La Andalucía castellana

4 Nov

Después de cinco horas de viaje, se divisa al fondo, Segura de la Sierra, majestuosa de luces sobre la cima del monte que vigila solemne la presencia imponente y medieval de su castillo. Hace varios kilómetros que el pueblo de imagen hechicera parece a toque de piedra, pero a medida que nos vamos acercando, se diría que huye como un fantasma, tal que fuese por fin a evaporarse en su frágil consistencia de espejismo legendario, a estas horas tan oscuras de la noche. A esta superstición ayuda la lentitud obligada de su acceso por una tortuosa carretera de continuas y cerradas curvas que multiplica cada kilómetro por cinco en la subida, mientras van bajando los grados de la temperatura ambiente. La sensación de haber llegado al fin del mundo, cuando por fin te apeas del coche, se acrecienta al contemplar las desiertas calles empedradas. La única presunción de presencia humana la arroja hacia fuera la lóbrega luz de un mesón, cuyos parroquianos, a lo que se ve, media población en suma, giran sin disimulo sus miradas interrogantes hacia estos forasteros que vienen a poner a su velada un toque de exotismo. El hotel tiene pocas habitaciones y están ya ocupadas por los senderistas, pero la mesonera tiene una cuñada que ofrece un apartamento con calefacción y chimenea. Bendito sea.
Para reparar el cuerpo destemplado del viaje, después de dejar las maletas, el mismo y único mesón abierto en el pueblo, ofrece vinos contundentes y no menos sólidos manjares de sierra, adecuados a los curtidos estómagos de los lugareños en pie de faena desde el alba; carne de caza, ajo atado (gachas de patata aliñadas con aceite de oliva), carrillada en salsa y el inexcusable cordero segureño con denominación de origen. Demasiado para la cena de un urbanita, a no ser que quiera arriesgarse a que sea la última. En cualquier caso, si descartas la carta, siempre podrás abastecerte con las tapas que son abundantes y gratuitas, pues está en el protocolo hospitalario de los jienenses, no dejar nunca a sus visitantes con apetito. Ni aún sin fiesta, pues, llegados a un punto álgido de la velada, cuando las cervezas forman bosque tupido sobre la barra, la muchachada saca las guitarras y montan una tuna en toda regla.
Buena es aquí la noche y mejor la mañana, cuando el sol permite apreciar las vistas impresionantes que se contemplan desde la amplia terraza del apartamento. Con toda la energía intacta, tras el sueño reparador, allí, por un momento, te sientes el rey de la sierra. Pero ese puesto ya lo tiene reservado Segura para su hijo predilecto, Jorge Manrique, cuya estatua en el mirador parece suspendida en el vacío. Me sorprende saber segureño al poeta que estudié como castellano según dice su primera biografía y conviene a su espíritu austero, guerrero y al crudo estoicismo de sus versos tan acordes al canto del “Sic transit gloria mundi” y francamente a propósito de lo que debería ser la esencia auténtica de estas fechas de difuntos, “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar/ que es el morir/ Allí van los señoríos/ derechos a se acabar y consumir…”/ Osease, que no somos nadie. Aunque, bien mirado, en nada desentona el vate por este norte de Andalucía, tan castellano en el fondo y en las formas. Ya fuere sólo por los castillos que no faltan en cualquier pueblo que se precie, desde Cazorla hasta Hornos, a muy pocos kilómetros, todos impregnados de la historia de los Reyes Católicos que utilizaron estas tierras como puerta para iniciar su reconquista de Al-Andalus y dejaron a su cargo, pobladores de rancio cuño castellano, legítimos ancestros, como puede adivinarse, de estas gentes de natural amable, pero a su vez, adusto y reservado, que siguen educando a sus hijos en la más estricta sobriedad. Hay en estos niños de la sierra, que crecen tras el mostrador del negocio familiar, ayudando a varear las olivas o madrugando para la caza, una sombra prematura de madurez que puede hacerlos muy serios y responsables con los estudios; la única tarea descansada que les permite sentarse un rato y concebir la idea de un futuro más cómodo. Vana ilusión que se esfuma cuando sus padres deciden que sus brazos son imprescindibles para mantener la precaria economía familiar, que aquí se alimenta de la celeste suerte del olivo, de lo que dé la caza y de un incipiente turismo rural, cuando las nieves permitan el libre tránsito a los forasteros, lo cual, sin duda, merece del todo la pena en plena exuberancia de la primavera o la dorada templanza del otoño, haciendo ruta desde Segura a Cortijos Nuevos, El Yelmo, Pantano del Tranco, Hornos y Santiago de la Espada. No, sin pleno conocimiento de causa, recomiendo estos parajes a los que por una dichosa fatalidad, debo uno de los años más felices de mi vida.

