El vergonzoso en Palacio

11 Oct

Todos conocemos el membrillo de Antonio López por la película de Víctor Erice, “El sol del membrillo”. La trama de esta película giraba sobre la impotencia del meticuloso pintor manchego para pintar ese fruto, tal y como se le había aparecido a López en su huerto bajo el sol preciso de un instante, como todo instante, irrepetible. Por las mismas causas, más aún, puede explicarse el misterio por el que el tan célebre y dotado pintor no llegue a culminar el retrato de la familia real que comenzó hace ya diecisiete años, tomando como punto de partida unas fotos tomadas a dicha familia en 1992. El paso del tiempo, con su grave carga de infortunios, ha hecho que aquella familia real de principios de los noventa, a día de hoy, parezca imaginaria. Entonces la corona española brillaba en su punto álgido de prestigio, el juancarlismo era saludado por los españoles, incluso republicanos, como el modo perfecto de monarquía y las infantas aún solteras se auguraban sensatas e incapaces de llegar a completar el retrato con la clase de vividores y delincuentes advenedizos que tomaron por esposos y sirvieron luego de comidilla a la prensa del corazón y a las páginas más sombrías de la crónica política nacional. Del Príncipe Felipe, estrictamente educado al respecto, se esperaba que, si no demasiado temprano, emparentase con alguna heredera de sangre azul y no con una plebeya presentadora de telediarios.
La familia real, en fin, que Antonio López empezó a pintar en 1996, fue el fruto de un momento histórico, como todo momento caduco, un momento antes de que, en el retrato, comenzaran a aparecer las primeras grietas y sobre la aureola de respeto que envolvía a sus figuras, proyectasen nubes cargadas de tormenta.
Puedo imaginarme la impotencia de Antonio López en la estancia del Palacio Real donde pinta su retrato, intentando dar vida a una familia que ya no existe o que, posiblemente, ha tomado vida propia bajo el pincel del visionario manchego. Si hay algo que caracteriza a la pintura de Antonio López hasta hacerla inquietante, es que capta la realidad hasta profundizar en detalles que escapan, normalmente, al ojo humano. Por eso, sus lienzos parecen teñirse de presagios y revelaciones. Y de vida; sus personajes parecen respirar y hablar a quien los contempla.
Puedo imaginarme el sobrecogimiento que debe experimentar Antonio López al abrir la estancia del Palacio Real donde su retrato envejece como lo hacía el retrato de Dorian Gray y su pudor a mostrarlo al público; qué altos secretos de estado no habrán escrito sus pinceles. Y cómo desdibujarlos e intentar recuperar el esplendor del juancarlismo sin que se noten las huellas de la caída. La caída del Rey en Botsuana más que física fue moral; la veda abierta para que los vítores al monarca se convirtiesen en abucheos. Las masas en este país, como en cualquier otro, tan tornadizas, con igual energía, hunden en el fango al personaje que ayer no más sacaban en hombros. Y así ése que ayer se aparecía como un soberano héroe de la democracia es ahora un anciano que deambula de hospital en hospital clamando piedad para su cadera. Los impíos lo odian, los piadosos sienten pena, que es lo peor que se puede sentir por una persona, más todavía si es Rey.
Debe ser un conflicto pintar en su esplendor una monarquía que está en su decadencia. Velázquez, considerado predecesor de Antonio López, también como pintor de cámara real, se vio en el mismo brete y lo resolvió con inteligencia judía. Por una parte, se sentía comprometido por su gran amistad con Felipe IV, impulsor de las artes pero muy mal gobernante, por otra, su compromiso era mayor con la historia a la que no podía mentir. Por eso, cuando se dispuso a pintar la familia de Felipe IV, no la pintó como él mismo la veía, lo que podría haber ofendido al Rey, sino como objetivamente la podría ver el propio Rey y cualquiera –dudo que esta idea fuese del propio monarca como se defiende-. Así “La familia de Felipe IV” se explica del modo siguiente; un pintor con dificultades para pintar a dos reyes que, por lo poco que pintan, salen borrosos en un espejo, una niña, rodeada de su corte de aduladores, que no sabe muy bien qué esta pasando allí, dos bufones enanos que entretienen al personal de asuntos más serios, un mastín que duerme la siesta como si nada y un aposentador al fondo que no se decide a entrar, tal como pinta la cosa. “La familia de Felipe IV” es una familia real y muy poco soberana. Pintada, con todo el respeto, parece casi una broma. Y, sin embargo, con ella, Velázquez, consiguió lo imposible; quedar bien con el Rey y con la historia. Era un genio.

