¿Se acuerdan del España va bien? La misma táctica se siguió en Málaga para convencernos de que nuestra tierra salerosa iba como un cohete. Bien, no, ¡fenomenal! Nos montaron unos museos provisionales, peatonalizaron zonas del centro con fondos europeos y recogieron las ramas molestas del Parque para que luciera un novísimo y agradable paseo de bares ribereños junto al puerto. Magnífico todo. Eso, unos floreros para el recorrido de los cruceristas alpargateros del low cost náutico, una Semana Santa cada dos findes, y la dosis necesaria de fibra sensible patriotera que cada uno lleva entrañablemente adentro con orgullo, fueron argumentos suficientes para confundirnos de sitio y presumir de la estratosférica ciudad nuestra en vías de urgente desarrollo, que iba a reventar de bonita y reconocimientos.
Nos soñábamos ricos en potencia, desde el pauperrismo, porque alguna revista desde América o London señalaba nuestra ciudad como destino cultural de moda. ¡No veas! No una. Dos o tres revistas. Todas seguidas. Qué guapos éramos. Qué prometedores. El Pompidou y el ruso. El Thyssen de los bandoleros y gitanillas que se encadenan a un árbol, los picassos… La duda surgía a veces, aunque pocas, cuando te mirabas los bolsillos. O se los mirabas al vecino, el pobre. Ya llegarían los inversores, nos animábamos, era cuestión de tiempo. Con Mr. Sanderson tendríamos cubiertos los millones que nos iban a llover desde EEUU y Canadá, y con el señor de la rotonda Al Thani, los de Oriente Medio, ¿qué digo Medio?, del Oriente Grande, o el Enorme. Cuando Málaga era de champions, ay.
Y no hace tanto. Cómo pasa el tiempo.
Asistí el otro día a una charla en la que intervenía la malagueña Mayte Carreño, directora comercial de Michelin Food & Travel, en la que se vanagloriaba de que Málaga se hubiese convertido en destino dos estrellas en la prestigiosa guía verde que edita su marca. Pero añadió otro dato relevante: tenemos la valoración más baja entre nuestros mayores competidores; Córdoba, Granada y Sevilla poseen tres estrellas. La alta ejecutiva de Michelin mostró además su preocupación porque los restaurantes con estrella Michelin en Málaga cuentan con muy poco público local según sus estadísticas. Y aquello no era sostenible, afirmó. ¿Les suena a Museo malagueño? Para el alcalde, eso se solucionaría atrayendo organismos internacionales a la ciudad con funcionarios de alto poder adquisitivo. ¡Fantástico! Málaga sin malagueños sería más limpia, elegante, rica y de su gusto. Debí entenderle mal.
Al final, no nos ha ocurrido tanto como hubiésemos querido durante esa moda pasajera. Ya no se habla mucho de nosotros en ningún sitio. Los desagradecidos periodistas extranjeros prefieren dedicarse a reconocer a Sri Lanka. Catetos. Si allí no habrá ni museos. De toda esta burbuja rellena de cartón piedra de cultura provisional que nos cayó del cielo por causa de los asesores de Francisco de la Torre, me temo que nos quede lo que hay: algunas franquicias anexas a sus terrazas, un chorreíllo constante de turistas de los que existen en todas las ciudades europeas graciosas con aeropuerto de ryanair, y Fernando Francés. El centro residencial ya no lo tenemos. Mientras llegan los funcionarios ricos delatorrerianos, se lo están quedando los mochileros de quita y pon, y que se nos permita a los malagueños alquilar una vivienda a un precio razonable en nuestro barrio abandonado de siempre, va a depender de que el mismo ayuntamiento del cohete cultural tome medidas al respecto. Sólo deseo, que no espero, que tenga más eficacia en este sentido del que ha tenido la sonrojante Gerencia de Urbanismo con las sanciones durante las últimas décadas.
Y, sobre todo, que volvamos a primera división.