Folletines

23 Nov

Nada tan oportuno hoy día como esa serie televisiva, “Isabel”, con esa reina tan católica, tan amante e incluso algo sumisa a su real consorte de Aragón –femenina, que no feminista, como se declaraban antaño las chicas de Fuerza Nueva- y tan monísima toda ella.
En otros tiempos no tan pretéritos, cuando contaban la historia intelectuales progres y lo mismo pro-republicanos, nos hicieron creer que Isabel la Católica era más bien fea y hasta bigotuda, que se había casado por conveniencia y ambición con Aragón, antes que con Fernando y que “de tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”, un cuerno, porque era ella claramente quien llevaba los pantalones cual pudo observar el propio Cristóbal Colón. Por añadidura, le daba cierta reputación de guarrilla, aquella anécdota pseudo-histórica, según la cual, la soberana hizo promesa de no cambiarse de camisa hasta que sus cristianos ejércitos no le tomasen Granada a los moros. De tal modo que hasta Boabdil debió llegar aquella bofetada sin mano que le hizo huir, a la postre, despavorido, llorando como mujer lo que no supo defender como hombre. Por lo que nos contaron, Isabel de Castilla, también fue célebre por propagar la peste cual arma de combate. Y, si bien, mi compañero de diario, Rafael Aldehuela, apuntó en sus “Cosas del Rebalaje” que la hazaña de la camisa apercodida le corresponde, en honor, a una bisnieta de Isabel, son demasiados años asociándosela a la soberana como para que ahora, de repente, la memoria cambie de versión.
Probablemente, las nuevas generaciones, sin punto de referencia, asimilen estos reyes católicos de novela rosa como los legítimos, pero a los que nos inculcaron otra imagen bastante más cruda de los hechos, no nos cuadran un auténtico pijo, si no es como estrategia de propaganda del nuevo gobierno popular, cuya mano se adivina cada vez más nítida en nuestra televisión patria. Viene al pelo ahora que Mas amenaza con separatismos disolventes, glorificar a los artífices de la unificación y, auténticos creadores de la marca España,-una, grande y libre- como héroes de folletín tan merengado que haga llorar de emoción de sofá a las abuelas. Y, de camino, cree empatías hacia la monarquía actual, frágil en la opinión pública por las correrías del yerno díscolo y las inoportunas cacerías de elefantes en Botsuana. Viendo cómo se amaban los reyes católicos, uno concibe que el amor real y la fidelidad son compatibles con la monarquía, menos mal. Y qué bonito que nuestro gobierno, desde la televisión, nos ponga a cavilar sobre el amor y no a reavivar los odios macerados en la Guerra Civil, tan presentes en las parrillas y la producción literaria de la era Zapatero.
La línea cultural de cada etapa histórica es producto de dicho momento y del gusto de sus gerifaltes. Así Lope de Vega fue amado autor de las instituciones por inventarse en sus comedias a un rey ecuánime, amigo del pueblo, con lo cual rey y pueblo lo adoraban. Frente a Quevedo que por decir la verdad al rey y al pueblo, después de pasar muy malos ratos, acabó con sus huesos y su vida en la cárcel. Ni en el siglo XVII ni en el siglo XXI, el poder y la gente quiere escuchar verdades, que son molestas e incómodas. Por eso, nuestro panorama se pone a huevo para la cultura de evasión en el tiempo y en el espacio. Triunfa la novela histórica que permite al lector escaparse de los misérrimos momentos actuales hacia la grandeza del pasado y las narraciones donde menudean los lugares exóticos que nos permiten viajar del piso, a pique del desahucio y las lentejas de rigor, a ambientes glamurosos e inéditos, que entretienen la mente del desastre del hoy y ahora y la mandan por ahí, a hacer puñetas.
Después de que se anunciase el fin de la novela hace ya la pila de años, resulta que ahora se ha puesto de moda el novelón con sus quinientas páginas, su mucho de amores difíciles que van y vuelven y de aventura, aquí y allí por todos los rincones del planeta, que es como reinventar la novela bizantina a estas alturas. En clave global, y, por aunar géneros, se diría que estemos entrando en una nueva era del folletín. También del folletín en el que se folla, como el muy celebérrimo “Cincuenta sombras de Grey”, algo peligroso por despertar expectativas de la imaginación fuera de las posibilidades reales. Ya se ha producido un divorcio a colación de que el marido de una lectora no quiso practicar con su mujer los juegos sadomasoquistas del tal Grey. Me puedo imaginar la escena:
-Me separo de ti, Ramiro, eres un soso y además se nota que no me quieres. Ya no me pegas como antes.
Que nadie espere, como colofón, que abomine de “esta mala literatura” para hacer valer la mía, presuntamente “la buena”, como se hace en estos casos. Es preferible, cuidando no perder la olla cual Quijote, leer mucho, sea lo que fuere, a no leer nada. Léase.

