Más que Rajoy, su primo

18 Dic

Más que a Rajoy, a mí me hubiese gustado ver a su primo para que me dijese que es mentira lo del cambio climático. Mi casa está ocupada por un ejército de mosquitos y, sin ser científica, me parece que eso quiere decir que hace demasiado calor para ser diciembre. Así que, además de insecticida, necesito una mentira como la copa de un pino para relajarme y creer que no hay calentamiento del planeta. La verdad, en este caso como en otros, sería demasiado cruel y saberla no es siempre la mejor manera de remediarla. Cuando Laocoonte dijo que el caballo estaba lleno de tropas aqueas, dispuestas a arrasar la ciudad de Troya, Atenea le envió dos serpientes enormes para que acabasen con su vida y la de sus hijos y, a fin de cuentas, igual ardió Troya. De modo que, siendo la verdad fatal, lo mejor será ignorarla y no tener boca de cabra, vayamos encima a tonterías. Y si hay que arder en el fuego eterno, tarde o temprano, ardamos todos cuando llegue cumplida la fecha, pero, mientras tanto, disfrutemos de la fiesta, el vino y las mentiras piadosas que abrigan más que la verdad desnuda.

Digan lo que digan, la mentira resulta más agradable que la verdad, pues ¿quién prefiere que le digan la verdad de corazón, por lo general, con muy mala leche a que le mientan con mucha más gracia? Los piropos son normalmente mentira y, sin embargo, nos gustan un rato. En eso se basa la publicidad. Compramos un producto, por caro que sea, porque nos dicen que está destinado a gente exclusiva y excepcional como nosotros. Eso no falla. Uno se siente elegante, como la Preysler, cuando compra Ferrero Rocher e inteligente cuando compra una lavadora inteligente. Halagar al comprador es la mejor manera de metérselo en el bolsillo.  

Comprendemos, por tanto, que los políticos mientan para que les compremos el voto, si dijesen la verdad a lo mejor nadie los votaría, pero quizás lo que le reprochamos es que lo hagan tan mal y en su propio perjuicio, porque, a ver, si Rajoy mintiendo tan mal dicen que va a ganar las elecciones, qué mayoría absolutísima no podría alcanzar si mintiese bien.

El caso es que en el debate del lunes, yo hubiera preferido ver antes que a Rajoy a su primo, que, seguramente, nos hubiese engañado mejor. Si un tipo es capaz de defender que no hay cambio climático, en medio de este invierno caribeño, igual es capaz de convencernos de que no hubo rescate, de que la reforma laboral es una revolución para el proletariado, el paro unas vacaciones relajantes y Luis Bárcenas el presidente de una oenegé. Pero Rajoy, fiel a su esencia, ni quiso ni supo engañar a nadie como dando por hecho que su victoria sería un hecho fatal, incluso ajena a sí mismo, que quizás ande loco por coger una buena jubilación para vivir en paz en alguna remota aldea gallega, lejos de las masas que tanto le crispan los nervios. En uno de sus últimos paseos electorales por Pontevedra, un menor de 17 años le ha asestado un puñetazo y le ha roto las gafas.

Ni siquiera Galicia es el feudo apacible que era, ni tampoco la oposición, cuyo líder, cargado de fogosa juventud, viene con ganas de guerra. Él ya no está para esos trotes.

Muy lejos queda ya esa propuesta de coalición de Gobierno entre PP-PSOE que propuso Felipe González, si eso pudo querer significar la salvación nacional, después de lo visto, sálvese quien pueda.

Después del debate, lo que nos quedó muy claro es la total falta de empatía que había entre Rajoy y Sánchez. El cruce de insultos entre ambos tiene toda la pinta de ser uno de los momentos más memorables de los anales de TVE junto con los disparos de Tejero, “Todos al suelo” y la empanadilla de Encarna.

Sánchez le llamó a Rajoy indecente y éste le llamó “Ruiz” como si no recordase que se llamaba Sánchez. Ése fue un gesto muy feo, la verdad.

Lo demás hasta aquel momento, fueron términos abstractos, inasequibles para la mayoría. Se habló de millones de euros, o sea, cifras incapaces de concebir para la mente del ciudadano medio español que pierde la cuenta después de los tres ceros ¿de verdad existen los millones de euros?

El otro día vi por primera vez un billete de 100 euros y se me saltaron las lágrimas. Entré con él al Mercadona y, a la salida, se me volvieron a saltar porque sólo me devolvieron unas monedas.

Si hay familias que viven también con salarios de dos ceros, me pregunto cuántas visitas al supermercado pueden hacer al mes y cómo sacan las vueltas para pagar el agua, la luz y la ropa.

El tema de los salarios es de lo más controvertido. Tanto que en el debate, cuando Campo Vidal, quiso poner sobre la mesa, el problema catalán, Rajoy y Sánchez, haciendo caso omiso, seguían discutiendo sobre los que cada cual cobraba o había cobrado. Ahí nos volvimos a perder porque otra vez se hablaba de cifras remotas e inalcanzables para la mayoría.

Tal acaloramiento emanaba de la pantalla que abrí la ventana para que entrase aire fresco. Y, en estas, con el aire regular de fresco, empezaron a entrar unos mosquitos enormes, como creyéndose que estábamos en verano.

Y me puse a buscar el teléfono del primo de Rajoy, a ver si me mentía mejor.

8 respuestas a «Más que Rajoy, su primo»

  1. “¡Su primo!” es expresión
    muy normal en La Palmilla
    y formal, porque es caló;
    mas aquel primo es peor
    su tierra es la galleguiña
    en sus ojos no hay candor
    ¡hooligan della famiglia!
    que por un detalle técnico
    (no les sueltan “calderilla”
    que meta el equipo arriba)
    como por ser euroétnico
    lanza el puño de la risa
    con ese brazo tan bélico…
    Yo ya me había asustado
    al punto de ir al médico
    tanto que he despertado
    y veo este brazo tan sano
    un brazo tan delicado…
    ¡todo un brazo de gitano!

    Pues que sea todo tan bueno para tod@s. Suerte en las elecciones, en la lotería, la paga….

  2. De improviso, un racimo va cayendo,
    imaginario de dioses que nos manan,
    desde lejanos reinos, sus desdichas.
    De fruta venenosa, en cólera sumidas,
    desfilan las legiones calurosas.
    Las playas están llenas de bañistas
    en el mes de diciembre y, bronceados,
    vemos a candidatos en reyertas o pitos,
    debatiendo sus sueldos chiquititos
    frente a miles de pobres egresados,
    con ventanas abiertas y mosquitos.

  3. Sin acabar el recuento
    entonando su victoria
    todos apelan al viento
    en esta noche de gloria;

    hasta el PP se sostiene
    como Pereira en Lisboa
    en sus trece se mantiene
    mas deberá negociar

    con vascos y catalanes
    (además de Ciutadans)
    Son los seculares Manes

    que vuelven por Navidad
    puesto que ya todo vale
    incluido el Artur Màs…

    Saludos.

    PD: El entramado promete
    para Rajoy un casse-tête

  4. A Ambrosía me saben estos versos
    en medio de la infame algarabía,
    qué nos dicen los recuentos,
    ¿habrá sentido común dónde no había?
    No hay votos, que sólo son tantos por ciento
    y, en suma, vence la marrullería.
    La voluntad es de donde sople el viento
    y qué mas da, lo que quiera la mayoría….

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