Descontrolados

9 Dic

Controlar el cielo supone tan gran responsabilidad que, por fuerza, ha de producir una alta tensión. Esta tarea celestial ha sido siempre atribuida a Dios y hasta Él mismo, según Nietzsche, llegado un momento, se dio de baja. Es explicable, por tanto, que a los controladores, de naturaleza humana, por ahora, les dé, de vez en cuando, el bajón. Aunque resulta del todo sospechoso que sus bajas coincidan con los días que se prevé mayor tráfico aéreo para poder así boicotear a placer, pidiendo sin control por esa boquita de buzón. Los controladores aéreos, como Dios, se saben insustituibles y por esa enfermedad del ego se descontrolan. Se lían la manta a la cabeza y, llegado el momento oportuno, se declaran gravemente enfermos. Pero nada hay como un buen mosquetón apuntando a la sién para levantarse y andar como Lázaro al ritmo de “Quinto, levanta, tira de la manta”.
El ejercito con ese jarabe de palo, llamado “estado de alarma”, ha conseguido que los controladores sanen en masa. Está visto que todos los milagros necesitan de un empujoncito.
En tanto, los mortales, que hemos planeado pasar este Puente en coche, si no nos cogió la lluvia, nos hemos encontrado con el milagro de unas carreteras despejadas y de tránsito liviano.
Parece ser que el grueso de la tropa, se hallaba hacinado en los aeropuertos. Que no estuviésemos también allí, sólo fue cuestión de casualidad; una cita pendiente con uno de mis santos particulares que exigía peregrinaje explícito a Valladolid. Urgía ya conocer la tierra que dio e inspiró a uno de los mejores escritores que ha honrado con su obra la lengua castellana.
Por no alimentar envidias gratuitas, he de admitir que el primer punto del proyecto fue un auténtico fracaso, pues la llamada “Ruta del hereje”- recorrido guiado por los lugares de Valladolid que inspiraron la novela de Delibes- había sido anulada y, me temo, que, en ello, aunque parezca irrisorio, andan, de por medio, motivos políticos. Según leo, por un columnista local, dicha ruta distorsiona la imagen de tan gran ciudad, reduciendo su prestigio a la oscura y dudosa reputación de haber hecho el caldo gordo a la Santa Inquisición; “un argumento de primer orden para alimentar la animadversión ya prejuiciada de nacionalistas catalanes y vascos contra la supuesta prepotencia del centralismo castellano”.
Me voy acostumbrando a la letra tan agreste e intrahistórica de estos opinionistas autóctonos y, al marcharme, creo que voy a echarlos de menos. Para muestra, el botón de un articulista que en el diario “El Norte de Castilla” afirma que “Contra la corrupción de algunos políticos, no hay más que buscar el trabuco en el desván del abuelo y liarse a tiros por la cuesta de la Marquerusa”. Está claro que, en la llaneza castellana, no caben medias tintas.
A falta de “Ruta del hereje”, me llevo, en cambio, otros tesoros como una excursión a Ampudia, al coto de caza que a Delibes inspiró “Los santos inocentes”, “Diario de un cazador” o “Las ratas”, por ejemplo. En estas tierras rojas y humildes, de grajos, pinos y encinares, se levanta un castillo fastuoso donde se firmó el traslado de la capitalidad, de Valladolid a Madrid. Se trató de una transferencia oficial que en nada tocó a su espíritu, pues el espíritu de esta ciudad respira aún aires de corte; reflejados en su cuidado patrimonio monumental: desde el Palacio de Pimentel, donde nació Felipe II, al propio Palacio Real, pasando por la extraordinaria fachada barroca de su Universidad.
Otras notas de interés son las visitas a las casas-museo de José Zorrilla, autor de Don Juan Tenorio, quien, a lo que se ve, vivió en su ciudad natal como un rey y aquella otra de Cervantes, quien residió aquí por ser recaudador de impuestos de la Corte Real. Al ver la estrechez y escasez de las estancias donde se alojaba Don Miguel junto a una no escasa familia, no es de extrañar que, por necesidad, cometiese el delito que luego le llevó a la cárcel; la apropiación indebida de dineros públicos. Realmente, así no había quien viviese.
En sus ratos libres, ya había escrito y publicado la primera parte de “El Quijote”. Pero, en principio, la inmortalidad literaria no da demasiado de sí. Otra cosa es ser controlador aéreo.

8 respuestas a «Descontrolados»

  1. Amada Lola, que te sumes a la crítica generalizada hacia los controladores, sin escribir una sola palabra sobre el nefasto Gobierno que nos gobierna y castiga con su incompetencia e irresponsabilidad, no me parece acertado, ni justo. Un beso

  2. “Allí donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo…”Queda lejos, como St. Denis, ese hombre autosuficiente, soñado por Nietzshe, y su melodía,única e insustituible, del arco iris y los puentes del superhombre… Hoy, a la que te descuidas, unos cuantos monos trepadores te lo fastidian – el puente, digo . Porque trepas como esos controladores caben pocos en la docena y todavía no se dan por perdidos ni aun interviniendo el ejército. Será que ellos poseen el éter, atribuible a las sustancias celestes, y disponen de acto y potencia a su antojo; algo que, a nosotros, pobres mortales, nos está vedado. Esos ratillas del aire…Bueno, las ratas, al decir del Tío Ratero, “fritas y con una pinta de vinagre saben mejor que las codornices”. Hala, pues que lo tengan en cuenta también los militares, si se les ponen pesados.

