Reconquista

5 Dic

Pocas noches electorales han legado a la posteridad un catálogo de muecas humanas más rico que la del pasado domingo. Desde el rictus tenso compartido por Susana Díaz y toda la claque de cargos socialista que la respaldaba (no se sabe por cuánto tiempo más) en el amargo momento de tener que dar la cara tras la primera prueba de que nada ni nadie perdura para siempre, a la sonrisa de niño que esperaba que los Reyes magos le echaran carbón y se encontró con una bici del candidato del PP, Juan Manuel Moreno, pasando por el gesto de barbilla alta y satisfacción por el deber cumplido del aspirante de Ciudadanos, Juan Marín, o por el de resignación de capitán de barco a punto de desaparecer bajo las aguas de los líderes de esa izquierda desorientada que algunos dan en llamar radical, Hernández y Fernández. Uy, perdón, Rodríguez y Maíllo. O Garzón e Iglesias, tanto monta. Importa que igual que en las historias de Tintín, cuando el misterio ha quedado resuelto para el común de los mortales, ellos aún no pillan la onda.

La onda la ha pillado, y cabalga cual surfero sobre la tormenta perfecta, Francisco Serrano, el candidato de VOX, investido de legitimidad y del gran poder de minoría con llave de San Telmo en una jornada electoral tras la que, si los propios electores hubiéramos sido sometidos al acoso de los flashes, habríamos reflejado caras parecidas a las de nuestros representantes. No por no andar sobrado de talento para la oratoria (para ser justos, el don de la palabra abunda poco en la política de la era de Twitter) ha tenido Serrano problema alguno para transmitir su mensaje alto y claro. “La reconquista empieza por el sur”, vaticinaba el candidato de ultraderecha, y el eco de su arenga resuena como el impacto de una bala de cañón contra el espíritu humanista que imbuyó a Blas Infante al construir su idea de una patria andaluza. Mancillan esas palabras la memoria de Manuel José García Caparrós, el joven malagueño asesinado en la manifestación por la autonomía hace exactamente ahora que yo escribo estas líneas 41 años, un 4 de diciembre de 1977. Entonces, un ingominioso pistolero jamás identificado ni castigado, tiñó de sangre, pero también, por arte de la justicia poética, convirtió en imparable, el advenimiento del autogobierno andaluz. Era García Caparrós operario en una fábrica. Pertenecía a esa clase obrera de la que ahora una parte parece haber cambiado de pensamiento para aupar al nuevo Don Pelayo. Nadie puede culpar a quienes han decidido introducir la papeleta de VOX en un sobre, sea cual sea su extracción social, pero cabe preguntarse por el origen de un giro en las antiguas bases de la izquierda que en realidad no es nada nuevo. Hace tiempo que la clase obrera dejó de ser la interlocutora natural de la izquierda, y en todo caso hace más o menos el mismo tiempo que la izquierda en cualquier gobierno, al menos la moderada, dejó de hablarles a ellos o a su realidad. Lo que no quita que sea terrible el ascenso de un partido que proclama sin pudor el racismo, la homofobia, la abolición de leyes de avance social, tachadas de “superfluas”, el fin del Estado de Bienestar tal como lo conocemos. Es peor aún, porque el éxito alcanzado no es tanto mérito de VOX, como demérito del resto de partidos y (¿líderes?) políticos, que ni en medio de la propia debacle y de la amenaza real de que el apoyo para gobernar se ceda a costa de negar derechos humanos o abolir medidas de justicia social alcanzadas con sangre, sudor y lágrimas, son capaces de hacer la más mínima autocrítica. Susana Díaz habla de los mismos pactos ‘ilegítimos’ de minorías derrotadas en las urnas que la derecha nacional achaca a Pedro Sánchez y a sus sostenedores de gobierno. El PP saca pecho y reclama el ansiado sillón de la presidencia. Ciudadanos tira de resultados para reclamar una presidencia que por escaños no le correspondería. Se habla de un improbable pacto constitucionalista que sería la única forma de evitar tener a tan incómodo invitado sentado a la derecha del Gobierno, pero no, no se atisba en el horizonte la grandeza política necesaria. Igual que en la tragedia griega, el destino trágico del héroe terminará por cumplirse…

Sin categoría

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.