Según los sacrosantos psicólogos, los regalos de Reyes han de ser pocos y asexuados para que los niños desarrollen conductas positivas. Se entienden que pocos, pues los peques, aturullados por la abundancia de los presentes, dejan de valorar lo que se les ofrece, y asexuados para que, en el futuro, no desempeñen nefastos roles de género.
Me parece bien. Yo que recibía en Reyes pocos regalos y asexuados, puedo afirmar que, con ello, me he desarrollado plenamente como adulta.
Contra lo que se piense, las niñas de antaño, no recibíamos muñecos para determinar actitudes sexistas, ya que nuestros muñecos eran totalmente asexuados.
Entre los muñecos que me regalaron, los había hembras y machos. Las hembras eran Nancy y similares y a los machos los llamé Andresito, Gabriel y Jesusín, sin duda, movida por una necesidad sexista de establecer roles. Menos mal que mi hermano mayor vino un día a abrirme los ojos y, bajándole los pantalones a mis supuestos muñecos machos, vino a demostrarme la falsedad de mis prejuicios:
-Tus muñecos son todos maricones. No tienen pito.
Evidentemente, aunque acertase en la segunda cuestión, se equivocaba en la primera, prueba de que, en cuanto a sexo, homosexual o no, andábamos todas las criaturas bastante confusas.
Hace poco volvieron a reponer en la tele, “La guerra de papá”, película basada en la fantástica novela de Miguel Delibes “El príncipe destronado” y Quico, el protagonista de tres años, se pasaba el metraje preguntándose si era su padre o su madre quien tenía pito y si el pito, en cuestión, era pecado. Nuestras infancias, en fin, poco pudieron ser sexistas, pues el sexo entonces, sencillamente, era invisible.
Si bien, pese a aquel atraso atávico, los niños no tenían complejos por jugar con muñecas, como ahora recomiendan los pedagogos. Aunque, a los más entusiastas en tales juegos, lo que más les privaba era tullirlas, arrancarles la cabeza y quemarle los pelos.
El gusto de los chicos por las muñecas, tiene su faceta inquietante si se piensa en Guastavino; el personaje sombrío de un cómic argentino que, obsesivo, solitario y cuarentón, se enamoró de una muñeca por emular a su padre; un militar de la dictadura de Videla que ensayaba con muñecas, las torturas que había de practicarles a las subversivas.
Y a mí me da que este cómic tiene alguna inspiración en las perrerías que los milicos hicieron con el cadáver embalsamado de Evita Perón. Qué caminos tortuosos no seguirá el subconsciente.
Visto esto, se considerará que el juego con muñecas por parte de los niños tiene más riesgo de desarrollar sadismo que afeminamiento. Pues, si se teme al segundo aspecto, mucho peor es el juego con muñecos.
Conocí yo a un niño que vivió su infancia obsesionado por vestir y desvestir a sus Madelman. Toda su atención se iba en cubrir su poderosa musculatura con ropas de explorador, soldado o bombero y no podía dormir sin antes sumergirse en la bañera con toda su colección de viriles muñecos. Y entonces, pues eso.
Valga citar este ejemplo para desmentir ciertos tópicos, aunque sin la intención de demostrar nada que tenga que ver con el poder inductor de los juguetes sobre la personalidad infantil. Creo en la homosexualidad, no como producto de factores externos y absurdos, sino como una condición genética con la que se nace y ya está.
Es imposible dirigir la personalidad de los niños ni condicionarla a la elección de nuestros gustos y sus juguetes. Ellos, al final, serán lo que son, sea esto o no de nuestro agrado. Por lo tanto, mejor es regalarles los juguetes que ellos pidan, siempre que estén dentro de una medida y un precio razonable, y que luego salga el sol por Antequera.
A los niños más que el juego les gusta que los enseñen a jugar. Ese rato de explicarles las instrucciones y divertirse con ellos, que cuesta y vale más que el dinero.
Y, si no ha sido en ésta, quizás la próxima vez, aunque no lo pidan, entre todos los regalos, habrá que colarles un libro. Elegirlo, de acuerdo a lo que son ellos y no a lo que somos nosotros para que nos pidan otro y leerles las primeras páginas en voz alta, con mucha pasión. Eso funciona.
Mi padre me leía los libros con tanto corazón que ya no le pido más que libros a los Reyes.
