“El guantazo a tiempo” vuelve a ser una medida correctiva aconsejable para padres en la educación de sus hijos, según leo en el amplio reportaje de un periódico dominical. En palabras de Emilio Calatayud, autor de tal consejo, “sería bueno que el Estado devolviera a los padres esa posibilidad de corregir a nuestros hijos”, opinión a la que se une el consejero andaluz de Justicia, Emilio Llera, quien cree que “habría que volver a analizar el uso del cachete en último extremo y pensando que el daño que se le causa al menor no es mayor que el que se pretende evitar”. De este modo, los letrados abogan por recuperar a nivel pedagógico la bofetada paterno-filial, de uso tan popular en nuestros tiempos, que luego pasó a ser ilegal después de la modificación del código Civil que realizó el Gobierno de Rodríguez Zapatero, según la cual los padres pueden ser castigados –y lo han sido- por dar una torta a “sus retoños”.
Desde aquel momento, el cachete y como se supone por demás, la colleja o el lanzamiento de zapatilla, que, en tantas familias, fueron normalizadas prácticas para disuadir a los niños de repetir la tropelía, pasaron a ser penalizadas como actos de maltrato al menor. Se trataba de construir una idílica convivencia familiar, en la que el simple poder del diálogo y el argumentado razonamiento corrigiesen las conductas disruptivas de las criaturas. Una utopía que todos hubiésemos celebrado de ser factible, pero que, como toda utopía, se evaporó al contacto con la cruda realidad y llegó a provocar un efecto rebote. Es decir, el guantazo del padre al hijo se trastocó en guantazo del hijo al padre y la violencia a la inversa volvió a campar por sus fueros hasta convertirse en una lacra social con presencia tangible en los Juzgados. Según los datos, “alrededor del 25 % de los casos de Juzgados de Menores son ya por maltrato de hijos a padres”. Hablamos de casos extremos, pues sólo en casos extremos, los padres se deciden a denunciar a sus hijos o, simplemente, a pedir ayuda. Para entonces, la cosa ya no es un simple guantazo sino una paliza casi homicida de la que las víctimas salen con cara, cuerpo y alma destrozados. El silenciamiento de esta violencia filio-paternal, explicable por lo dolorosa y vergonzante, ha permitido que ésta vaya creciendo hasta lo insostenible, como otrora ocurrió con la violencia de género. A tal punto que Emilio Calatayud, campechano Juez de Menores de Granada, célebre por sus condenas pedagógicas y ejemplares, vuelva a reivindicar el guantazo como medida correctiva en la educación de los menores, así como la recuperación de la disciplina y la autoridad paterna –quien dice paterna, dice materna-. El letrado como juez de menores y como padre, después de tantos años de experiencia, ha llegado a concluir que la figura del padre-colega no funciona. “Yo no soy el amigo de mis hijos porque los dejaría huérfanos”, declara como anticipo a su libro “Buenas, soy Emilio Calatayud”, que publicará la editorial Planeta el 4 de marzo.
Mientras tanto, se le puede oír en aplaudidas charlas, donde con su habitual y franca cercanía, despierta la simpatía, en especial, de esa abundante generación, víctima siempre de algún autoritarismo.; “como hijos hemos obedecido a nuestros padres y como padres obedecemos a nuestros hijos” y presenta situaciones en las que la concurrencia se siente reflejada y tal vez consolada “Antes si el profesor te expulsaba de clase, tu padre te decía, algo habrás hecho, y te daba un guantazo. Ahora si un profesor expulsa a tu hijo, vas con tu hijo de la mano a buscar al profesor y montársela juntos”.
Las conclusiones de este juez, conocido y reconocido por su efectivo progresismo, coinciden con las de los pedagogos y psicólogos de última hornada; hay que aprender a decir no y poner límites al niño desde la más tierna infancia. “Cuando el niño bonito de la casa cumple ocho años y ya no hay quien pueda con él, está claro que con quince será el sheriff y te va a sacudir”, advierte. Precisamente, lo que llaman los psicólogos, “el síndrome del emperador”.
En definitiva, esta inversión de roles, como se ve, no hace felices ni a padres ni a hijos. Sin autoridad paterna –o materna- el hijo acaba errante en una permisividad que incluye drogas y alcohol y lo autodestruye. Eso hace posible esta dramática historia del adorable pequeño que, de repente, sin dejar de ser menor, llega a los cien quilos y el metro noventa de estatura y le revienta la cara al padre por no dejarle “fumarse un porro”.
