Izquierda Unida, asociaciones ciudadanas como Zegrí, y parte del profesorado universitario proponen que la Alcazaba y Gibralfaro sean conjunto cultural para que una gestión vinculada mejore su conservación y disfrute por parte de la ciudadanía. Hay asuntos públicos que la razón no comprende, como el que una medida tan elemental y beneficiosa para Málaga como esta, aún no se haya efectuado y además deba ser respaldada desde múltiples perspectivas para que las diferentes administraciones inicien su lenta marcha hacia esos encajes de los que, como digo, a la razón no alcanza su ausencia. Hoy en día ambos espacios arquitectónicos de gran volumen en el núcleo mismo de la ciudad se perciben como taifas independientes y casi en conflicto. El mejor balcón de Málaga y uno de sus paseos culturales más agradables se han convertido por lindes de responsabilidades y cuotas de poder en dos mundos ajenos, parcelados uno contra el otro con un erial como pasillo entre ambos frontera. Málaga se quiere convertir en destino permanente para cruceros de lujo y un turismo que busque más elementos que el sol y la playa, que también; sin embargo, más allá de las proclamas que arrojan verborragia a los vientos, la lentitud con que se urbanizan ciertas zonas ya exaspera. Los artículos periodísticos sobre el abandono del Centro urbano malagueño casi constituyen un subgénero, con lo que ese motor económico que significa el visitante también camina a medio gas. No creo que nadie pagase más de una escala en un atraque con sus edificios más significativos medio abandonados, con pasos sobre tablones podridos como los de las eternas ruindades de Calle Alcazabilla, con pedigüeños que extorsionan cada cinco minutos a chillido limpio al cliente de los restaurantes y una suciedad ambiental próxima al subdesarrollo. Estamos en crisis. Hace meses no, y para Alcazaba y Gibralfaro remitió el Gobierno varios millones. Málaga, futuro plusquam hipotético.
Se ve que los consistorios de fines del siglo XIX y principios del XX tenían mejores ideas o trabajaban más que los actuales a pesar de sus presupuestos. Una ladera de la Alcazaba y Gibralfaro se pinta como un precioso vergel, la otra como un pedregal privilegiado. Si existe alguna explicación para estos retrasos, olvidos o desidias imagino que se aproximará a las causas del divorcio entre Alcazaba y Gibralfaro, pareja indisoluble, por sus raptores obligada a vivir contranatura. Como Edgar Neville, creo que algunos noviazgos acaban mal y finalizan en matrimonio; en este caso un maridaje trazado por cupidos arquitectos se quebró por oscuros designios de Montescos, Capuletos y los intereses que condujeron a miembros de ambas familias a apropiarse muros por sudores de contribuyentes mantenidos. Cubran un velo blanco las torres y tela de frac las barbacanas. Que esta pareja amante recupere su legítimo estado.
Legítimo estado
20
Oct