La memoria histórica es, como toda memoria, selectiva. Tanto que, a día de hoy, se entiende como el esforzado empeño que tienen algunos por reavivar el recuerdo del capítulo más lamentable de nuestra historia. No estaría en contra de la memoria histórica, si ésta se extendiese a toda su globalidad, remontándose incluso a la lista de los reyes godos; una lista muy desprestigiada en la pedagogía de las últimas décadas, precisamente, por suponer un esfuerzo inútil de la memoria, que dicho, sea de paso, ha sido bastante proscrita en las metodologías educativas a partir de la LOGSE, por más que, en muchos casos, se trate de una herramienta imprescindible. Más aún en el estudio de la historia que, desvinculado de la retención de las fechas precisas, se convierte en un tremendo desbarajuste. Valga la memoria, pues, e histórica, que es casi un término redundante, pero valga de principio a fin, desde los celtíberos a fecha del corriente y no sólo para un episodio concreto que, redivivo, rescata los peores sentimientos de los que son capaces los españoles y que, mejor o peor, hace ya una friolera de tiempo escribió su última página. “Españoles, Franco ha muerto”, lo dijo un señor muy antiguo en blanco y negro con llorosos ojillos de gorrión en unas imágenes de archivo que saca la televisión cada año y al que únicamente reconocen los sospechosamente viejunos, cada vez menos, por cierto. Las nuevas generaciones, cada vez más, han nacido y crecido sin constancia biográfica de la guerra civil ni aún de la larga dictadura y no resulta factible que vayan a implicarse en los rencores y bilis y traumas consecuentes de unos hechos que simplemente y, por fortuna, no han vivido, por más que se les quiera inculcar una memoria que no tienen. “Españoles, Franco ha muerto”, lleva diciendo treinta y siete años en televisión ese hombre cada vez más antiguo, pero algunos no se resisten a aceptarlo como si, secuestrados por su recuerdo, padeciesen un agudo síndrome de Estocolmo, incomprensible para los menores de cuarenta años y muchos extranjeros. “Españoles, Franco ha muerto”, debió exclamar indignada Christine Picasso cuando vio en el Museo Picasso de Málaga la exposición “Viñetas en el frente”, inspirada en la colección picassiana, “Sueño y mentira de Franco” y, me perdonen, pero la entiendo. Con este onanismo morboso del pasado no se construye el progreso.
Por eso, me inquietan estas vueltas y revueltas a la Guerra Civil que suelen darse cuando la izquierda se queda sin mayores argumentos que ofrecer, precisamente ahora que parecían dar sus brotes verdes líderes de nombres primaverales; Antonio Mayo, quien será edil de Antequera y el nuevo coordinador de IU en Andalucía, Antonio Maillo, por quien siento simpatía al haber sido, como yo, profesor de latín en Aracena, y por manifestarse en sus declaraciones como hombre lúcido y sin prejuicios.
Pero, en tanto, aquí en Málaga, donde intentamos olvidar los desmanes de la alcaldesa de Manilva, nos contraataca otra polémica de memoria histórica de la mano de IU, no vayamos a distraernos con asuntos de mayor enjundia. Parece de urgencia, según defiende Moreno Brenes, cambiar de nombre el hospital Carlos Haya, pues era éste un aviador al servicio de Franco. Sin desmerecer del respeto que siento por Moreno Brenes, me posiciono en la opinión de mi colega, Ignacio Castillo; ese cambio de nombre es inútil e innecesario porque Carlos Haya –o, más bien, “Carlos de Haya”- para casi todos los malagueños no es un aviador franquista, sino de toda la vida el nombre de un hospital como Emilio Prados el nombre de un instituto y Estébanez Calderón el nombre de una calle. Puestos a la memoria, más valdría recordarle al personal quiénes son sus hijos ilustres y no los pródigos. Si hay que saber quién es Carlos Haya, que se sepa también quién es Salvador Rueda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y Estébanez Calderón, por ejemplo. Eso sí que es urgente y no es menos parte de la historia. La memoria histórica debería abarcar todos los momentos y los nombres de la historia y no ser tan desmemoriada en todo lo que no sea buscar argumentos para el rencor y el enfrentamiento, eso sería hablar entonces de “memoria histérica” y, digamos, de falta de horizontes. Españoles, Franco ha muerto; vayamos a otra cosa, porque hay vida después de los setenta, aunque la nostalgia haya anclado algunos en esa gloriosa etapa de la barba hirsuta y los pantalones de campana, que es lo que se piensa cuando se vuelve a prever que en el ejercicio de literatura de Selectividad puede caer un fragmento de “Tiempo de silencio” de Luis Martín Santos o “La verdad sobre el caso Savolta” como si no se hubiera escrito nada desde entonces y los alumnos congelados fuesen los mismos de hace treinta años.
