Literatura y fotogenia

18 Oct
Alice Munro
No hay fisuras al considerar de justicia el premio Nobel de Literatura que ha recaído este año sobre la escritora canadiense, Alice Munro. La unanimidad en este juicio ha sido tan notable, que incluso participan de ella los que no han leído ni un solo título de la autora, lo cual no es un hecho extraordinario, ya que los libros publicados por dicha escritora no son muchos y la mayoría son de factura relativamente reciente, pero, ciertamente, hay motivos extraliterarios que justifican esta unanimidad, tales como que Alice Munro es mujer y ello ennoblece a un premio que tan recurrentemente ha recaído sobre hombres. Por supuesto que no voy a criticar el hecho de que el Nobel tenga nombre femenino, aunque, puestos a ello, considero como Clara Sánchez, recién galardonada con el premio Planeta, que mejor le hubiese valido a Ana María Matute, que, además de mujer, tiene una sólida y larguísima carrera literaria a sus espaldas, a tal punto de ser, desde los cincuenta, un clásico de la literatura universal.
Ingenuamente, algunos tendemos a creer que hombre o mujer, el acreedor de un Nobel de Literatura ha de ser una persona que ha dedicado toda su vida en cuerpo y alma a la vocación literaria y no aquella que escribe a salto de mata en sus cuatro ratos libres, que es como se ha presentado a Alice Munro en las numerosas entrevistas de las que, a tenor del evento, la ha hecho objeto la prensa internacional. Al hilo de ellas, el lector puede interpretar que la Munro era un ama de casa que mataba el aburrimiento en su tiempo de ocio, dándole a la tecla, igual que otras lo hacían tomando café y jugando al bridge con las amigas. Seguramente que no es del todo así, ni de un modo tan fácil ni tan casual –ningún producto literario llega a tener calidad si no se le aplican muchas horas de esfuerzo- pero, según lo leído, a una se le figura que la Munro estaba friendo unas empanadillas de Móstoles y, en lugar de llamar a Encarna, se le ocurrió escribir un relato y así, a tacita a tacita, ganó el premio Nescafé- o sea, el Nobel-.
En realidad, lo que nos cuentan de la flamante Nobel no es nada nuevo, nada que no salga semana a semana en los dominicales; la fantástica historia del hombre o la mujer común que un día cualquiera por un mágico azar se embarcaron en alguna aventura artística y, al poco, con fama mundial, ya estaban vendiendo discos, cuadros o libros como rosquillas en París, Londres y Nueva York. La fama ha sustituido a la religión como opio del pueblo con la ventaja de que no es necesario morir para llegar a ella, pues, según se vende, es en el propio reino de la tierra donde los últimos llegan a ser los primeros. Se trata, en realidad, de una falacia, a la postre, dolorosa porque los que llegan siempre son muy pocos y nunca por casualidad y la mayoría, a mitad de camino, se queda anclada en una continua frustración sin consuelo. El éxito no es materia fácil por más que se empeñen en demostrarlo los manuales de autoayuda o las revistas dominicales a todo color en sus páginas satinadas. Si hablamos de éxito femenino, podríamos concluir que, además de talento, hoy por hoy, hace falta imagen. Tanto da si son políticas, cantantes, escritoras o incluso militantes feministas. Nada más había que ver a las componentes del grupo “Femen” invadir el congreso con sus pechos perfectos de chicas de “Fa” y sus coronas de flores a lo Cicciolina como iconos de un neofeminismo más de forma que de fondo que se diría que se vende en la planta de señoras de El Corte Inglés.
La industria de la literatura que se ocupa del ocio y también del negocio no es ajena a este fenómeno de marketing y procura que, en la solapa de los libros, luzcan guapas las autoras. Una imagen vale más que mil palabras y, sobre todo, vende más. Hay escritoras- y escritores- que duran dos telediarios pero todos se quedan con su cara. Y con su libro.
Pronto Alice Munro será leída de modo masivo por ser Nobel, mujer y ama de casa. No, por casualidad, las amas de casa de cierta edad son el mayor público lector en el mundo. Habrá otras razones de peso, no digo que no, pero también primará su imagen que es impecable. La Munro parece una de esas muchachitas con el pelo teñido de blanco que se hacen pasar por ancianas para promocionar viajes para la tercera edad o compresas para las pérdidas de orina.
Con todo y con eso, sigo sosteniendo que si el premio Nobel de Literatura atendiese a la calidad literaria como, exclusivamente, debería atender, habría de haber recaído sobre Ana María Matute. No por ser mujer sino porque es una escritora de la misma talla que Vargas Llosa o García Márquez y mucho mejor que Gao Xingjian del cual no encuentro otro mérito para tal galardón que el de ser chino y anticomunista. De este modo, no se diría que el Nobel ha sido para una mujer, sino, simplemente, justo.

