Cuando nuestra patria era aún una, grande y libre, antes de que la hundiese Zapatero, nadie hubiera sospechado que el pepino español podría entrar en crisis. Ese pepino malagueño que, desde la Axarquía a la Costa del Sol, hacía las delicias del turismo norteuropeo, como puede ilustrar cualquier joya nacional de la filmoteca “Cine de barrio” o ese pepino de Almería, alegría de la huerta, con denominación de origen en la planta y en la voz de ese exponente del españolismo otrora orgulloso y viril. Quién le iba a decir a Manolo Escobar que iba a ser, precisamente, una alemana, quien pusiese al pepino español bajo sospecha. Será que, desde aquel desencuentro histórico de Franco con Hitler, los teutones nos la tenían guardada y, aprovechando las horas bajas, nos la devuelven. Pero, en cualquier caso, esta infamia que planea sobre nuestra preciada hortaliza duele en todos los sentidos hasta en el doble, inevitablemente asociado a este manjar de la ensalada. Hablar sobre pepinos sin caer en la metáfora parece técnicamente imposible, por eso admiro la templanza con la que otros compañeros columnistas sortean la tentación de sacarle al tema el punto guarro que, por la insistencia del subconsciente, pueda emborronar su pluma. Por elegancia y prudencia, pues no hay manera de soltar la gracia sobre el pepino sin caer en la sal gruesa. La crisis del pepino no tiene ninguna gracia, pero sugiere muchos chistes verdes que ya esperaba escuchar de los sólitos incontinentes verbales metepatas. Sobre todo, cuando la ministra de Sanidad se llama Pajín, lo que a algún comentarista cavernícola o un alcalde de Valladolid le podía haber sugerido ideas, dada la vieja leyenda erótica que atribuye a la hortaliza cualidades para la práctica sexual solitaria.
Presumamos que no por falta de ocurrencia imaginativa, sino por respeto a la tragedia haya quedado la retranca en el tintero. Las pérdidas para el sector agrícola, tan habitualmente maltratado por la economía, han sido gravísimas e irreparables, pues, aparte de dejar a los productores en la ruina, ha mandado al desempleo a otras setenta mil personas. Un revés que, como siempre, se ceba en las clases más humildes y que amenaza con desbordarse de funestas consecuencias, ya que, por extensión, pone en tela de juicio de exportación, también a lechugas, tomates, fresas, melocotones y demás productos de la hortofruticultura española. Sea por una opinión aventurada de la consejera de Salud de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storcks, a la que se acusa de una falta fatal de preparación, o por la mala idea premeditada de dar preferencia a la producción agrícola de otros países europeos. Un boicot que pinta maneras nazis por algunos de sus falsos argumentos, tales como que los inmigrantes que duermen en los invernaderos han defecado sobre los pepinos, infectándolos así de la bacteria E.coli. Otra infamia llena de mierda.
Aunque la consejera desde Hamburgo no ha pedido perdón, Alemania ha exculpado por fin a los pepinos españoles. Demasiado tarde. O no. Quiero pensar que el pepino español, ahora que se abre la temporada del gazpacho, tiene aún muchas oportunidades. Los pepinos son para el verano. Y, puesto que la alerta de la primavera árabe, va a desviar el grueso del turismo del norte de Europa a nuestras playas, habrá de pensar en una campaña de relanzamiento. Como, por ejemplo, encargarle a Georgie Dann una de sus canciones picantes, con su mijita de doble sentido, que entonar a pie de chiringuito. O a la propia Raffaela Carra, tan amante del producto andaluz. El pepino como ritmo estival puede dar mucho juego y así repetirse tanto como un tema pegadizo.
Ahora que el diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia vuelve a rescatar del desprestigio a ciertas figuras del patriotismo español, que se vuelven a poner de moda las marchas militares, que nos ningunean el himno en la entrega de trofeos deportivos, que, según dicen, por culpa de Zapatero, los nacionalismos amenazan con disolver España, hay que volver a sacarle los colores a nuestra bandera. No es legítimo que, en estos momentos, en que arrasa el PP, el pepino español sea puesto en entredicho. Nace una nueva casta de cuño enérgico, viril y los gobiernos rosas de antaño han quedado en una paradoja de ministras, cada vez más arrinconadas por el acoso popular. Y hasta el relevo en el PSOE ya es sólo cosa de hombres. Los barones son todos varones.
Levantemos el ánimo con gallardía contra las asechanzas internacionales que nos afean el pepino. Hay que españolizar Europa; es la hora del pepino español; “El pepino español, el pepino valiente” saca pecho contra el pepino holandés. Ya lo hizo en el último Mundial de fútbol y allí vamos a repetir la jugada. Fuera derrotismos y ¡Arriba el pepino español!
P.D: Nos congratulamos por ese premio de Asturias tan merecido a la poesía de Cohen, que nos hizo disfrutar de tan dulce y grave melancolía algunas tardes al final de un largo verano. Enhorabuena por hacernos pensar en esos temas que siempre importan.
Sugerencia para el finde; volver a escuchar con la atención y devoción necesarias toda o casi, la discografía de Leonard Cohen. Mi disco favorito “I´m your man”. Mi canción favorita “Suzanne” ¿La tuya?
Gracias por estas fatásticas reflexiones con humor que tanta falta hacen.
No soy un ser humano, mirespuesta había sido “celestial”
España nunca fue una, ni grande, ni libre, ni aún en los tiempos de Felipe II. Zapatero, que no goza precisamente de mis simpatías, no ha hundido a España; la han intentado hundir todos los mangantes que nos han gobernado (reyes y validos incluídos) exceptuando a Carlos III, que fue, para mí, el mejor Rey que ha tenido España. Lo de los pepinos o ha sido una “metedura de gamba” que se va a cargar las explotaciones de las que malviven muchas personas, o es una operación estilo “fresas” en Francia, pero sin quemar los camiones. Esperemos que “las autoridades competentes” tengan un par de 00 para cantarle las cuarenta a la Merkel y pedirle una buena indemnización.
No habría estado mal haber podido leer esos (malos) chistes guarros sobre el pepino. Esta España, políticamente correcta, quizá no sea mejor.
Por lo demás, mi canción favorita (si tengo que decantarme) de Leonard Cohen es: “Ain’t no cure for love”.
Un saludo, y gracias Lola.
Gracias a vosotros, comentaristas. A veces, la ironía es un arma de doble filo y, en estos tiempos de lecturas literales y superficiales, puede traerte muchos problemas.
Detrás de la crisis del pepino, hay una trama de fondo de carácter económico que incluye el boicot a nuestra producción. Siempre el vil metal. Estoy de acuerdo, Juan José. Por lo que respecta a nosotros, la Merkel tampoco va a salir por la puerta grande.
Carlos III también es mi monarca favorito, lo único que no le perdono es haber cambiado la franja central de nuestra bandera del blanco al amarillo. Fue una determinación muy práctica, como todas las suyas, pero nada estética, pues es notorio lo mal que combinan estos colores.
Buen fin de semana y besos a todos.