13 respuestas a «El vergonzoso en Palacio»

  1. Buenos días,

    La voluntad y la pasión van de la mano, normalmente. En todo, en la escuela, en el trabajo, en la afición, en los preámbulos y hasta en junteras de cama. ¿Por qué no habría de ir en la pintura?. Si aquél que también pinta (con rulo de vara de cuatro metros) cuando es en su casa le cae más en pared que en el suelo, por qué será que en habitáculos de su madre política todo va al suelo, y claro, ante las evidencias ni le dejan.

    Otros, somos de natural actores de teatro, pero no del teatro-teatro, sino del de la vida. Siempre actuamos. A algunos se les da bien, y quedan mejor. Velázquez, tal vez. En este país estamos muchos de ellos.

    Ni que decir tiene que a D. Antonio López la pasión se le ha aflojado ante el cuadro que tenía delante -otros se aflojan por otros motivos-. Si así nos ha ocurrido a todos con solo saber del contenido del cuadro, ya no digamos si lo hubiésemos de pintar, por qué se iba él a librar de la quema. Tal vez la causa de la no-pasión de D. Antonio no esté en él, o sí, o tal vez en el retratado. Cuánta pasión de los otros a estas alturas, lástima me da ver al anciano intentando remendar, oh, pobre hombre con muletas y dolorido, ahora está a todas; ya mismo le vemos saltando desde un helicóptero con un casco de combate y una ametralladora al hombro. Si la hubiesen aplicado antes, también en encarrilar a los que le rodean, tal vez D. Antonio hubiese tenido otro cuadro que pintar, y de fácil, terminado hace muchos años.

    P.D. Flor y nata de qué. Se le da a Ud. muy bien la sorna, Lola. Si supieras que veo molinos, te ibas a hinchar….

    Jau….saludos….me voy a regar…

  2. Velázquez no era un pelota. Se las arregló muy bien para escaquearse de retratar una gloria real que no existía. Goya, sin embargo, se enfrentó al encargo de frente y pintó una familia de Carlos IV que era un puro libelo político, como el que Quevedo deslizó bajo la servilleta de Felipe IV en un banquete. Velázquez se llevó la cruz de Santiago, Quevedo la cárcel y Goya el exilio ¿quién lo hizo mejor? y ¿qué ejemplo tomará López? Ni él parece saberlo…Qué difícil es la crítica si uno no domina la metáfora o los símbolos como Buero Vallejo, en fin.
    ¿Ves molinos? ¿Es eso también una metáfora? Estamos en ascuas, Quintiliano…

  3. …lo de los molinos es al hilo de tu comentario en el artículo anterior; de cuando me nombras, sin preámbulos ni remiendos, algo así como flor y nata de las letras occidentales. Apelativos que solo supe u oí del gran Cervantes, y ya sabemos lo que llegó a contar de aquél que vio gigantes cuando solo había molinos….

    …ni que decir tiene lo que puedes llegar a contar de mi persona, ya digo, si supieras que solo veo molinos donde hay personas que dicen -en metáfora- ser gigantes, más sabiéndote amiga de la sorna, no, sorna no -es palabra algo grave-, mejor del afinado chascarrillo con un toque burlesco….que tan bien se te da…

    Dónde anda el ilustre Winspector, él sí que es grande de las letras, si desmejorar a las damas de este lugar….

    Saludos a todas/os.

