Resulta paradójico que el alcalde de la ciudad de la Manquita, se llame Francisco de la Torre, pero como en toda paradoja, hay también paralelismo. La Catedral sin la torre vino a Málaga con aire provisional, como provisional vino De la Torre a eternizarse.
Se dijo de él en su momento, allá por el 2.000, que llegaba en plan parche ocasional a cubrir urgentemente el hueco que había dejado Celia Villalobos al abandonar la alcaldía por el Ministerio de Sanidad y que duraría poco, pues carecía del carisma de su antecesora que encantaba a su pueblo con su carácter apasionado y fogoso.
Y, sin embargo, mientras “Celia y lo que dice” se fue convirtiendo en un clásico en los titulares de la prensa nacional, desde Madrid, con entregas aún de gran efecto a día de hoy, como fue su explícito desacuerdo con el aborto versus Gallardón, De la Torre fue consolidándose en la política local, año a año, lustro a lustro, hasta formar parte del paisaje por la fuerza de la costumbre. Los malagueños se han acostumbrado a criticarlo, pero también a votarlo cuando tocan municipales. El hábito hizo al monje y el ayuntamiento se volvió franciscano.
Y los periódicos también se acostumbraron a su foto en cada acto, en todos los actos; las ceremonias, las inauguraciones, las fiestas populares, allí siempre ubicuo en una página sí y en otra también. Se diría que no hay autoridad local tan omnipresente, si no es el concejal de cultura, Damián Caneda, que, en un solo día, presenta una exposición, un ciclo de cine y un festival de lo que sea. Tampoco se queda manca la rectora en comparecencias públicas, pues como su nombre indica, Adelaida es de La Calle.
Por contagio o idiosincrasia, el malagueño es muy dado a estar en todas partes y, hablando de malagueños ubicuos, ninguno como Enrique Jiménez, “El mocito feliz”, que tiene la milagrosa capacidad de aparecer a la espalda de cualquier famoso que declare en todo programa del corazón a costa de hacerse los kilómetros diarios que hagan falta a tal efecto. Por cierto, que ya tiene un documental “Mocito feliz, el famoso desconocido”, donde además de informarnos de sus peripecias cotidianas, su perfil y sus aspiraciones, en sustancia; ser adoptado por la Duquesa de Alba u Ortega Cano o casarse con Belén Esteban en Paracuellos del Jarama, es analizado como fenómeno sociológico por especialistas en psiquiatría y personalidades del mundo de la cultura. Pero, en definitiva, lo del Mocito como personaje malagueño es inefable. “Es el elemento surrealista que necesitan nuestros programas del corazón”, lo define un cámara, que ya es mucho decir, siendo ya de por sí tan surrealistas dichos programas.
Por tradición, lo del surrealismo va en nuestro genio. De hecho, se dice que fue un malagueño, el poeta José María Hinojosa, quien trajo primero el estilo surrealista a España. O lo confirmó, pues digámoslo alto y claro; que esta ciudad es surrealista es una verdad como una catedral. Como esa Manquita que nos define en los proyectos inconclusos. Ahora se habla otra vez de levantarle la otra torre; otro proyecto eterno como el de Los Baños del Carmen; ese lugar ya emblemático que inspira nuestro cine local. El entorno ideal para que se rueden cortos surrealistas como Chanquetor I y Chanquetor II El picudo rojo; dos maravillosas radiografías de la esencia malagueña, que yo me pongo en el YouTube siempre que me da un bajón para partirme de risa.
Nada más apropiado que nuestro superhéroe, Bobby Logan, venga de una discoteca abandonada hace ya la pila de años y en permanente proyecto de no sé qué.
Si de esa discoteca, sale Bobby Logan, qué no saldrá del cine Astoria y del cine Andalucía.
Y de la calle Lagunillas, ya a cielo abierto, donde las ratas campan tan campantes por sus respetos. Urge más invertir esos seis millones de euros en mejoras para esas calles, inmediatas a la plaza de la Merced, que construir la otra torre de la Catedral. Después de todo, al turista una catedral manquita le puede resultar pintoresca, pero del susto de perderse por Lagunillas lo mismo no se recupera. Y peatonalizar calle Victoria ¿para cuándo?
Encomiendo estas sugerencias a Francisco de la Torre que, según Elías Bendodo, es el mejor candidato para suceder a Francisco de la Torre. Tiene grandes detractores pero, en el fondo, pocos dudan de que vuelva a ganar las municipales. Algo habrá hecho bien. La ciudad es mejor de lo que era, pese a su vocación de provisionalidad, que se contagia.
Muchos vinimos aquí de paso hace la pila de años. Nuestro proyecto era irnos cualquier día pero, día a día, nos seguimos quedando, eternamente provisionales. Por algo será.
La ciudad provisional
28
Feb
Pues ahí lo tienes en primera página, inaugurando otro bulevar sobre las vías del AVE pero, una vez más, inconcluso, sin las conexiones terminadas…Todo llegará, despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas, dijo el poeta. Y F de la Torre podrá ir lento y remolón. Vale. Mas nadie podrá negar sus logros, a punto de acabar siempre… Al cabo es el principal lo que importa, ¿no?. Es decir, llegar con veintiocho años a V del Trabuco, en 1971, siendo presidente de la Diputación y conceder el premio al embellecimiento de los pueblos de la provincia, que se acuerden todavía y a la entrada del pueblo siga, algo mohosillo ya, el cartel recordatorio. Lo demás es gesticulación inútil y chalaneo, más propios del valle del Betis.
Que Francisco de la Torre es un señor con luces (al contrario que tanto iluminado) que en la política malagueña solo será vencido por los años, no lo pone en duda nadie. Y así, el dibujo de Idígoras es doblemente metafórico: por la torre y por la luz (ciudad de). E Bendodo también tiene su torre. Pero ésta es mudéjar, non de fierro ni francesa…
O sea, paciencia, seña Lola. Saluti e forza Spagna!
Creo que a Francisco de la Torre se le critica con cariño y se le elogia con reservas, como si fuese ya uno más de la familia. Y lo es, sin duda, después de tantos años.
Pero la familia malagueña es como una familia política y ya se sabe que suegros y cuñados ven mejor el defecto que la gracia. En cualquier caso, lo votan como es evidente, prueba de que el Ayuntamiento, como el estilo, no son las siglas sino la persona.
Ésta también es, a veces la ciudad de las luces, y no sólo en Navidad. Pian, piano si va sano e si va lontano. Bien dicho, Winspector!!