Hace tiempo que la política no es sino publicidad. Una serie de consignas y de eslóganes que se propagan de modo programado para guiar nuestro pensamiento hacia el lado que conviene.
Uno de los eslóganes más dañinos de los últimos tiempos es que los jóvenes más preparados de la historia no encuentran trabajo a pesar de sus numerosas titulaciones universitarias y sus abundantes masters rimbombantes. A mí, como ya he comentado otras veces, el concepto de “la juventud más preparada de la historia” ya me parece en sí mismo una patraña falaz si tenemos en cuenta que obtener una titulación universitaria, a cómo han bajado los niveles de exigencia, hoy día, se ha puesto la mar de fácil y que los masters son una simple cuestión de pago. Pero ahí va eso, en cualquier caso, “un joven titulado es un joven pre-parado”, no han cesado de propagar por pasiva y más por activa. De modo que los adolescentes han podido comprender, según lo dicho, que estudiar es sólo un modo de perder el tiempo y labrarse la desgracia en el futuro ¿para qué entonces esforzarse si, a la postre, acaba uno en la cola del paro o buscándose un curro de camarero en la fría Alemania?
En estas, pues era previsible, los adolescentes inician la huelga de brazos cruzados y desertan de los libros como de la peste ante la desesperación de sus padres a los que ya no les sirve el discurso sobre el futuro. Ni ningún otro. A tal punto puede llegar su desolación que hasta se les oye declarar cosas hasta ayer impensables:
-Mire usted, yo con mi hijo dialogo muchísimo. Dialogo día y noche, pero no me da ningún resultado. Y cómo ya no se les puede pegar…
Impresiones de este estilo son ya comunes en padres que padecen boletines de calificaciones con una media de seis suspensos. Un fenómeno generalizado en secundaria, que, de tan generalizado, ha pasado a ser una moda. El suspenso si es masivo, ya no resulta vergonzante, sino una clave de integración en el grupo. Todos suspenden, pues yo también, qué caray.
Por otra parte, no hay que quitarle mérito al suspenso a lo difícil que lo han puesto los sistemas educativos en las últimas décadas. De manera que el profesor tuviese argumentos para aprobar casi en cualquier caso. Y, entre los primeros, su propia reputación de profesional. Un profesor que suspende mucho ha venido siendo considerado un fracasado. Alguien que no sabe desplegar estrategias motivadoras en el aula y esto y lo otro. De modo que, según pueda entenderse, no suspende si es que no se siente, irremediablemente, abocado a esa fatalidad. Sin embargo, esa fatalidad ya ha llegado a ser insoslayable. No es sólo que el alumno deje el examen casi en blanco, es que además no hace los deberes, ni trabaja en clase, ni observa un comportamiento mínimamente decoroso. A excepción de tres o cuatro, los raritos del grupo, que resisten con infranqueable personalidad al despiporre generalizado a fuerza de una madurez heroica en estos tiempos. A uno de estos niños, que normalmente son niñas, yo, sin pensarlo dos veces, lo haría pasadomañana presidente del Gobierno.
Los demás no es que sean malos en sí mismos, es que son sensibles a una información dañina que se les inyecta en vena:
Lo más normal del mundo es que uno de esos niños te pueda decir:
-¿Y para qué quiero estudiar yo, si lo que quiero es ser famoso? Los famosos no estudian y se “jartan” de ganar dinero.
Y qué van a decir, la televisión no para de dar figuras ejemplarizantes; Belén Esteban, Paquirrín y el pelotazo de última hora; el pequeño Nicolás.
Los niños, los adolescentes, se alimentan de lo que les da el medio. Y la lección que sacan de dicho medio es que las instituciones están podridas, que nadie hace sus deberes y casi todo el mundo roba ¿qué les vamos a pedir?
Hace dos décadas- o tres- que los gobiernos están empeñados en cargarse la educación y la cultura. Y ya casi lo están consiguiendo. Así ha empezado de poco a poco, la tarandilla del “para qué sirve” ¿Para qué sirve el latín y el griego? ¿Para qué sirve la filosofía? ¿Para qué sirve leer?, me dijo hace poco incluso un alumno con media de sobresaliente.
