Mi novio es un zombie

5 Abr
Un zombie adolescente
El hombre ideal está muerto. El príncipe azul que antes esperaban las muchachas, ahora tira para violáceo. Entre los modelos amatorios del ayer y del hoy, no hay color. Del olor ni hablamos, aunque lo auguramos acre y hediondo como huelen las calles de una ciudad, después de una huelga intensiva de Limasa. No es de esperar que un cadáver, aún estando en activo, huela a rosas. Más aún si se trata de un adolescente, que es edad propicia para las secreciones hormonales que aumentan hasta el espasmo la fiera pestilencia de pies y sobacos. Aquí huele a muerto, suele proclamar la madre sofocada mientras orea la habitación de su hijo quinceañero. Con doble razón, podría decirlo la madre de un zombie, si es que las madres de los zombies hablan, de lo que ya no estoy muy segura. Por lo que yo recuerde, los zombies de antes se limitaban, como mucho, a gruñir, pero se ve que ahora tienen más altas capacidades. Tanto es así que han llegado a convertirse en ese chico ideal que ocupa el ideario romántico de las muchachas, gracias a la película “Memorias de un zombie adolescente”, basada en la novela homónima de Isaac Marion que viene a repetir, con otro prototipo de amante inmortal, la exitosa fórmula de Crepúsculo. De este modo, la muchacha que un día se enamoró de un vampiro, ahora lo hará de un zombie, que es, en todo caso, reivindicar el amor constante más allá de la muerte, que decía Quevedo. La educación sentimental, a día de hoy, como la educación en general resulta un tema bastante inquietante. Si Caperucita fuese un cuento actual, se hubiera terminado casando con el lobo, pues ésa parece que sea la moraleja pedagógica que proyecta la literatura juvenil de moda; ponga un monstruo en su vida. Aunque, tal vez, por la sana intención de invertir en las historias los términos del planteamiento y el desenlace. Antes que casarse con un tipo amable que luego resulta ser un monstruo –en esto consiste, básicamente, el testimonio de las víctimas de la violencia de género- siempre será mejor casarse con un monstruo que luego resulte ser un tipo amable. Como sé, grosso modo, por la trama de Crepúsculo –si el protagonista daba en principio grima con su manía de chupar la sangre, resultó ser todo un caballero- o por la sinopsis de “Memorias de un zombie”, donde se asegura que al susodicho zombie, “el hecho de ser un muerto viviente, no le impide ser romántico”. Y, sin duda que no, pues a lo que sabemos los románticos eran esos tipos macabros que se pirraban por los cementerios y los espectros ululantes. Pero no sé, no sé; no me termina de cuadrar el zombie como pareja sentimental por más que mi idolatrada Alaska ya alabase sus virtudes: “Mi novio es un zombie/ es un muerto viviente/ que bajó del otro mundo para estar conmigo/ mi vida ya tiene sentido/ recuperé el amor perdido/ intacto pero podrido./ Será que son prejuicios pequeño-burgueses –un zombie no es el mejor partido que se pueda soñar para una hija- e incluso estéticos, a una se le figura que, en su desaliño, han de presentar un aspecto singularmente horrendo, si bien quizás te los puedas cruzar con total normalidad. Un zombie puede parecerse mucho a un malagueño recién salido de la cama que, en mitad de la noche, baja a buscar tabaco en bata y zapatillas. Si es que, como dicen, los zombies están entre nosotros, seguro que nos pasan desapercibidos. Lo mismo hasta te echas a uno de novio y no caes en su singularidad si no es, en ocasiones, por el amarillo de sus ojos y la parquedad de sus movimientos y conversación:
-Vaya cuajo que tienes, Emilio.
-Es que hoy me he levantado muerto.
Por lo demás, nuestra falta de credulidad nos mueve a rechazar lo que, en otros países, se toma con la mayor naturalidad. En Venezuela, por ejemplo, donde ya han canonizado a Hugo Chávez como el Jesucristo de los pobres y venden su imagen en tiendas de artículos religiosos, hay quien no duda de que el difunto presidente resucitará, en concreto, el 14 de abril. Ya su sucesor Maduro declara que su presencia se le ha manifestado en forma de pajarillo. Lo cual se trata de un primer paso que prepara la resurrección del líder venezolano. No sé si decir que en olor de santidad, puesto que lo previsible es que vuelva al mundo con ese mismo chándal que no se ha quitado ni muerto y ya debe oler a zorruno.
Por no ser menos que en Venezuela, yo diría que aquí también tenemos criaturas paranormales.
Sin cansancio, sin expresión, como una sombra impávida y etérea, veo flotar a la jueza Alaya por sus respetos. Todo en ella es sobrenatural, hasta su belleza. Y me digo que esa mujer no es de este mundo.

P.D: Supongo que un zombie, adolescente o no, es un tío raro. Aunque no más raro que ese tipo del que me vaís a hablar en el «Inventario de tíos raros». Buscad en este blog, la entrada «Inventario de tíos raros» y depositad allí vuestro testimonio. Las Malas Lenguas y la historia de la antropología esperan con ansiedad vuestras aportaciones al respecto ¿Conoces al tío más raro del mundo? ¿Acaso eres tú mismo? Cuéntanoslo con pelos y señales y consuélate con las historias de otros participantes. Siempre, siempre, hay alguien más raro todavía ¿quién dices tú?

5 respuestas a «Mi novio es un zombie»

  1. ¡Joder!, conozco a un montón de tíos raros. Digo raro porque no se comportan igual que yo, que soy de lo más normalito, de hecho lo más anormal que he hecho ha sido beberme una cerveza sin alcohol, que es algo que hace mucho la gente rara.
    Pero para caso raro el tuyo. No puedo comprender cómo puedes vivir de escribir chorraditas en el diario. En fin, si te pagan a lo mejor los raros son tus jefes.
    Que tengas un buen día.

  2. El que insulta a los demás, se insulta a sí mismo…

    Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.

    Artículo 206. Redacción según Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre.

    Esta revisión vigente desde 17 de enero de 2013.

    Las calumnias serán castigadas con las penas de prisión de seis meses a dos años o multa de doce a 24 meses, si se propagaran con publicidad y, en otro caso, con multa de seis a 12 meses.

    Artículo 209.

    Las injurias graves hechas con publicidad se castigarán con la pena de multa de seis a catorce meses y, en otro caso, con la de tres a siete meses.

    Artículo 211.

    La calumnia y la injuria se reputarán hechas con publicidad cuando se propaguen por medio de la imprenta, la radiodifusión o por cualquier otro medio de eficacia semejante.

  3. Quiero regalaros en primicia este magnífico vídeo que para promocionar mi libro «Sola en el Mundo», me ha montado con música de su cosecha, ese gran valor del montaje y el sonido actual que es el argentino Pablo Darío Martín Fontana, basándose en un relato de dicho libro «El destino de Barbie». No os lo perdáis, es soberbio, ahí va, pinchad abajo y disfrutad ¿a que ya estáis bailando?:

    http://youtu.be/weDW05mogW0

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