El conejo

21 Nov

Podemos. Podemos comer conejo. En tiempos de crisis, el conejo vuelve con fuerza a los hogares, donde el carísimo pescado se ha vuelto una utopía. Va a ser que hoy no hay lenguado ni mañana calamares, pero conejo para hartarse.

Por fortuna, dentro de lo que cabe, el conejo siempre se ha dado bien en este país, desde antes incluso de Isabel la Católica. A mí me enseñaron en la escuela que España, precisamente, significaba “tierra de conejos”. También me enseñaron que, en aquel tiempo de la historia remota, una ardilla podía cruzar toda la península, saltando de árbol en árbol. Esto último tal vez no venga a cuento, pero, a veces, me gusta presumir de acervo cultural.

Me dicen que el pasado sábado, 15 de noviembre, el conejo malagueño estuvo de enhorabuena. Fue en la Fiesta del Conejo de Parauta, donde se obsequió a la confluencia asistente con diversas y exquisitas recetas a base de carne de este animal al ritmo de verbena y verdiales. Más vale una fiesta del conejo en Parauta, que otra del toro en Medinaceli. Los conejos allí se sirven ya guisados y no hay que ir a ver cómo los degüellan. Será que ese puteo al toro que se gastan por aquellas tierras de Soria es, como defienden en estos casos, parte irrenunciable de una tradición festiva y popular, pero también era un hábito festivo en Roma arrojar cristianos a los leones. Y, por fortuna, eso ya pasó a la historia.

Estamos, por tanto, a favor del toro de Medinaceli, mientras lo dejen tranquilo, y también del conejo de Parauta. Más aún con salsa de almendras. El conejo muere con mucho menos dolor y, a este paso, va a ser lo único que nos quede en el plato. Nos gusta, claro está, pero nos indigna pensar que si ahora tenemos que firmarle la exclusiva en la cocina es porque otros se han hartado de langostinos. Posiblemente, el conejo es más saludable que el langostino, posiblemente la vida austera tiene más encanto que sucumbir al exceso del vicio y de los lujos superfluos, como demuestran Pablo Coelho y sus secuaces, pero jolín, nos hubiera gustado probar un poco lo que es malo para poder decantarnos luego por lo bueno y no que nos lo dieran ya decidido. Es lo que hay y ya no valen subterfugios ni engañosas dialécticas. No somos pobres porque hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino porque otros han sido ricos a costa de gastarse lo nuestro. Y lo peor tal vez no sea que nos hayan privado de lo material, aunque eso también duele muchísimo, sino que nos han hundido en el descreimiento y el cinismo. Cuando se abrió la caja de Pandora y salieron de ella, todos los males, al menos quedó, en el fondo, la esperanza. La esperanza es el motor que nos hace seguir viviendo y ésa también nos la están arruinando. Cada vez que un gran partido, que una institución vacila- todas lo están  haciendo- y nos muestra toda su podredumbre, nuestra fe se desarticula y nos invade la impotencia más total; la desesperanza. No nos van a devolver el dinero, eso es una quimera, pero lo más grave es que tampoco nos van a devolver la ilusión ni la fe en el género humano.

Si viene alguien nuevo, aún intacto, y nos promete cosas bonitas, nos aseguran que es como ellos o peor, que nos arruinará el futuro -¿más todavía?- y que, en fin, somos los mismos ilusos de siempre. Gracias por advertirnos de que todo es un asco. Eso nos consuela un montón.

Mientras tanto, nos queda el conejo. A cuenta del conejo, comemos y hacemos chistes verdes.

Los chistes verdes también nos consuelan, pero son un arma de doble filo. Un chiste verde malo repugna como un tejeringo demasiado aceitoso, pero un chiste verde bueno es impagable.

Woody Allen le debe su fama, en gran parte, a su habilidad para contar buenos chistes verdes.

En cualquier caso, nos quedamos con el chiste, verde o no A los españoles, si no nos salva el amor, nos salva el humor. Somos unos supervivientes.

Y las viñetas nos están mitigando las miserias. El ingenio se afila como en tiempos de “La Codorniz” y “Hermano Lobo” y florece en Internet y la prensa impresa. Lo más florido de este pensamiento actual lo tenemos con Idígoras& Pachi, El Roto, Forges, Gallego&Rey, Max y Paco Roca. Si lo he dicho antes, lo vuelvo a hacer.

Vosotros, que nos habéis robado la esperanza, la fe, la ilusión, que nos habéis avocado al consumo de conejo y ansiolíticos, que os habéis reído de nosotros en las narices, recordad que quien ríe el último, ríe mejor.

