Kiev se lo cree

7 Mar

Una guerra contra Rusia es siempre una guerra fría. Una guerra helada a más de quince grados bajo cero. El invierno ruso, que es invierno incluso en verano, congeló las ambiciones de grandes megalómanos como Napoleón y Hitler y fue el arma idónea de destrucción masiva que acabó con sus proyectos imperialistas. Sus aguerridos ejércitos perecieron como pajaritos por el frío paralizante de las crueles estepas rusas que burlaba el fuego de la artillería.
Los romanos que forjaron un imperio por su dominio de la estrategia militar, iniciaban sus campañas bélicas en primavera y así consagraron al dios Marte el mes de marzo, que con sus templadas temperaturas hacia ligero y liviano el paso de la tropa.
Una guerra contra Rusia en invierno no es una buena idea para Europa que, en el ataque, se quedaría a medio gas. Si el sol es una estufa de butano, como cantaba Joaquín Sabina, y Rusia supone el mayor suministro de gas de Occidente, nos vamos a quedar a dos velas y muertos de frío. E igual dará que, en concreto, los españoles recibamos el gas de Argelia. En todo caso, una guerra no es la mejor idea para salir de una crisis. Pero la cosa está que arde; Ucrania clama por liberarse de la zarpa rusa y Putin no está dispuesto a dejar escapar la que todavía es una de sus colonias clave. Sobre todo, a la altura de Crimea donde se encuentra el puerto marítimo de Sebastopol.
EEUU denuncia la represión militar de Rusia en Ucrania y amenaza con penalizar sus violentas actuaciones, que son propias del siglo XIX y quizás se refiere más que al fondo a la forma. Cuando EEUU quiere someter a un país que le resulta rentable por sus recursos, también la lía pero con mayor sutileza y la cosa en vez de guerra, se llama misión humanitaria. Como lo de Irak; no se trata de plantear que uno quiera el petróleo sino de salvar al pueblo del tirano Sadam Hussein y al mundo de las armas de destrucción masiva. Y así, en su papel de poli bueno, principalmente contra el fanatismo islamista, además de salvar al mundo, salva sus arcas con lo que mata dos pájaros de un tiro, nunca mejor dicho.
A Rusia le falta marketing y estilo. Si quería seguir explotando a Ucrania, tendría que haber planteado antes de acosarla de milicos, que lo que pretendía era defenderla de los líderes autóctonos de ultraderecha que intentan tiranizarla. Porque así, en frío, la intromisión de Rusia en Ucrania es difícil de interpretar en positivo y no huele sino a recia brutalidad. Más aún si a ella le siguen las declaraciones de Putin, ese líder tan agrio, que, a falta de carisma, pone tal cara de vinagre que mete miedo para decir lo que sólo puede traducirse; “que no se baja del burro”.
En el contrapunto, los americanos, que saben que la guerra es también cuestión de propaganda, ponen a un líder que vence porque convence con su discurso florido, su gesto amable y su madera de icono. Obama es el símbolo oportuno en la tierra de la libertad y las oportunidades. La prueba de que el esclavo puede llegar a ser amo y cambiar el látigo y el campo de algodón por el cetro imperial y el despacho oval de la Casa Blanca. Un sueño americano muy taquillero al que Hollywood le pone fondo de parque temático a su medida en la gala de los Oscar.
La película ganadora el año pasado fue “Lincoln”, la de este año “Doce años de esclavitud” y esperamos que la vencedora en la próxima edición ponga el tercer pie a la trilogía con otra biografía, por ejemplo, de Martin Luther King para continuar con la glorificación del Obamato en la Casa Blanca. El mensaje está muy claro; Obama representa el último peldaño en la liberación de la esclavitud, gloria, por tanto, a Obama y a los EEUU.
Cierto es que la esclavitud no depende ya del color de la piel, sino del color del dinero, lo que no significa que se haya abolido sino que se ha democratizado. Ahora, gracias a la extensión del capitalismo y las reformas laborales, los esclavos pueden ser de todos los colores. Cualquiera que esté encadenado a un jefecillo déspota del que acepte toda clase de órdenes vejatorias con tal de no ser despedido o a un crédito o una hipoteca que nunca acaba de pagar. Cualquiera que acepte un trabajo basura, el que sale, donde emplee toda su jornada y por el que cobre un salario miserable y que no tenga derecho a pedir condiciones más dignas, porque los derechos de los trabajadores ya han dejado de existir. Un trabajador sin derechos es un esclavo, o sea, cualquiera. Cualquiera que no sea uno de esos pocos megamillonarios mundiales que se han enriquecido aún más con la crisis. Por ejemplo, los del ramo textil que tienen millones de esclavos confeccionando a granel las prendas que vestimos, echándole todas las horas del día a cambio de cobrar una miseria. En países donde nunca llegará una misión humanitaria porque su esclavitud es necesaria para mantener el orden económico mundial. Obama no es Espartaco ¿Kiev se lo cree?