  4. Más que Cervantes, yo te veo como el Virgilio de Las Georgicas, ocupado en sus labores agrícolas, si bien él aún no regaba maizales, pues todavía América era tierra ignota.
    En cierto modo, eso era un motivo de tranquilidad para la humanidad. El imperio romano la liaba parda, pero las armas no eran de destrucción masiva.
    Yo también molino, sobre todo, cuando veo los informativos, pues la cosa es para mear y no echar gota.
    Si tú eres Virgilio, Winspector es Tácito. Últimamente está de lo más taciturno…

  5. Opino que tiene que ser difícil, para alguien como Antonio López (“con la obra nunca se acaba sino que se llega al límite de las propias posibilidades”) ver alumbrar la síntesis de su trabajo, cuando debe hacer encaje de bolillos con la realidad, lo que es y lo que debe ser…y transmitirlo de un modo tal que sea comprendido. Agotador. Pocos espíritus llegan a sintetizar saber y ética, de ahí que los elegidos sean intemporales: nunca tendrán edad, como el mismo Velázquez , ese genio sevillano que, siendo andaluz, tal vez se decantó más por la pasión que por la verdad y le salió de maravilla.
    Digo esto y debo decir también que es harto difícil publicar algo en el blog desde esta mañana. Imagino que será cosa, como siempre, de ese duende que algunos solemos llamar “el ministro del aire”:
    Pues si el ministro del aire
    piensa que voy a asustarme
    por ver un óleo de Goya
    o un gran lienzo de Velázquez
    ni merece ser ministro
    ni que su reina le hable

    A ver si sale ahora y un abrazo para vosotros.

  6. Anda, se ha asustado. Quintiliano, eres un gran bromista
    Venga, aciértame esto que tiene algo de bucólico-pastoril:

    “Lo que un pastor vio en la montaña
    es lo que el rey no ha visto en España;
    Dios, con su gran poder
    tampoco lo pudo ver”

    Un saludo, Lola, Quinti

  7. Tengo la cabeza a vueltas
    con la tal adivinanza,
    qué es lo que ha visto el pastor
    que no puede ver ni Dios
    y aún menos el monarca.
    Yo reclamo al adivino
    que lo resuelva con tino,
    ya sea o no Quintiliano,
    de la astucia soberano,
    ¿quién será con artimaña
    que descubra la alimaña
    que se esconde en la montaña
    y aún no se ha visto en España?
    Sólo lo sabe el pastor
    y seguro Winspector.
    Yo de tamaño acertijo
    juro que no entiendo un pijo,
    venga el adivinador!!!

  8. Efectivamente, esta adivinanza es de lo más tonta, por la de vueltas que se le dan a la cabeza para nada. Y lo mejor: ningun@ de los que la proponían, hace decenios, tenía la respuesta. Pues a ver si me sale en verso, con moralina incluida, ya puestos…

    Si Dios es solo unicidad
    sin doblez cartón ni trampa,
    irrepetible en su igualdad,
    así como rey de España
    tenemos uno y no más,
    ni en llano ni en montaña
    se van a encontrar jamás.
    Sentencia que no empaña
    lo que el pastorcillo vio:
    era su socio de cabaña
    que es decir otro pastor.

    Así de simple y todo
    deidades y realezas
    lo complican a su modo
    por no bajarse a la tierra.

    Buenos días a tod@s

  9. Era pequeño el pastor,
    no lo veía ni Dios
    ni el Rey que por elegante
    cazaba los elefantes
    y desdeñó la montaña
    de perdices en España
    y por no ver, no veía
    de esa grande caçería
    que por sus fueros hacía
    el malandrín de su yerno,
    que aquel duque malhadado
    que se decía em-Palma-do
    tomaba muchos dineros
    a cuenta de su ducado
    y a su suegro le decía
    fuer es de irte a Botsuana,
    que yo en España faré
    cuanto a mí me venga en gana,
    yo me rasco la banana
    que es mi grande capital,
    que assin casé con infanta
    como sabe toda España
    y afané mis dinerillos
    con sólo hacerle chiquillos,
    yo me voy con mis ahorrillos
    a invertirlos en Suiza
    y luego me largo a Ibiza
    a fumarme unos porrillos,
    que no me has visto venir,
    si no ves al pastorcillo…

  10. A modo de conclusión
    podemos decir sin más:
    El pastor tiene su igual
    no así el rey ni Dios
    ¿cómo se van a encontrar?
    siendo UNOS vienen largos,
    ¡cuánto más si fueran dos!

    Pues menos mal…

  11. jeje, se ve que mi intelecto está mermado, Winspector. Casi ni me entero con la respuesta delante.

    A mí que no me alejen de aquél acertijo de negro por fuera y verde por dentro, y que no es una berenjena, y que a veces le llaman cuervo. ¡Mala leche la que se gasta el pueblo aldeano!…..

    Saludos a todas/os.

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