10 respuestas a «Literatura y fotogenia»

  1. Simone de Beauvoir -una mujer escritora- en «El segundo sexo» viene a explicar con inmaculada precisión el porqué hay tan pocas mujeres en el mundo del arte; además, el porqué las que hay no son buenas. Saludos.

  2. ah!PERO CLARA SÁNCHEZ Y ANA MªMATUTE NO TENÍAN YA EL PLANETA?.
    CUANDO SE ENTREGA UNO A UN TRABAJO A TIEMPO TOTAL,REMUNERADO O NO,NO QUEDA TIEMPO PARA ESCRIBIR LITERATURA.ALICE MUNRO SERÁ AMA DE CASA DE PACOTILLA,COMO LA SRA. MARPLE,O CUESTIÓN DE MARQUETING.HABRÍA QUE EMPEZAR LEYÉNDOLA,SERÍA LO DECENTE.
    ¿QUIERES DECIR, LOLA,QUE NUESTRA ANA Mª MATUTE TIENE MALA IMAGEN?

  3. Si, ¿verdad? hay que ver cómo han cambiado los tiempos desde Beauvoir. La presencia de la mujer es notable en el mundo del arte, incluso cuando tienen mucha calidad, aunque la calidad, desde siempre, no es el criterio de la mayoría.
    A mí, Ana María Matute, me parece guapísima, pero quizás su literatura desconcierte porque no se ajusta a un rol. O sea, no escribe literatura femenina. Su obra no se puede asociar a más signo que el de la excelencia, que es universal y asexuada.
    Bueno, las amas de casa también leen mucho y escriben. Como la autora de «Cincuentas sombras de Grey»…

  4. En este mundo nuestro ya es aventurado hablar de justicia en cualquier ámbito y la concesión del Nobel de Literatura no iba a ser menos. Cuando se lo concedieron a Echegaray, a principios del siglo pasado, también se creyó excesivo. Pero entonces las mujeres escritoras se contaban con los dedos de una mano. Y del XIX hacia atrás, ya hay que empinarse para ver algo. Veo lógico que concurran determinadas circunstancias, a las que la mujer tenga que amoldarse, porque tal vez no exista otra senda para seguir caminando, tras haber conseguido avanzar unos metros. El caso es andar.
    Si en 1971, pongo por caso, recta final del franquismo, en las carteleras de España hacían furor “Love Story” o “Adiós cigüeña…”, la economía doméstica se mantenía, mal que bien, (en proporción, mejor que ahora) gracias al trasiego de turistas y de emigrantes, Viberti encandilaba a la afición malaguista…Pues todo eso no era nada comparado con lo que estaba ocurriendo en Suiza, siempre tan recurrente: por primera vez en su historia, las mujeres accedían al sufragio universal, al derecho al voto, para elegir a sus gobernantes. Hasta entonces había sido cosa exclusiva de hombres e, irónicamente, gracias a ellos, a que las tres cuartas partes votaron a favor, pudieron conseguirlo. Pero fue el otro día, cuando todo el mundo juraba y perjuraba que nos adelantaban en cuarenta años. Medio siglo antes, años veinte, qué hubieran opinado Victoria Kent o Clara Campoamor a ese respecto. Y, si me apuran, Miguel Servet en Ginebra, a propósito de Calvino y los suyos que, por descontado, siguen ahí.
    Saludos

  5. No hay problemas en premiar a las mujeres que cumplen con el estereotipo femenino, pero sí todavía prejuicios al valorar a las que pisan un terreno hasta ayer reservado al varón. Esas dan mucho miedo y hasta provocan reacciones violentas ¿Qué hay de la jueza Alaya?