P.D: Proyectan en el cine Albéniz, la película “El profesor”. Creo que es un film que debería ver todo el mundo, en especial, si no es profesor.

4 respuestas a «Folletines»

  1. Es innegable, ¿quién lo dudaría?, que en España y desde hace sus buenos quinientos años, “de Isabel y Fernando, el espíritu impera…” Nada de dientes cariados ni de refajos. Así se llevan al telespectador y a la juventud de calle. Pobres, pero presumiendo de reyes con sonrisa Profidén y el que tenga imaginación que piense lo que le venga en gana. No está nada mal para estos tiempos de changuai histórico, donde cada cual se arrima a la sombra de cualquier árbol, con tal que sea grande y espesa. Da grima ver a ese Artur Mas denostando de la historia, cuando fueron precisamente los catalanes quienes más se batieron el cobre contra la invasión de los “ilustrados” napoleónicos, tan pacíficos y bonachones ellos. En defensa de España. Ahí es nada. Al menos tenemos pasado, passé composé, nada simple, de acuerdo. De dura forja. Sin duda. Pero no todos pueden decir lo mismo. Ya les gustaría, se reconcomen por dentro, los muy canallas…
    Y esto va también por ese Málaga imparable, que se pasea impúdico por esos campos de España. Y de Europa. Los jugadores le han dedicado el triunfo ante el Valencia a Viberti, el zapatones. “Viberti y sus muchachos…” se decía tras la victoria. Descansa en paz, “mostro”.
    Y por Tony Leblanc, cómo no. El profesor de Clásicas que se quiso matar – en el cine, claro – hace más de cuarenta años, abrumado por tanto cretino. Menos mal que no le cogieron estos tiempos, al pobre. Igual no llega a los noventa. Pero se los dejó atrás, el Cristobalito Gazmoño. Nos hizo reír y pasar buenos ratos…Va por él.
    Saludos para ti y para tod@s. Y siempre adelante, qué diantres.

  2. La historia es plastilina que moldea quien la cuenta, según sus intereses. Ahora resulta que Isabel la Catolica, ajena a los asuntos de estado, se enajenaba de celos por Fernando ¿No eran esas más bien cuitas de Juana la Loca?
    Nos confunden, como cuando José Bonaparte era llamado Pepe Botella, siendo el buen hombre abstemio, qué buen rey nos perdimos y qué indeseable, resultó, en su lugar, Fernando VII el Deseado. De aquellos errores, que defendieron los antañosos guerreros catalanes, se resolvió que Goya partiese al exilio y Larra se pegase un tiro. Así acaba la gente con luces, con la tendencia al suicidio del personaje, interpretado por Tony Leblanc. Pero las lenguas clásicas no mueren por más que vengan a asesinarlas los sistemas educativos y, aún desterradas, como el poeta Ovidio, “vivirán en los siglos”.
    Ea, disfrutemos de nuestro Málaga C.F que admiran los campos de Europa. Va por Viberti y por nuestro ilustre bloguero, Winspector. Andiamo tutti insieme sempre più avanti, certo!!!

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