La novedad, sin embargo, de los últimas convocatorias ha sido agregar la lectura obligatoria de “Los girasoles ciegos” para examen; un libro de relatos ambientados en la Guerra Civil, el único, que escribió Alberto Méndez ¿De verdad que no se ha encontrado una obra ni un autor más relevantes a partir de 1975?
La memoria histórica tan selectiva, también materia de Selectividad, está llena de incongruentes lagunas.
P.D: Para que os lo creáis, «Franco ha muerto», os remito el vídeo de Arias Navarro
Españoles, Franco ha muerto
Resulta cuando menos sorprendente que sean las nuevas generaciones de la izquierda española-¿?- y a casi cuarenta años vista, las que traigan a colación la momia de Franco, por la relación ideológica de ésta (de la momia) con un aviador de principios del siglo pasado, que tenía nombre de hospital provincial. Pero esto no deja de ser una visión reduccionista del asunto, si lo comparamos con la cantidad de aguerridos cuarentones, de esa misma izquierda, que a los diez minutos de conversación te cuentan, incluso con algún detalle, de su resistencia y lucha denodada (sólo les falta un pasamontañas del maquis) contra la fuerzas represoras (de la misma momia) Y no digo que no convenzan, que para eso están, mientras haya gente más joven que ellos, casi niños, que los escuche y asimile sus divinas enseñanzas. Es verdad que, en términos educativos, se echan mucho de menos otras más urgentes y perentorias, aunque éstas pueden esperar hasta el día que se haga la luz en España. El advenimiento de la síntesis soñada. Sin ellos, ¿cómo…?
Una pena, digo yo, no haberlos tenido antes a mano, pongamos cincuenta años atrás, en que nuestros padres, deseosos de pasar página, no hicieron otra cosa que trabajar, eso sí, de manera entusiasta, para sacar adelante la prole y, de paso, el país. Pues todavía les echarán en cara, los iluminados de hoy, su falta de compromiso con la causa – que puede más el que quiere que el que puede – por no haber buscado un hueco, entre las muchas horas que tiene un día, para inculcar a los hijos la oportuna ración de odio diario y que estos, a su vez, así lo transmitieran a los suyos. De esta forma se habrían rellenado esas lagunas históricas comprendidas entre 1950 y 1975, que parece mentira tanta dejadez… Y sobre todo cuando, debido a aquellos malhadados pactos monclovitas y esa querencia enfermiza de la mayoría de los españoles por la libertad y la democracia, se relajó en demasía la odiosa transmisión…El acabose.
Resumiendo, que unos desvían fondos y otros, como en este caso, desvían la atención, no sea que todavía se acuerden los ciudadanos…Y es que han pasado solamente dos años desde el famoso “affaire” ocurrido en el Instituto Municipal de la Vivienda de Málaga:
http://www.revistaelobservador.com/index.php/component/content/3411.html?task=view
Buon giorno, forza Spagna, siamo campioni…? ma certo!