  6. Buenas noches,

    Ciudadanos de a pie he conocido intentando abrirse brecha en el mundo de la escritura, literatura es otra cosa distinta. Una Sra. que me es cercana, tanto que está en mi familia, ya pisando o cerca de los setenta, le dio por escribir, que Dios nos coja confesados. Escribía de todo, a medio camino entre el Poeta extremeño Chamizo en cuánto a la ortografía y el Sureño Nobel Faulkner en la propina que hacía de la gramática. Unas patadas que le endiñaba a la RAE, de infarto más tiesa que la mojama se hubiese quedado hasta Lola Clavero, que al parecer está curada de espantos en cuánto a esa rama de su oficio de letras se refiere. Casi me aventajaba en aquella ruptura. A mí me gustaba, confieso que solo a ratos, no por mi admiración hacia su literatura, sino por su estrategia para que la leyesen. Que no me quieres leer mis escritos, luego no te quejes si cuento verdades de ti. A las nueras las ponía bien, a los yernos peor, además con verosimilitudes, para que no la pudieran rebatir. Claro, el que no quería ver su traje en el papel, se aplicaba en la lectura del cuaderno DIN A4 de la Sra. de esos gordos de Oxford o como se diga, que la Sra. los terminaba manuscritos en un periquete. Alguno intentaba simular la lectura, pero la Sra. de vuelta y media de mucho conocerlos le interrogaba sobre el contenido, y si la respuesta no le era convincente, hala, ya aparecía días después entrajado entre las páginas del gordo cuaderno, no sin una buena propina. Hasta el que suscribe tuvo que poner tierra por en medio para no aparecer demasiado en aquellos densos cuadernos. Para fortuna de todos, más aún para las nueras, aquella afición se le fue yendo a la escritora…..

    Conozco otra Sra. conocida y compañera de trabajo de cuando éramos empleados para el patrón de otro maizal.; es otra historia, lleva publicadas cinco o seis novelas….ya lo diré, menudo mérito la Sra….

    De Alaya dicen que no le tiembla el pulso cuando manda escribir, y manda bastante, ya con las fianzas tiene para tomos…que no será del todo….

    Saludos a todas/os

  7. Lo acontecido recientemente con la jueza Alaya es el ejemplo perfecto de que, en el fondo, poco o nada ha cambiado. Aquellos que se personaron para insultarla (bien comíos y bebíos, gracias a sus sueldos más las subvenciones político sindicales – desaparecidas en buena parte y es el mangoneo que se juzga – todo ello surgido de mis impuestos, que son los de todos) en principio se les supone educados, dotados de un cierto nivel cultural y de unos conocimientos éticos, que deben trazar la frontera entre ellos y la España inmortal de cabreros y gañanes. Pero no. Con gritos bajunos y rebuznos, de canija y fea no la bajaron, al estilo de los mozos más cerriles y despechados de la plaza del pueblo, durante las fiestas de hace cincuenta años. Algunos, al verse ante las cámaras, incluso levantaron el puño en honor a un pasado, glorioso quizá en su momento, pero totalmente fuera de lugar hoy día y menos para reivindicar la defensa de presuntos defraudadores. Eso nunca fue lo pactado. Pues si estos, que son los que llevan a gala la defensa de la libertad, la igualdad y el progreso, se comportan de semejante forma con una mujer, sea o no jueza ¿qué dejan para los analfabetos? ¿Son, acaso, el ejemplo a seguir, aunque sea por camaradería? Negro lo veo.
    Quintiliano, una retirada a tiempo sigue siendo una victoria, por lo que puedo leer ( y de lectura obligada se trata)
    Saludos Lola, Quinti.

  8. Buenos días,

    Efectivamente Winspector suscribo todos tus apelativos a esta gentuza. Además, para mí que hay que ser cateto, pero muy cateto, en términos penales, cateto en grado máximo, para llamar fea a esta Sra. De menudos modelitos salían aquellos melodiosos improperios, manda webs….

    Saludos a todas/os

  9. Quintiliano, qué historia más divertida la de esa familiar de usted con su tardía pero tenaz vocación literaria. Hacía tiempo que no me reía tanto…
    Los escritores noveles pueden llegar a ser muy peligrosos y no te digo ya, si se trata de tu propia suegra, ¿no me digas que era tu suegra? Eso le da un toque a lo Rafael Azcona que es para guión. Si lo escribes, no me lo pierdo y, en fin, que yo hasta me leería lo de esta señora, que no debía tener desperdicio… ¿y esa compañera de trabajo? ¿seis novelas? ¿y qué tal las novelas? ¿cómo se llama? La curiosidad me mata…suelta prenda, por favor…estoy en vilo.
    Winspector, tienes toda la razón del mundo. La brutal escena me produjo un ataque agudo de vergüenza ajena.
    O sea, cómo no encuentran otro descalificativo para la señora, la llaman «fea», que es, según sus cortas luces, el peor insulto que puede oír una mujer. Además de garrulos, machistas y del todo errados. Precisamente, la Alaya…fea…Debieron creerse que el juicio era el juicio de Paris y ellos los perfectos árbitros de un concurso de belleza. Claro, como están ahí por la cara, se las dan de guapos. Qué nivel.

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