15 respuestas a «La Andalucía castellana»

  1. Pues pide destino allí, nadie lo quiere y sólo llegas por accidente. Como en mi caso, lo que me lleva a poder ahora apreciar todos sus encantos. Yo tbén fui compi de Lola, por lo que mereció doblemente la pena la experiencia.

  2. La felicidad no esta en los lugares en donde vivimos ni en las cosas materiales…esta dentro de nosotros…solo hay que buscar muy dentro de nosotros para encontrar que cosa/s nos darian la tan ansiada felicidad…

    y…

    Lola…no te ha pasado una fatalidad…piensa que han sido regalos del destino…uno no se da cuenta de las cosas…hasta que las pierde…

    Lo que no entiendo…¿porque no se hace justicia con la figura de Jorge Manrique?…es como la historia de Carlos Gardel…unos dicen que nacio en Francia, otros en Uruguay y los argentinos…por supuesto que dicen que nacio en Argentina…

    Es muy bueno tu articulo para fomentar el turismo nacional y conocer el propio pais…siempre se descubren cosas que hacen querer a su propio terruño…

    Feliciano Rodriguez Rodriguez.

  3. Fatalidad digo porque mi estancia allí se debió al azar de un simple error administrativo, que terminé agradeciendo, pues, de otro modo, no hubiese conocido con la profundidad que se merecen, aquellas bellísimas tierras y la amabilidad de sus gentes. En aquel locus amoenus, pude tener la ocasión de hallar los placeres del trabajo, entre traducciones de Ovidio, Horacio, Homero y Aristófanes. Se trata de lugares excelentes para entender con placidez las enseñanzas de los clásicos y transmitirlas. Mis educados discípulos, ávidos de saber, eran como tierra sedienta que recibe la lluvia. Encontré ganas y tiempo, además, para continuar con mis estudios de italiano, publicar los primeros artículos en prensa y, junto a mis compañeros de presunto destierro, darme al banquete y a cada juerga que ni te cuento. Fue un contexto, en suma, al que le debo muchísimo porque me hizo crecer como persona. Una fatalidad productiva y maravillosa, ya lo creo…
    Parece demostrado que Manrique fue oriundo de Segura de la Sierra, estancia de su padre, el maestre Rodrigo, y vecina del pueblo originario de su madre, Beas de Segura. Se ha dicho siempre que era castellano, pero aquello tiene mucho de Castilla, lo mejor. Y también de lo mejor de Andalucía. Espero que os animéis a comprobarlo por vosotros mismos.

  4. Desde hace ya algún tiempo, cada vez que leo o escucho la palabra “turismo” me echo a temblar. Y más aun si se combina con rural, “turismo rural”. Y peor aun se combina con fomentar, “fomentar el turismo”.

  5. Dices bien, Lola, “fatalidad”, palabra que nos sigue y nos persigue. Yo no creo que el destino esté escrito de antemano; nosotros, eso sí, lo escrimos con las manos, y engendramos un hijo destinado que a su vez nos destina. Como muñecas rusas que se van metiendo unas de dentro de otras, también somos todos muñecos en ignotos recovecos de nosotros mismos que nos van llevando a ese fátum al que vamos provocando con arengas, imprecaciones y a veces con parabienes, pero que hemos señalado como nuestro y que después malcreemos que son los hados sus causantes. No es así, pienso yo. No fue un error administrativo tu fatalidad, ya llevabas a Segura de la Sierra dentro como una categoría que tu provocabas cumplir, y que podría haberse llamado de otra forma porque el territorio de placeres estaba en tí. El locus amoenus está en las visceras, ¿o acaso no hay depresivos en mitad de una fiesta y seres ahítos de alegría en medio de un secarral? La fatalidad no es una desventura, es sólo lo que está escrito de antemano por escribanos omnipotentes, unos encumbrados plumíferos divinos por mor de nuestra precariedad vital. En el fondo, no son más que alevines de nuestros miedos. Y es que somos nosotros mismo “lo fatal”, no como desgracia sino como viático que somos cuando hacemos camino. Vemos lo fatal como léxico semánticamente negativo, pero no es así, pues lo fatal o el fatalismo es lo que está por venir sin nuestra voluntad, y yo creo que puede ser alegre y dichoso lo que se espera. La voluntad está en nosotros que, al vernos y sentirnos inanes, la delegamos en los dioses para que nos gobiernen, pero no es asi. El primer locus amoenus fue el vientre materno, lugar placentero por antonomasia, verdadero estado del bienestar y no ese que ahora políticamente parece que se acaba. Y ese primer lugar placentero ya lo llevabamos dentro como fuerza generatriz, éramos y somos nosotros, como otros nosotros que llamamos plaza del pueblo, patio de vecinos, error administrativo o Segura de la Sierra, sólo anécdotas de unas categorías llamadas Lola, Pedro, Miguel, Juan, Laura, Quintiliano, Holden, Winspector… y otros locus interiores que se llevan a los espacios exteriores del mundo. He dicho, saludos.