Vamos por partes: Acabo de regresar de Berlín y allí el pasado nazi está tan presente incluso por la calle, que asombra. Un pasado nazi, claro, despreciado, odiado y puesto como ejemplo «a las nuevas generaciones» sobre lo que «no» se puede olvidar (y que hay que conocer, claro). Grupos compactos de colegiales, al frente sus profesores, invaden los restos del muro (porque también critican a la otra tiranía), el Recihstag, los campos de concentración, los restos del cuartel de las SS, etc.
Y, desde luego, ni una calle ni edifico alguno -ni estatuas ni monumentos- se llaman «Hitler», «Himmler» o «Martín Bormann». El pasado allí -un pasado negro y vergonzoso para los alemanes- está perennemente presente, y aunque hay grupitos neonazis, para empezar son ilegales. (Aquí sus colegas están integrados en el el ala más derechista del PP).
¿Que la meomoria histórica es selectiva? ¡Claro! Porque la de los otros ya se hizo, y con todos los honores y homenajes. Y, le recuerdo a la autora, aún hay miles de huesos (de abuelos y padres de gente de ahora) pudriéndose en las cunetas. ¿No se merecen esos huesos la piedad «cristiana» de un respeto y un recuerdo cuando los otros pueblan estatuas, calles y grupos e instituciones?
Y, en fin, si las leyes están para cumplirlas,al Carlos Haya hay que cambiarle el nombre, lo mismo que el Valle de los Caídos no debe albergar los dos cadáveres «exquisitos» que alberga. Hay que cumplir la ley, y Haya y Franco y José Antonio fueron fascistas. Y punto. Y como en Alemania e Italia, el fascismo es ilegal absolutamente, y exaltar su historia, delito.
Pero a pesar del mausoleo fastuoso donde yacen sus restos, no quedó bien enterrado, se escapan muchos flecos fuera de la sepultura.
De acuerdo, Winspector, no creo que el cambio de nombre de Carlos Haya sea tan urgente, cuando se ha tardado 37 años en formular dicha propuesta, entonces tal vez había quien recordase con rencor y dolor ese nombre, ahora desde luego ha pasado a ser un nombre inocuo como cualquier otro y lo que a todos les importa de ese hospital es que no le afecten los recortes de sanidad y que los que lleguen allí aún vivos no perezcan por desidias ni negligencias en el servicio de atención al cliente, sea éste rico o pobre, de izquierdas o derechas, del Málaga o del Real Madrid.
Personalmente, creo que hay que defender a los vivos, mientras vivos estén, antes que a los muertos que, por desgracia, han muerto, pero tienen menos necesidades. Si los pudiésemos resucitar, sería la primera en suscribir la petición, si pudiésemos cambiar la historia, también, pero me temo que ya es demasiado tarde. Esos cadáveres ya nunca van a descansar en paz por más que les pongan un mausoleo con todos los honores y, si aún tuviesen voz desde el otro mundo, pedirían que el dinero de sus dignos entierros se invirtiese en no recortar las pensiones a sus hijos, darles trabajo a sus nietos parados y mejorar la formación de sus bisnietos. Los perdedores de la Guerra Civil, muchos de ellos ateos, no creían en la vida en el más allá, y sí mucho en la del más acá, en hacerla más posible, grata e igualitaria para los que pudiesen vivirla en el futuro. Eran hombres de progreso y no de pasado.
Por lo demás, ¿es el Valle de los Caídos una exaltación del fascismo? Posiblemente sí en su momento, ahora persiste como un testimonio visible, bien visible, y bastante vergonzante, habida cuenta de que aquella monumentalidad a los vencedores la levantaron los vencidos y pocos habrá que no lo vean como un testimonio de crueldad y aberración. Por eso, es necesario que se mantenga, como las estatuas ecuestres de Franco y los yugos y las flechas, aquí y allí, no se le puede pedir a las nuevas generaciones que tengan memoria histórica de lo invisible.
¿Exaltación del fascismo en España? ¿Dónde? ¿Conocen ustedes a muchos que se declaren fascistas y no liberales? ¿A muchos que defiendan la causa franquista en la Guerra Civil sin ser considerados por la mayoría como unos pocos tarados? La prueba de que la derecha no está orgullosa de esa gesta, es que no la saca a colación y se desentiende de ella. Porque, desde una perspectiva más amplia e internacional, el bando republicano se ha mirado con mejores ojos y no así el fascista que, desde 1975, según cualquier documental o libro de texto, es el malo de la película ¿o no?
