Los pronósticos se cumplieron ayer durante la votación del debate de investidura. Todo transcurrió según lo previsto. Estamos en lo peor de lo peor. Lo que suceda a partir de ahora, tras el segundo giro de la trama, será parte fundamental del guion y dilucidará, para bien o para mal, el desenlace de este taquillero peliculón de suspense.
Ahora bien, quedan pocos minutos para que se enciendan la luces de la sala y, ay, o, corre que te corre, la peli acaba fatal, dando al traste con las buenas expectativas, sin goyas, y pariendo la decepción de un gobierno parcheado de corto recorrido por este ritmo acelerado, o, tal vez, ojalá, pudiera ser que sí funcionase el final novedoso, pues nos hubiesen preparado un vuelco sorprendente, de obra maestra rompedora, para óscar, que nos dejase satisfechos a la mayoría en el último suspiro y con Penélope gritando: ¡Pedrooo!
Claro que, con estos actores principales, pudiese ser una temeridad que se incluyesen algunas innovaciones en el guion y ni quiero imaginar el resultado que podría darse con ciertas improvisaciones, con la banda de mariachis agazapados tras la puerta. Me persigno. Se me ocurre una tercera posibilidad, la indeseable, la del timo del final abierto, inconcluso, que perpetra repensarse cómo acaban las cosas en una segunda parte. Lo fácilmente que un público movilizado se aburre y no acude a la siguiente llamada. Eso es algo que no sé si ha tenido en cuenta Tezanos. Qué gran fracaso sería.
Desde que el 28 de abril por la noche, Pablo Iglesias ofreciera a Pedro Sánchez un gobierno de coalición proporcional con un acuerdo integral de programa y equipos hasta que éste le respondiera que tururú, todo han sido muchos tiros y muy pocos aflojas. Las negociaciones políticas, como todas las demás, se sustentan en alcanzar un lugar de acuerdo entre lo poco que uno está dispuesto a dar y lo demasiado que le pide su socio contendiente, digo preferente. Pedro Sánchez ha tenido tiempo en tres meses de pasar del gobierno en solitario, a proponer un gobierno a la portuguesa con Podemos. Esta primera opción se descartó sola, en cuanto las Unidas le recordaron al amigo “en funciones” dónde estaban porque a la portuguesa, no consiguieron recabar apoyos suficientes para aprobar los presupuestos. Ante eso, el expresidente propuso el gobierno de cooperación, que es la parte de relleno de la trama, esa de las transiciones con música en paseos marítimos con viento en la cara, que sucede cuando el chico que ha conocido a la chica, la invita a subirse en la noria. Tras esta parte intrascendente, la historia continúa con los protagonistas levantándose enamorados de la cama. Como Pedro, ofreciéndole por fin un gobierno de verdad a Pablo durante el desayuno. Claro que, el primer giro de la trama, incluía una coalición con paso atrás. Me pregunto qué parte ideológica de Pablo Iglesias no comparte Irene Montero. Qué condiciones en Cataluña provocarán distintas reacciones entre uno y otra. Qué confianza albergará Pedro en ella que él no le provocase. Pero he de reconocer que esta parte novelesca y su despecho en el estrado, ha sido la más brillante de la investidura fallida, junto a las setas y el rólex de Aitor Esteban. Le añaden esa gotita de serial sudamericano a nuestra política de bajos vuelos, tan poco interesante.
Como dije, estamos ante el desenlace, expectantes. Tras el segundo giro, que fue el 124 a 170 de ayer, queda que Echenique y Calvo escriban el borrador final. Que nos lo entreguen mañana, en septiembre, o en noviembre, dependerá de asuntos que, probablemente, nunca sabremos.