  6. Mi destino no fue Segura de la Sierra, sino Cortijos Nuevos, un área de servicio que dependía del primero. Me abatí, al primer vistazo, pues llovía tremendamente y lo que se podía apreciar es que era un lugar diminuto, con construcciones nada agraciadas de los años setenta y una población, en su mayoría anciana, cuyo único recreo era el dominó. Un lugar, en suma, nada adecuado, para descollar en los ambientes literarios y periodísticos como yo me proponía por entonces. Aún así, saqué ventaja del daño y más aún al descubrir la belleza de los alrededores y, a mi alrededor, personas que por un delicioso casual me ayudaron con documentación abundante a ilustrar la tesis sobre cantautores que me traía entre manos. Era el director del centro, se llamaba Juan Antonio y también escribía relatos. Otro magnífico compañero. No creo que Cortijos estuviera dentro de mí, eso sería restarle su cabal importancia.
    Y qué me dices Pancho; Quintiliano, Holden, Winspector, forman parte, sí, de tu propio interior ¿O son imaginaciones mías?
    Holden, nos gustaría ser viajeros y no turistas, que resulta hortera, pero los que viajamos en las fechas que nos deja libres el trabajo, no podemos ser sino turistas, incluso turistas rurales, si nos gusta el campo. Otra cosa es que nos dejemos embaucar bajo tal rótulo…

  7. Bien mirado, el exilio, en España, siempre fue algo honroso. De la isla de Schultz, en el Danubio, a las Islas Canarias; de Garcilaso a Unamuno, el destierro no hizo sino revitalizar ese afán, voluntarista y creativo, que daba esplendor a sus obras. Es la “fecundidad serena” de l@s aristócratas del pensamiento, cuyas creaciones brotan y caen del árbol una tarde de otoño, sin que hayan sido deseadas, forzadas ni devoradas por otros con apremio. Hay -tiene que haberlo -un tipo humano, más elevado, que se encuentra por encima del individuo meramente “productivo”, aunque “nosotros”, los que refiere Pancho – un saludito- sigamos al libre albedrío de los diferentes dioses, tan positivos ellos…

    Mas, ateniéndonos al refranero, tan nuestro, sabido es que “no hay mal que por bien no venga”. En el caso de Lola se ha cumplido con creces y la fatalidad no fue tal, quedó en “realismo sintiente/sentiente”, donde la realidad determina el conocimiento. Más o menos, que ya casi se me pierde Zubiri. Una vez me dijo alguien, a propósito del concepto de patria, que ésta podía ser o encontrarse en cualquier lugar: bastaba el sentimiento. Entonces mi patria debes ser tú, dije yo. “Come mai, sei furbo…”, me respondió. Pero, ¿acaso el momento no era el lugar soñado, ideal, ameno..?

    Hubo otr@s – cuenta el vates trinitario – que, en tiempos recientes de España, también se autoexiliaron, visto aquello que los circundaba:

    “ …Y qué hacer sino irse a vivir solitarios,
    con pocos, doctos libros, al decir de Quevedo,
    aunque los demás nos llamen reaccionarios
    y perros españoles, los que viven del miedo…”

    Un saludo para ti, Lola, y para tod@s.

  8. El exilio en España fue un desastre para muchos. En México mustiado y amargado, cual Ovidio en Rumania, murió con las musas de espaldas y el desamor de frente, Luis Cernuda. Antonio Machado falleció al poquísimo en Collioure. Juan Ramón en Perú recibió el Premio Nobel y le importó una higa por la muerte de su Zenobia. Los que sí parecen haberlo pasado de miedo fueron Alberti y Manuel Altolaguirre que, además de iniciar su vocación de cineasta, se dio al ligue y, entre ligueros, “el liguerón” incluso dio un braguetazo…Estos malagueños. Mientras el exilio no sea cárcel como en caso de Fray Luis y Quevedo, tocado ya de muerte por las humedades de León, ni el arresto domiciliario del último Unamuno, puede aportarnos con provecho cosas nuevas. Que es de lo que se trata en esta vida, según dijo Kavafis. Y en el campo, de modo Horaciano mejor. Winspector, come al solito, tus palabras son un bálsamo inapreciable. Muchas gracias di essistere…

