Que tengas suerte

14 Feb

Me he ido caminando hasta la wikipedia que todo lo sabe para averiguar si el día que nos espera de amor ferviente serviría para dedicárselo a cualquiera que se sienta o, si en cambio, sólo para celebrar al único y verdadero, el que te sostiene y te soporta ciego. Y en el primer momento, he llegado a la misma conclusión que tenía antes de revisarla, o sea, que puede aplicarse el cuento como se quiera.

Así, que he comenzado decantándome por tirar del hilo de los pajarillos nórdicos, que se atreve a otorgar el origen de esta fiesta de perder, a la época fría del emparejamiento emplumado de inciertas aves, no sé de cuánto al norte ni de qué especie concreta, pero que aprovecho para arrimarlo en primera instancia metafórica al cariño que puedan perpetrarnos nuestros políticos más cercanos, los que nos quieren, incluso nos necesitan, cada día más que el anterior con ahínco indudable y aún mayor sacrificio por su afán de servirnos. Sí, los pajaritos buenos se silvan y se conocen en esta época. Y ahí, sin alejarme, entre los agradables cantores, agarrado a un alambre, sitúo, al bueno de D. Francisco de la Torre devanándose los sesos sobre el tedioso asunto de si dejará el no en el que se halla o lo continuará para devolverse a gustito a casa, a estrenarse unas pantuflas que le regalaron en 2007. Entre dos quereres se estará deshojando, le supongo, almohada en ristre y de pertinaz vigilia postcarnavalera. Tendrá que elgir entre el amor verdadero que le cronometra las duchas con balanza de paciencia, que se lo merecerá todo, o echarse de nuevo a los brazos de aquel otro ingrato que tiene, al que ha dedicado más tiempo y recursos, y aún así se mantiene siempre altivo y exigente. No lo merecemos. No sé qué decisión tomará, pero la que sea, será acertada, pues hará finalmente lo que los demás queramos, aunque no seamos conscientes de habérselo confesado nunca. Él sabe que no queremos Metro al Civil, que nos gustan los cuadros un montón, que no había nadie que quisiera cambiarle el nombre franquista a la Avenida de Carlos Haya, tantas cosas…

Y luego están los otros pájaros, que también podrían haber dado origen al día de los enamorados sólo por graznar muy fuerte en Finlandia reclamando su parte en la época de celo. Serán los del amor reñido de las películas. Los que a pesar de comprometerse, no cumplen con su palabra. Por ejemplo, y sin señalar, siguiendo con la comparación anterior, a este grupo pertenecerían nuestros políticos de cabecera que rechazan una consulta popular sobre los terrenos de Repsol, tras haber votado unánimemente en el pleno realizarla. También aquí incluiría a la subespecie voladora que pretende complacer a varios y contradictorios amoríos a la vez, como cuando se anuncian moratorias de licencias de establecimientos de hostelería, de vez en cuando sí, y otro de vez en cuando, mejor nos sentamos y lo pensamos con calma y sine die. Aquí también, los que pierden los papeles. ¿Dónde estarán los del CAC o de Limasa?. O los que apoyan que los cataríes hagan su hotel para siempre en nuestro horizonte de siempre, aunque a unos amigachos de la UNESCO con “inexactitudes graves” en su informe no les parezca oportuno, ni siquiera simbólicamente.

Por estos pajarracos, he decidido finalmente que el día de los enamorados no puede dedicarse a cualquier querer sino al único, con el que, si tienes suerte, compartes tu vida. En pantuflas.

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