Pues, a ver, yo siempre he dicho que sirve para pensar, para que no te engañen y te metan un gol en el momento más inesperado. Y, si no es suficiente, contrargumento, ¿para qué sirve ser tonto? Y lo voy a responder. Ser tonto sirve para que ganen las elecciones siempre los mismos, para que un buen día te veas desempleado y desahuciado en la puñetera calle con el culo al aire.
Y dicho esto ¿necesito argüir algo más?
Muy bien Lola, hay que decir estas cosas aunque sean políticamente incorrectas. Los jóvenes de hoy tienen las cosas difíciles, de acuerdo, pero no más de lo que las tuvimos en otros tiempos. ¿Era más fácil en España ser joven en los años treinta, cincuenta, setenta, a principios del siglo XX? No creo que los jóvenes necesiten tanto comentario compasivo, más bien impulso para arremangarse con la situación que les ha tocado vivir y poner a funcionar todo su esfuerzo, compromiso y energía para transformarla.
En principio, la educación
lengua escrita y lenguaje
acervo cultural, su bagaje
despiezaron como alción
y en este mundo traidor
menos al busto parlante
de noticias de televisión
el sable da poco margen
y corta, por enésima vez
esa flor del pensamiento
de siglos, no de momento
cantada por Bertolt Brecht.
Se llevarán como el viento
todo lo hecho y por hacer..
¿Son los principios primeros
los que mueven a esta tropa
(agua, tierra, aire, fuego…)
¿o son soldados de terracota?
Pues ya han pasado siglos…
Saludos
Carmen, Winspector, leo que habéis comprendido este artículo y eso me hace sentirme mejor. Si no se le dan a los chicos las herramientas necesarias y se les educa para el éxito fácil del pelotazo no sólo se les deja sin defensas para construir su futuro, es que también el nuestro se paraliza. El progreso se construye sobre un clima social que valore la cultura. Y, en ello, germina el espíritu crítico que tanto necesitamos. Esta planicie mental que se cultiva, al bajar los niveles y promulgar el facilismo, nos desarticula las defensas y la creatividad. Y lo menos peor que nos está pasando es que los jóvenes viajen para buscarse la vida. Eso los enseñará a abrir la mente y a granjearse la autonomía que les ha negado una educación castradora y sobreproteccionista. La vida, tarde o temprano, nos enseña que para crecer, hay que sufrir, pero benditas adversidades porque ellas son la clave de la aventura desde el origen de los tiempos, desde la Odisea a El Quijote. La cuestión siempre es aprender y, en ello, nunca es mala la fortuna. Otra cosa es la ilusión de falsa prosperidad que emboba bastante…
Por menos que eso, Lola, los llamados agentes sociales, en su afán de seguir camuflando el pastel, echaron al pueblo (o lo que sea) a la calle. No para reivindicar mejoras sustanciales en el vivir cotidiano, sino que, las de diario, sobre todo las suyas, no se acabasen. ¿Qué era eso de ponerse a trabajar, teniéndose que desplazar unos kms, a cambio de un salario justo y dejar de percibir subvenciones y ayuditas…? Nanai. Obviamente – obvio-in –mente – esto no pasó de ser una simple muestra de lo que percibimos hoy, ya tan trillado, de arriba abajo, porque lo nuestro es como una pirámide, cúpula, tronco y base infinitesimal. Aquí todos tenemos derecho a todo, ¿se cumplió alguna vez? En parte y de prestado y así nos vemos. También tenemos deberes, ¿quiénes cumplen con su deber? ¿se inculcó eso, aparte el deber de aparcar el coche , no en la misma puerta del curro, sino en el comedor…? Aunque, en las redes sociales, asistimos al renacer de frases inmortales, de cine: “el amor es no tener que decir nunca lo siento…” Vale. Otras, dignas de ir en la puerta trasera del camión: “lo que pidas para mí, pues el doble para ti…” Bien. Algo así como un renacimiento a base de rebuscos, “encharpando” a Borges por aquí, a Unamuno por allá, Charlie Chaplin, Einstein…
Mas, los rebuscos, por desgracia, siempre fueron cosas de pobres, que rastreaban los campos tras las cosechas, en busca de algo que echarse a la boca. Ahora se husmea en la red y, tras un encabezado glorioso, te sueltan un papiro, bordado de laurel y firma de P Coelho, que te deja atónito. El encabezado, digo.
E dico:
Auguri e felice anno nuovo per tutti!!!