gerente que te contradiga o te insulte para ponerle sal a la cosa?

Contra lo que se diga, lo más importante no es ser rico, los ricos también lloran, sino vivir con emoción.

Recuerdo un diálogo entre los dos protagonistas de la película “Tras el corazón verde” que decía más o menos así:

-Ves, Joan, nosotros dos podríamos estar viviendo tan ricamente en Nueva York, pero aquí estamos en la selva, rodeados de alimañas y amenazados por unos sanguinarios traficantes de drogas. Qué felices somos.

-Desde luego, Jack. Cuando yo era una cotizadísima escritora de novelas románticas, no sabía qué era la felicidad, pero, gracias a ti, ahora vivo en un torbellino de emociones. Igual desaparezco entre las fauces de un cocodrilo, me muerde una serpiente venenosa o viene un traficante a volarme la tapa de los sesos. Te amo.

Y eso; que los futuros profesores, habrán de pasar pruebas durísimas, pero merecerá la pena, ya que sólo los mejores accederán a un centro de especial conflictividad, donde podrán vivir emociones verdaderas; ese niño psicópata que, con la cabeza perdida por los videojuegos, llega y te apunta con un rifle, esa madre que, quemada por la marginación social y la lata que le da el hijo adolescente, viene a vengarse de la cruda realidad, dándote un derechazo en la mandíbula.

Tan logradas me parecen las soluciones que da Marina al sistema educativo, que creo que habría que sacarlo en hombros y cantarle un himno. A mí se me ocurre éste:

Marina tú, que velas junto a mí y ves el fuego de mi inquietud. Marina, padre, enséñame a vivir con ritmo alegre de juventud. ¿Qué tal?

7 respuestas a «Queremos un diplodocus»

  1. LEVE LOA MAGISTERIAL
    Soldado, tú, resistiendo
    la dureza del combate,
    tornarás en acicates
    las espinas de la espuela.
    Sacarás sangre de venas,
    ya secas o dilatas,
    que pondrán en tu jornada
    coaguladas diademas.
    Harás del viento, quietud;
    de la noche, luz entera;
    de la pizarra, una tela;
    y del aula, un calambur
    que junte, en palabra nueva,
    vocación y juventud.
    Maestro, tú, gran soldado.
    De las leyes, olvidado;
    por el cura, señalado;
    por los tiempos, preterido;
    en la montaña, ermitaño;
    en el recreo, supitaño
    contra los niños bandidos;
    para el aula, recetario,
    a lo mejor prontuario,
    donde escapar desde el nido.

    Saludos Victorianos.

  2. ¿Será diplo o mastodonte?
    luz y tradición de España
    es el parto de los montes
    aquello que se esperaba

    Que el problema educativo
    de este país ya se sabe
    no tiene palma ni olivo;
    otros lo toman a broma

    no quieren soltar su “plan”
    educativo porque a Roma
    por todas partes se va

    y el maestro como antaño
    en pueblo perdido, al raso
    se ilusiona con Machado…

    Sempre più avanti, sempre più in alto…!

  3. Profesor, que al aula vienes,
    del caos te guarde Dios,
    una de las dos Españas,
    ha de helarte el corazón.
    Ya hay un docente que quiere
    vivir y a morir empieza
    entre leyes abolidas
    y otras que se desperezan
    y, a la postre, el cambio es nada,
    la pizarra digital,
    y quitar asignaturas
    que puedan hacer pensar.
    El profesor a callar,
    que según dicen los planes
    no es aun autoridad,
    pero cuando pinten bastos
    y haya mobbing escolar,
    a él le echarán la culpa,
    que es su responsabilidad
    y también si a los chavales
    los catean de lo lindo
    pruebas internacionales.
    Dijo el docente ¿qué quieres,
    si a cada rato que pasa
    nos bajan más los niveles?
    Docente, calla, por Dios
    que ahí viene el inspector…
    Es deporte nacional
    al profe siempre acusar,
    pues lleva en el ADN
    el pecado original.
    Pero una raza divina
    se adivina
    que los viene a relevar
    dice el libro de Marina,
    una raza que será
    de la piel de Supermán
    y ese profesor quemado,
    hasta los pelos pringado,
    pronto será liberado
    y, al cumplir con los sexenios,
    un dichoso jubilado.
    Jolín, que se lo ha currado…

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