9 respuestas a «El conejo»

  1. He respondido ahora a algunos comentarios de la entrada “La gran seducción”. Por mucha sobrecarga que tenga ahora en el “sistema”, me comprometo a dedicarle cada día un ratito a mi blog. Mis comentaristas merecen una atención prioritaria!!!

  2. Seña Lola, serénese por un rato
    ¿Avocados a comer conejo
    o abocados a coger el gazapo…?

    Lapsus linguae, no es para tanto.
    Saludos, buen finde

  3. Según dicen los entendidos en demografía animal, este año la población coneja ha mermado mucho. Es cierto, pues apenas se ven por las carreteras comarcales conejos velocípedos cuando pasa un vehículo a motor. Los urbanitas sólo ven conejos por las carreteras, excepción hecha a los moteles al socaire de las mismas. Aquella ardilla de la España arcádica atravesaba la piel de toro a través de los copos y las copas y una vez alcanzaba Andorra, comía hierba reparadora; hoy lavan dinero. Paraíso fiscal trasunto de paraíso forestal, cosas de la civilización. Y después el vicio, que en su ejercicio reiterado elimina todo bocio, a través de la quemadura de grasas de tanta abdominal sobre el conejo gimnástico. Alguien debería de pensar que el vicio conejero es una dieta equilibrada, sobre todo si no va acompañada de plática que pueda perjudicar, con las palabras, los gestos amanuenses de inmediata precedencia. El silencio es un gozo una vez que escapa el conejo por los campos de Ovidio, gaudia post veneris, así sea. De otra parte, dicen que el amor mueve el mundo, pero se olvidan que el humor mueve la mandíbula y una sinnúmero de músculos quedos en la circunspección. Muchos prometen amor hasta que dios separe, pero cuán benéfico sería prometer humor hasta la carne se afloje y coja el relevo el polvo humorado, humor eres más polvo humorado. El humor es un aval y el amor una hipoteca: si no pagas, el humor puede impedir el desalojo. Y todo por culpa del conejo, ese mamífero pequeño, rápido, madriguero (madrero), que asalta por los caminos, que saluda sin sombrero, que… más pronto que tarde impele el consumo de ansiolíticos (tienes razón, señora Lola) para dormir de un tirón tiroteado…
    Siempre queda la esperanza como motor, según dice usted, y vivir una austeridad, añado, en concubinato con placeres tarifados, o también, por qué no, de gratuidad efímera, lecturas de periódicos y ser unos obsedientes en la creencia de que después de todo, seremos absueltos de esta drogoconejera que ha supuesto la guerra de la vida.
    Pepito conejo al campo salió,
    se encontró a la Juana y la cameló.
    Pasaron los años y al campo volvió,
    corre que te corre, desapareció.
    Se encontró con la Toñi y la cameló.
    Pasaron los años y al campo volvió,
    corre que te corre, desapareció.
    Se encontró con otras que el campo le dio
    y siguió la historia…
    De viejo enfermó y escribió memorias,
    pero se olvidó de una conejita que en el campo vio,
    le dijo que no y se arrepintió.
    Y es que la memoria olvida las cosas que fueron dolor.

  4. Los humanos somos todo humores y humo como nos recordaban el miércoles de ceniza y Góngora en un bello soneto. Pero, para sobrevivir, antes de inhumarnos, necesitamos algo que va en nuestra condición léxica y humana, el humor. A ver, para mí, el amor y el humor van juntos, porque amo a quien me hace reír por encima de todas las cosas. El humor es un síntoma de inteligencia y una bandera de libertad que escapa a cada rigor. Cantaba Silvio Rodríguez; “río, río, río, río de verdad, como un animal que ha sido puesto en libertad”. Y yo de todos los animales, escojo al conejo. Aunque, por el conejo (de la Loles) que sonaba en las verbenas, humillante para mí, cambié mi nombre por Lola, nombre que dejaba mejor Manolo Escobar “el trigo, entre todas las flores, ha elegido a la amapola y yo elijo a mi Dolores; Dolores, Lolita, Lola”.
    Hala, voy a poner las dos canciones y me decís cuál os gusta más. Perdonad, pero llevo tres días con estudios intensivos de latín (ay, las humanidades) y me es imposible dejar ahora de frivolizar para recuperarme. Por cierto, Winspector, que yo es que escribo siempre avocado por la etimología advocatus del latín, eso no me exime de mi falta…Mi dispiace!!!
    http://www.youtube.com/watch?v=X2_35dWhnq8