4 respuestas a «Kiev se lo cree»

  1. “Kosovo puede ser el último problema de los Balcanes…pero también el primero de otros problemas.” Así se expresaba, hace siete años, Serguei Lavrov, ministro de AA.EE ruso, viéndolas venir y que ya casi han llegado. Una vez finiquitada Yugoslavia, la siniestra partida de ajedrez continúa por ese trozo de planeta que dobla en extensión a la CE, situado entre el Ponto Euxino y el Pamir, llamado por los grecolatinos las Tierras Hiperbóreas, tan clásicas en la historia como ricas en el subsuelo. El último gran filón para unas almas frías, de voracidad ilimitada y afectas al bandidaje. El todos contra todos, mientras el homo loquax europeo -¿dónde el sapiens? – no ceja y cada vez que se asoma a los medios, su particular caverna, lo hace para abrumarnos. Ahora, a las puertas de Rusia, culpabilizándola de todos los males y de seguir anclada en siglos remotos. Esperemos no acabar ahí mismo, tocando la campanilla y mendigando unos mendrugos, si, finalmente, nuestra etnia no se encuentra entre aquellas de los elegidos de Occidente. Es decir, que antes nos salvamos por la campana que por Obama, en verso infame.

    Tal vez lleva mucha razón Iván Karamazov, cuando dice a su hermano Aliosha: ..”creer a Dios y su sabiduría, su finalidad, que para nosotros son incognoscibles. Creer en nuestro orden y nuestro sentido de la vida, en la armonía eterna; parece que me hallo en el buen camino…sin embargo, como resultado final, no acepto el mundo de Dios”. O que se olvida constantemente de sus millones de desamparados.
    Sobre la Ruta de la Seda, los poderosos parece que traman una ruda lucha caravanera, típica de la conquista del Oeste…
    Que Zoroastro los confunda.

    Buen finde y feliz día de la mujer trabajadora para tod@s.

  2. Somos juguetes en manos de un mundo sin dioses que rigen los poderosos por designios que nunca llegamos a entender y un buen día, valga la paradójica expresión, nos hacen luz de gas sin qué sepamos por qué ni cuándo ni dónde. Si no podemos matar al padre Karamazov porque ni siquiera somos sus hijos legítimos ¿qué nos queda hacer sino ignorar o morir de angustia?

  3. Poco margen de maniobra queda entre la (¿docta?) ignorancia y/o morir de angustia. Habrá que obtinarse en esta última y no resignarse hasta llegar a la desesperación total. Sabido es que yo no soy yo si no estoy totalmente desesperado. A partir de este momento, se dará el primer paso hacia la cura. Mas, las posibilidades en la vida del hombre /mujer son aún incontrolables, toda elección comporta que te puedas equivocar…Qué lío. Pero algo habrá que hacer, ¿no?
    Saludos

  4. Por mi parte no puedo ignorar, uno de mis trabajos es leer los periódicos todos los días. Eso te pone pesimista, pero nunca impasible. Hacer, ¿qué hacemos? Por lo menos, enseñar los dientes, qué menos…

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