Aviaos íríamos si dejásemos de beber agua, porque durante la etapa franquista se construyeron casi todos los pantanos, o que la gente abandonase barrios enteros, que son miles en toda España, porque fueron donados a las familias pobres por aquel gobierno, entre las décadas cuarenta y setenta. Ya son ganas de medrar a toda costa en la política democrática española, que de existir el dictador nadie podría hacerlo. O sea, a Moreno Brenes le ha pasado como al famoso gallo de Morón (lo han dejado sin plumas y aún cacarea, pero le sale cada gallo hospitalario…) y, si me apuran, como a otra no menos famosa gallina (de Santo Domingo de la Calzada, donde llegó a cantar después de asada) Con todo, no lo considero tan mal chico, comprendo que a nadie le amarga un dulce, que se dice y si te cogen pues tal día hará un año. Ante todo, es humano y español. De fascismo en España, una vez fuera de la órbita de Mussolini, para nada. En todo caso tradicionalismo. Franco utilizó a las potencias europeas, Alemania e Italia, para su causa (una suerte de tontos útiles) y una vez acabada la contienda, cada mochuelo a su olivo. Curiosamente, en Yugoslavia ocurrió todo lo contrario: los patriotas partisanos fueron los primeros en derrotar y expulsar a nazis y fascistas de allí. Así se lo pagó la OTAN de las democráticas Alemania, Francia, España etc, unas décadas después, bombardeando y llevándose por delante miles de civiles eslavos en los años noventa. Menos mal que ya no estaban Htiler ni Mussolini y seguramente el pueblo eslavo del sur, pese a todo, agradecerá eternamente los bombazos democráticos en nombre de la libertad. Adivinen quién era el Secretario General de la Alianza y si aparte del futbolista Pedja Mijatovic, En España se manifestó alguien más contra esa guerra, mientras consumíamos a tope los recursos del mundo.
Pues eso, buenas noches.
De la historia siempre sabremos sólo la mitad, según sea la mitad que la cuenta. La neutralidad de España en la Segunda Guerra Mundial ha sido muy cuestionada, pues lo que se cuenta es que se debió a que Hitler no quiso responder a las exigencias que Franco le planteó en Hendaya, pues éste, a cambio de la participación de España en la contienda, le pedía el dominio de la baza africana y el Führer lo tomó por un visionario, precisamente, el Führer. Por supuesto, esto lo he oído en muchos documentales, yo no estaba allí, para medio reconstruir los hechos, oigo todas las hipótesis posibles- valga la redundancia- por eso, sin mayor intención que la curiosidad, te pregunto, Winspector, ¿cómo interpretas tú el encuentro de Franco y Hitler en Hendaya?
Y también me decanto por la baza Africana, pues Franco había adquirido gran fama entre los pueblos norteafricanos, de mayoría musulmana, por su cruzada contra los infieles del comunismo ateo en España, a cuyo triunfo habían contribuido de manera decisiva. Al cabo, defendían el mismo Dios (con algunas diferencias sin importancia para la magnitud de la causa) Así, una vez rearmado el ejército por las potencias del Eje, España dominaría la puerta del Mediterráneo. Parece que Franco insistió tanto en este punto, que Hitler lo tildó de iluminado, pues no se tenía en cuenta el enorme gasto que conllevaría tal empresa, máxime con la SGM ya comenzada.