  5. Vana pretensión es tener
    una fiesta del conejo
    por un día.
    No nos iremos muy lejos;
    baratito, respetando el cartel
    de otra provincia
    fiestas son más de cuarenta;
    clásicas la cereza, ajoblanco
    y la chacina,
    también las sopas mondeñas
    como del boquerón victoriano
    y la morcilla
    que evoca atributo humano;
    así el níspero, la almendra
    o la castaña
    el espárrago antequerano
    del verdeo, de las migas
    y de la pasa…
    la cuenta, así por encima
    sale a domingo por fiesta
    es decir
    reduciéndolo a personas
    jalando hasta la indigesta
    no es broma
    mantenidas sin demora
    con comida tan selecta
    y a la sombra,
    saciadas por varios días
    con una mínima renta
    de sopa boba…
    ¿quién será el primavera
    que no vea la economía
    y la quimera…?
    Los euros que se ahorran
    en la cesta de la compra
    por ahora
    superan los discos de Lola
    sean antiguos o modernos
    y en consola
    como la pradera cántabra
    sin olores, pese al invierno
    supera la mesetaria…

    por sus múltiples canciones

    Me quedo con el Porompompero, porque La Loles suena demasiado campestre y áspera, aunque no llega al nivel de La Cabra. Ésta siempre me produce un cierto pavor
    Buenos días a tod@s

  6. Para todos los pesares
    hay remedios,
    que en las fiestas de los pueblos
    cuando no es chivo, es conejo,
    pues no hay males
    que no los pueda aliviar
    el buen yantar.
    Comer es el gran placer
    y de ley es celebrar
    a mandíbula batiente,
    no hay pereza existencial,
    mientras se sirva un manjar
    que se deje hincar el diente.
    Y de toda Andalucía
    no hay tierra más oportuna al banquete
    que la feraz Axarquía,
    que en esta tierra glotona
    no hay tristeza que no arregle
    una buena comilona,
    se come en bodas y duelos,
    porque las penas con pan
    siempre han dicho que son menos
    y del señor al gañán
    saben que la felicidad es exacta
    en las buenas, el borrego
    y, en las malas, unas gachas
    como decía mi abuelo
    en la patria del garbanzo
    y de los roscos carreros…

  7. Sin olvidar las bondades
    de las sopas en invierno
    y unos garbanzos tiernos
    junto con otros manjares
    maravillas de la abuela
    la mamma y la cazuela
    delicias d’aquestos lares;
    sopa que limpia el diente
    infla el vientre, hace sufrir
    y dormir, por consiguiente
    toda la mejilla roja venir
    que en mediando el pan
    y es lo que viene a ocurrir
    no habrá plato sin refrán
    ni vedado en un poema
    y que se vayan las penas
    bien lejos de mi Lugar:
    “Cachorreñas se perdieron
    el Gazpacho las va buscando
    ¿dónde se encontrarán…?
    en casa del Ajo Blanco
    hablando con la Ensalá…”
    O aquél de asonante rima
    sobre la muerte de un toro
    muy cerca de Villa Elvira
    “Tres matarifes salieron
    camino de “Castarreas”
    cuando llegaron al toro
    ya no tenía la zalea…”

    No se ha ido del todo
    y lo recuerdo sin pena…

    Buenos días a tod@s

  8. Ay, esos platos de antaño
    que ponían a las mozas de buen año,
    oh guisos de maravilla
    que sacaban el rubor a las mejillas,
    era aquí pura poesía aquella gastronomía,
    que vino a cantar en Ronda
    un poeta de Sevilla:

    “Tres cosas me tienen preso
    de amores el corazón,
    la bella Inés, el jamón,
    y berenjenas con queso.

    Esta Inés, amantes, es
    quien tuvo en mí tal poder,
    que me hizo aborrecer
    todo lo que no era Inés.
    Trájome un año sin seso,
    hasta que en una ocasión
    me dio a merendar jamón
    y berenjenas con queso.

    Fue de Inés la primer palma;
    pero ya juzgarse ha mal
    entre todos ellos cuál
    tiene más parte en mi alma.
    En gusto, medida y peso
    no le hallo distinción:
    ya quiero Inés, ya jamón,
    ya berenjenas con queso.

    Alega Inés su bondad,
    el jamón que es de Aracena,
    el queso y la berenjena
    la española antigüidad.
    Y está tan en fiel el peso
    que, juzgado sin pasión,
    todo es uno, Inés, jamón,
    y berenjenas con queso.

    A lo menos este trato
    destos mis nuevos amores
    hará que Inés sus favores
    nos los venda más barato.
    Pues tendrá por contrapeso
    si no hiciere razón,
    una lonja de jamón
    y berenjenas con queso”.

  9. Pues…

    “Quedó emebebecida Inés
    la última trova escuchando
    y, quién sabe si pensando
    en alguno de los tres…”

    Otro sevillano también, jeje

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