    Y luego los nacionalistas irredentos, con Delibes o Cervantes de por medio…En bandidos trabucaires pensaba yo ,al galopar de un caballo ligero: alguno conmigo irá. El vates trinitario contra ellos, ea:

    “…Frente al nacionalismo del norte, inmanentista,
    tan ateo y católico – revolución mediante –
    y los chascarrilleros de nuestro sur nihilista :
    la preclara y valiente dignidad de Cervantes…”

    Saludos

  3. Estimada Lola, disculpe la digresión, ¿Cree usted que hacer funcionarios de carrera a los docentes interinos, sin más (como usted reivindicaba), o, mediante sistemas selectivos irrisorios y engañosos como los que lleva el gobierno andaluz practicando durante ya demasiados años, pasando por encima y dejando fuera del sistema educativo a los candidatos mejor preparados, mejor formados y que mejores perspectivas de futuro presentan, va a ayudar a sacarnos del vagón de cola PISA, o por el contrario es uno de los pilares sobre los que se asienta la mediocridad?
    Un saludo

  4. Hola, Eva:
    ¿Se trata de una disgresión? Pues sí, creo que no viene muy al caso de este artículo, pero, los lectores, son los lectores y me importa lo que opinen, aunque no sea al hilo del tema.
    A ver, no, no creo que los profesores, sean interinos o no, tengan culpa alguna de los resultados pésimos en el informe Pisa. Bastante castigado está ya este sector para hacerle culpable de un sistema en el que sólo es un mandado y se gestiona en despachos y no en aulas.
    Por dinero, no mucho, y, sobre todo, por miedo, que es peor, muchos profesionales de la tiza se han visto obligados a aprobar a mansalva sin que los alumnos lo merezcan, acostumbrados a que no se les exija nada, sino la simple presencia.Será una cuestión de cobardía, pero comprensible, si peligra el sueldo y, por tanto, la supervivencia. Los docentes, interinos o no, que han luchado contracorriente se han encontrado con serios problemas, cuando no con agresiones de alumnos y padres.
    Si usted es profesora, como creo, sabrá todo esto y también que, entre profesores, tendría que haber menos jerarquías y más solidaridad. Es una cuestión de humanidad y de justicia. También de efectividad, hay que devolverle a los profesores -a todos- la dignidad de su oficio para que puedan desempeñarlo y, lo primero en ello, pasa porque haya cierta unidad -o toda- en el colectivo.
    Si la pregunta es si creo yo que la capacidad de un docente se mide por la superación de tales o cuales oposiciones, claramente le digo que no. El buen docente se mide por su rendimiento día a día y lo que consiga transmitir a sus alumnos, superando cualquier obstáculo. De entre ellos, los hay funcionarios de carrera, interinos o incluso sustitutos, para mí todos son iguales de valiosos. La vocación no está sucinta a un simple examen. Lo importante es querer enseñar y querer a los alumnos, en el mejor sentido de la palabra ¿o no?

  5. Muchas gracias por las flores, Lola, que son de su tiempo, otoñal, como uno mismo, vaya. ¿Escritor, filósofo…?. Aquí pasa igual que cuando queremos forzar la puerta de la felicidad: la dinamitamos, la echamos abajo, pasamos y, para nuestro desconsuelo, vemos que no hay nada que hacer. Decía Aristóteles que los hombres comiezan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la Luna y los relativos al Sol, a las estrellas y a la generación del universo…

    Por eso, el que ama o se admira de los mitos es también, en cierto modo, filósofo, pues el mito se compone de elementos maravillosos (pongamos el blog de Lola) alejados del mundo del Grosero de nuestro tiempo, ese que busca el placer por acumulación y totalmente opuesto al ingenio del epicúreo, del que sabe seleccionar. Debo ser, por tanto, filósofo, “vecchio frac”, algo que ya no produce envidia y cuya meta puede alcanzar cualquiera, a poco que se lo proponga.

    Y no, no creas que es mi intención hacer chanzas de la filosofía y menos de la aristotélica; aunque, cómo no, siempre aparecerá por ahí el desordenado Pascal para exculparnos: “mais…se moquer de la philosophie c’est vraiment philosopher!” Genio y desorden.

    Un saludo, cara Lola. El principio o, en principio, fue la admiración.

  6. No hay por qué elegir en la casilla, los buenos escritores son filósofos a la vez. Como aquel del que ahora sigo la huella y tanto ha significado para mí. Esos, como tú, sois los grandes, Winspector.
    Un abrazo.

  7. Hola Lola, ¿Quiere usted decir, que la calidad o vulgaridad de los sistemas selectivos empleados para seleccionar al personal docente no tiene ninguna importancia, ni condiciona la calidad de la enseñanza, y que no es un pilar fundamental de ella? ¿Da igual entonces, un sistema -selectivo- que otro? ¿Quiere usted decir, que no hay fórmulas, unas mejores y otras peores, para discriminar a aquellas personas que saben y querer enseñar, y querer a los alumnos? ¿Quiere usted decir, que encontrar a las personas que quieren a los alumnos, y que saben y quieren enseñar es cuestión de suerte o casualidad?

    En resumen, Lola, mi pregunta era (y su respuesta será significativa para mí), ¿Cree usted que convertir en funcionarios de carrera a los docentes interinos, sin más (como usted reivindicaba en un anterior artículo), o, mediante sistemas selectivos restringidos, irrisorios y engañosos, que priman la mediocridad, como los que Junta de Andalucía lleva practicando durante ya demasiados años, y mediante los cuales pasa por encima y deja fuera de las escuelas e institutos a los candidatos mejor preparados, mejor formados y que mejores perspectivas de futuro presentan, ha ayudado a sacarnos del vagón de cola PISA, o por el contrario es uno de los pilares sobre los que se asienta la mediocridad?

    Un saludo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.