Me cuentan también otra realidad cercana de un abuelo que se pasa el día errando por la calle porque tiene miedo de volver a casa y enfrentarse con sus nietos que, a su corta edad, ya le escupen y le pegan y cuando quiere reprenderlos, es regañado por sus padres, o sea, sus propios hijos. Esto nunca sería concebible en una familia gitana, pues se educan en el respeto a sus mayores. Habría que aprender esta lección de ellos.
Cuando el niño pega al padre
31
Ene
Y vuelta la burra al trigo. O se pasan o no llegan. Se llamen Zapatero, Calatayud, Gallardón…¿cómo se puede transmitir tanta inseguridad a la ciudadanía, el continuo bandeo? Además, que van por libre y a su bola. Hoy toca esto, mañana Dios dirá, que igual a los políticos – educandos les da por convocar dentro de un rato manifas del pásalo para liarse a pedradas contra el partido contrario…¡Y los gobernantes españoles se llevaban las manos a la cabeza cuando el entonces Ministro de Escuelas, Infancia y Familias, de Gran Bretaña, Ed Balls, ante una asamblea conformada por los principales sindicatos de educadores de Inglaterra, dio a conocer, en los primeros días de mayo de 2010, un documento que expresaba la necesidad de autorizar al profesorado el uso de la fuerza y actuación inmediata de la policía para controlar la conducta de alumnos “revoltosos”!. Ahí queda eso, querida Ex – paña. Los británicos, al menos, dan sensación de unidad a sus compatriotas.
Si a mí también me parecía estupenda aquella iniciativa del juez Emilio Calatayud, condenando con ejemplaridad pedagógica y todo eso tan de ágora y tiempos de paz. Pero aquí nadie se bajó al ruedo a fajarse, que no hay nada como ver los toros desde la poltrona palaciega o desde casita, donde nunca ocurre nada y el único peligro (aunque grande) es la programación televisiva. Habrá otros, claro.
Saludos
Winspector, te contesto con palabras de Emilio Calatayud, el verdadero experto y más porque ahora habla desde la experiencia y no la teoría. Los años nos hacen prágmaticos. Ahí va ese vídeo
Sí, parece – y ya era hora – que se está tomando conciencia de la gravedad del problema; e incluso un “hermano mayor” televisivo anda por ahí desfaciendo entuertos familiares, donde la violencia psicofísica contra los progenitores es abundante. Bien, va. Aunque teorizar hasta el infinito sobre esta cuestión, como se ha venido haciendo hasta ayer mismo y filosofar sobre los derechos de los hijos, del menor, en tanto ha habido bonanza económica y con ella paz social, relajó en demasía otros conceptos (autoridad, respeto…) Y quién sabe si, buscando el voto del diálogo y el pacifismo, se olvidaron de todos los demás; es decir, de aquellos que solemos llamar, rumbosamente, “valores” y, al igual que pasó con la inesperada crisis, nos ha cogido desprevenidos, con el paso cambiado, qué sé yo… La pregunta es: cuando se es joven, fuerte, sano, ¿quién necesita sobreprotección? Pues, a primera vista, parece que demasiados y sin haber presentado solicitud.
Obviamente, cosas de la edad, nos volvemos pragmáticos, desvalidos e inseguros; se prefiere la solidez a lo accesorio y por ello entusiastas seguidores de Ockham, su navaja y su practicismo y relegamos a lo estrictamente literario a Turgueniev y sus aguas primaverales…Y agradecidos, que literatura y vida son indisolubles, no como otros…
Hablando de todo, se pregunta uno si, después de más veinte años, tiempos de F González, esta canción del querido grupo Académica Palanca (Me llaman mala persona) sigue produciendo las mismas sensaciones de entonces o, por el contrario, debería ser retirada porque incita a la violencia más bestial. O que, en su defecto y ante la ausencia de límites de ayer y hoy, no la pongan en horario infantil.
http://www.youtube.com/watch?v=s9sItsn3Tw8
Buenos días a tod@s
La educación en la paz y contra la violencia de género, ha dado chicos muy violentos; contra sus padres, parejas y amigos. Cada día hay noticias inquietantes, incluso hoy mismo al respecto, algo ha fallado y hay efecto rebote. Y lo peor es que se silencia el problema hasta que es insostenible y estalla por sus costuras. Los padres no hacen bien con ese nivel de permisividad que manejan en casa, pues el hijo sin límites acaba en lo peor; contra ellos y la sociedad. No hay que confundir autoridad con autoritarismo y la primera es necesaria. Lo dicen los datos.
El vídeo no tiene desperdicio, pero por qué no se se ha reflejado ni en canción ni en similar la violencia filio-paternal; hay tabú, ya me costó encontrar la foto de la entrada. Lo que dicen los psicólogos, hasta que no se admite el problema, no se puede empezar a solucionarlo.