  9. Te das cuenta, Lola, como, efectivamente, son imaginaciones tuyas esas que ponen tu magín en acumular identidades en un solito plumífero… No sólo me adjudicas personalid doble, sino polipersonalidad. Y con tanta diversidad me creas casi un politraumatismo identitario. ¿ Quién seré, que tantos soy? ¿Agrupo en mí, ajenos que desconozco? Te vuelvo a repetir, Lola, una vez más, que sólo y solo soy yo y mi ortegiana circunstacia. Ahora mismo acabas de tener una prueba. Dices que soy Winspector, y ya quisiera yo escribir como Winspector y no sólo eso, decir lo que el dice, tener su cultura. Y lo curioso del tema es que tu lo sabes. Muy bien lo sabes. Saludos.
    Nota bene: los datiles que presionando teclas han escrito esto, pertenecen a dos manos, puntos distales de unas extrimadades superiores de un solo esqueleto, que coronado por una sola cabeza no tiene más que una identidad…porque la soledad era esto, que diría Millás. No me colectivices, Lola; no pongas en tu imaginación yerros especulares, please.

  10. Sigo diciéndote, Lola, no sin turbación, que me siento minimizado de “razonae,” que no empequeñecido “de expandium/volumen”. Que en tu divagar imaginativo me adjudiques un Sr. Winspector, todavía es plausible y de fortunio compartido, digo. Aunque ajeno a la veracidad. Pero, Lola, me duele en lo más profundo, que des titularidad mía y no de ellos, de esos que emplean locución exenta de acomodación, por no decir otros agravios, cuando en lo relativo al amor “pasionae” infieren comentarios de los que ellos se defenderían diciendo que son meras sornas o chilindrinas, más propios del vulgo que de persona preocupada por la reacción interna y ajena de las palabras que pronuncio, o mejor escribo. Y bien sé que al menos sabes que esta preocupación, para mi reconcome interno, no cesa. De lo contrario, qué decepción la mía. Eso, no me colectivices, por favor Lola, he dicho. Saludos.

  11. No te reconcomas, Pancho, si alguna insinuación sobre tu múltiple identidad, he hecho, es gracias a que los pseudónimos del internauto, anonimato, terminan produciendo paranoia e incluso esquizofrenia. Está bien, no lo haré más, tú sólo eres tú y tu circunstancia. Lo que ocurre es que me dicen que todos sois productos de mi yo interior y ahora me da la de Pirandello o Miguel de Unamuno con su Niebla. Pero está claro que yo no soy vuestro creador, menos el tuyo. Pancho, solo e intransferible, como el muñeco adorable de aquel poeta de los cincuenta, José Ángel Valente. Cuánto me conmovió aquel poema, “A mi muñeco Pancho” ¿Lo leiste?

    Pues más allá de nuestro sueño
    las palabras, que no nos pertenecen,
    se asocian como nubes
    que un día el viento precipita
    sobre la tierra
    para cambiar, no inútilmente, el mundo.

  12. Hombre, Panchito, eso no se hace, que me pongo colorao. Mira que te gusta regodearte con el lenguaje. Es admirable. Te lo agradezco, te tomo la palabra y digo que ya me gustaría a mí escribir como tú. Pero ahora me aturrullo, esto no son horas, que me pasa como al pariente del pueblo castellano: “madre, cuando voy a leña, se me olvidan los ramales, ¡y es que tengo una memoria…! la próxima vez pensaré en los ramales para que no se me olviden”. Eso.

    A ver si con poesía me sale algo mejor. Allá va:

    Muchas gracias, Pancho, amigo,
    Mas yo me quedé en “Granada”.

    Para vos será “Almería”,
    aquella de los tejidos
    de la gloria musulmana
    que tan bien agradecía:
    Contra la Alhambra, Medina
    y al Generalife, Aljaba

    En la decantada cueva
    -si no de Montesinos,
    sí que algunos campesinos
    le llaman de la Encantada-
    ¡cuánta moneda dejaron,
    cuánto tesoro en olvido..!

    Allí evocan aún sus taifas,
    -espíritus del silencio-
    los Tornadizos de olivos.
    Y el Abencerraje bueno,
    medita y reza en su jaima,
    plegaria y no letanía:

    “Cuando Almería era Almería
    Granada era su alquería…”

    Buenos días a tod@s

    PD: Lola, reitero yo también que soy solo Winspector ( suena como Winspéctor)

  13. ¿Poeta y residente en Granada? Académico de las Buenas Letras, casi nada. Vive Dios que, si es quien pienso, tenemos en este blog, el honor de acoger a un gran talento. Con don Pancho, ya van dos estrellas del firmamento ¿Estamos de suerte o no?
    P.D: Aunque me despista el “vos”…

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