Los Reyes no traen regalos,
ni son llaves ni claveros
de sentimientos, que al vuelo,
la razón los desvanece.
Los Reyes son embusteros.
Los padres nos lo contaban
para forjar ilusiones
adobadas con canciones,
entre las cuales la nana
con el sueño nos cuajaba.
Los Reyes Magos de Oriente
habrían perdido el Norte
y se hicieron disidentes,
y la gente que creía, madre mía,
buscó la palabrería, manteniendo,
ya paganas, algunas jugueterías.
Los muñecos sin su sexo,
las muñecas en exceso presumidas…
la parida.
Los Reyes Magos de Oriente
por enero traen regalos
para que los niños buenos
se sientan recompensados.
A los malos, traen carbón:
padres pobres, sin recursos,
la cultura en religión.
Es cierto y así lo creo
que existen los Reyes Magos
y en un día 6 de enero
acudieron a mi casa, noctivagos
y me trajeron regalos
y bailamos
y por la estrella de Oriente
como en plenos años veinte
nos dimos al charlestón y brindamos.
Ahora no vienen a casa,
tienen miedo, lo sé yo,
del genio republicano,
la mala reputación,
tan adversa a la corona
ahora viene a colación
si es que sientan al banquillo
a la infanta.
Este trío que no entiende
de esos líos se acobarda,
pide la jubilación,
estos niños han perdido la ilusión
y, en sus barbas,
se les cuela una chica
en minifalda,
el feminismo molón
quiere reinesas,
después de ser alcadesas,
piden la revolución
y que se vaya Melchor,
bien chocho a la residencia
¿Tendrán derecho a pensión
los ancianos coronados
o son parte del pasado
por haber avejentado?
si ahora son refugiados,
los acogeré en mi casa
y que dios reparta suerte,
que reparta…
Esos Reyes noctívagos,
lo fueron por la inocencia
de una niña que pensaba
en bondades animadas,
que entraban por la ventana
o empujaban una puerta
antes de que hablara Borges
de que quien elige es puerta.
Esos Reyes se quedaron a vivir
en un armario Platero,
de algodón, con poco hueso,
con leotardos y hueros
hombres-coco y cuartos-rata,
y después la Cabalgata.
Es cierto, Dolor Clavero,
que los Reyes ya se fueron
a sus palacios de invierno,
jubilados y distensos,
sin valijas, sin dineros,
sin inciensos ni sombreros.
Ahora cobran sus pensiones
Y juegan al dominó
y sacan de su pensión
un diezmo o un diezmón
para regalar al nieto
no un caballo de cartón,
ni un coche con cojinetes,
que los juegos que prometen,
dan dioptrías y adición,
son de la tecnología que usa
de la baterías y la artillería y la legión.
Estos son los Reyes Magos,
que ya no vienen de Oriente,
que se gastan en el chino unos euros,
adivino, en un coche con control,
que van al de cabecera
a tomarse la tensión ,
que llevan un pastillero
lleno de varios colores,
que no juegan a faroles
porque ponen su pensión
al servicio de la prole.
SALUDOS VICTORIANOS
Los Reyes que me impactaron
fueron los de aquella infancia
y no los trajeron los magos
que llegaban de Alemania;
se movían por empedrados
peor que en Guadalajara
mas ninguno era italiano.
Como si fuera ordenanza
el municipal, de su mano
nos llevó hasta la plaza
que era el sitio más llano
lleno de gente arrebujada.
No se junta tanto cristiano
ni en Jerusalén liberada…
Saludos
Modernizar la corona
desentona
que no se puede igualar
dándole al par un impar
ni por capricho de amor
de la infanta dar la mano
a un fulano trepador,
jugador de balonmano;
que profano al protocolo
va a su bolo
y utiliza la realeza
para amasar su riqueza.
Debió oler el monarca
al listillo
y sus desmañadas mañas
que a la realeza de España
manchan al oscurecer su nombre
en el banquillo
para ponerle un borrón
al apellido Borbón.
¿Quién acusa a la infanta?
ni Abogacía del Estado
ni Ministerio de Hacienda
con un fiscal que se planta
y la defensa no digamos…
Solo queda Manos Limpias
y a estos se les va la mano
pidiendo pena que fijan
en prisión hasta ocho años
y si no, que me corrijan.
Habrá juerga para rato
debieron pensarlo antes;
que España es un estado
no cementerio de elefantes.