José Antonio Primo de Rivera dijo en cierta ocasión que España limitaba la sur con una vergüenza histórica: Gibraltar. A finales del año 40, con una Alemania triunfante en Europa y ante la inminente caída (el cielo puede esperar, je, je) de Inglaterra, parece que a Franco le entró el gusanillo imperial, dejando a un lado su, hasta entonces, neutralidad en esta guerra. Pero tampoco entró al trapo, más bien se mantuvo en una postura prudente de «no beligerancia», sabedor que la reconquista de Gibraltar a sangre y fuego implicaba, más pronto que tarde, el enfrentamiento directo con dos potencias hermanas: Inglaterra y Estados Unidos… Que se lo pensó mejor y tiró por la calle de enmedio, o sea, ahí te mando unos miles de aguerridos camisas azules para, siguiendo el afán de la cruzada, convertir a Rusia…
Cuenta la leyenda que Hitler, tras la entrevista, dijo a sus ayudantes que «prefería que le arrancansen unos cuantos dientes sin anestesia antes que volver a hacer tratos con Franco…»
Cualquiera diría lo mismo, creo.
Saludos
Muchas gracias por los datos, o sea, que en respuesta al apoyo de Alemania en la Guerra Civil, Franco sólo correspondió con la División Azul. Creo que Justo Navarro escribió una novela sobre esto ¿recuerdas cómo se llamaba? Y bien, la actuación de la División Azul ha sido un episodio, envuelto en cierto halo de misterio ¿Dónde crees que podemos obtener una visión del hecho más diáfana, concreta -y medio objetiva-, si es posible…
Poco más de provecho, que no fuese una división de jóvenes fuertes y aguerridos, se podía sacar de aquella España, para empezar a cancelar la elevada deuda contraída, sobre todo con Alemania, exceptuando el sector minero y sus recursos, abundantes en hierro, zinc, plomo o el famoso wolframio, mineral extraído por empresas alemanas ubicadas en España, indispensable para el buen funcionamiento de su maquinaria bélica; así como las rutas comerciales de América…
La novela de Justo Navarro, La Casa del Padre, (curiosamente, tiene casi el mismo título que la obra de Caballero Bonald, En la Casa del Padre, aunque sin guardar relación alguna) es la vuelta a casa del divisionario herido en combate, derrotado y olvidado por todos, tras una despedida triunfal meses antes, al incorporarse al III Reich. No hay heroísmo ni proclamas, tan habituales en la versión militarista (Tte General Muñoz Grandes, jefe de la expedición y otros) y todo se vuelve noche, como la misma España. Estos vencidos, sean españoles o americanos del Vietnam, siempre me recuerdan los versos de Rosalía de Castro, dedicados a la negra entraña del patrono castellano decimonónico, para con los segadores gallegos: “Castellanos de Castilla / tratad bien a los gallegos / cuando van, van como rosas / cuando ven, ven como negros /…
Tengo para mí que es tarea fútil buscar razón y objetividad para este asunto. Tratándose de españoles – y ahí está de testigo presencial el tiempo transcurrido hasta hoy – lo mejor que podemos hacer con la razón es no fiarnos de ella. Y con razón.
Un saludo
Debió ser terrible lo que se encontraron aquellos muchachos en Rusia, que es el terreno ideal para que se pierdan las guerras. Allí, con los soldados congelados, se trocó la suerte de Napoleón. Qué historia, voy a leer «La casa del padre» ¿me la recomiendas?
Bueno, digamos que el protagonista de esta novela es un poco “El Paciente Inglés”, cuyos días están ya contados, con la diferencia que éste alivia su romántico amor frustrado, confiándose a una gentil enfermera y nuestro “héroe”, ante la carencia de amor, debe hacer introspección de su vida entre una población que ahora lo rechaza o lo ignora. La miseria, la miseria moral y la asfixiante atmósfera que lo circundan ponen el resto, como no podía ser menos en España a principios de los cuarenta. Leer estas obras depende, creo, de un cierto estado de ánimo. Y también del tiempo disponible. Si dispones de ambos, pues adelante, Lola.
Saludos
Debo entender que se trata de una prosa morosa y tal vez claustrofóbica adecuada a crear la atmósfera propia del momento. Me interesa mucho evocar esa España de la posguerra inmediata. Lo voy a leer.
Gracias, Winspector, por tan excelente sinopsis.