Hace un frío que pela. Hoy es uno de esos días de mantita acurrucable, qué os voy a contar. Yo no sé cómo lo soportan por ahí arriba. Bueno, si lo sé, quedándose en su hogar, a salvo. Si por algo se caracteriza el frío en nuestras latitudes, en cambio, es por tener que convivirlo en casa cuando se nos cuela, no sabemos por qué rendija traicionera del trópico. La culpa la tendrán los cierres de aluminio que no nos encierran bien, o los agujeros por los que persiguen los cables de internet a sus megas abiertas al mundo, no sabíamos que tanto. La solución en casa del pobre andaluz está en rendirse a los elementos y sentarse a compartir el tiempo tapadito junto a una serie entrañable cualquiera. Y, por supuesto, quejarse del frío, brrrr, en cada traslado al aseo para que asientan los que te acompañan -¡pero cierra la puerta!-, entre ateridos y abrazados al forro polar que os une en la misma circunstancia climática adversa, menudo invento este y no la rueda.
No hay otra. Podemos intentar combatir el frío con cachivaches de quita y pon, siempre insuficientes. Te calmarán algunos al principio, puede ser, por el ejercicio de sacarlos de su escondrijo bajo la cama, tras la puerta, o sobre el armario, pero la batalla estará perdida a corto y helado plazo, pues lo conectaremos casi con el mismo repelús al frío que a la factura eléctica venidera y, sin paciencia en euros, el frío malagueño en casa ni se desprende de los huesos, ni se destruye en los pies, qué poca energía. Mejor te bajas al bar. Probablemente haga más calorcito en la calle…
No ocurre lo mismo en el norte. No sé cuántos bajo cero, sí. Y un montón de centímetros de nieve, ya. Pero allí se entra en el hogar y te lo quitas todo: el trineo, los esquís, el gorrito, los guantes, el abrigo, el jersey y no sigo por si alguien me está leyendo en horario infantil. Yo mismo, visitando a mis familiares abulenses, de noviembre a febrero, nunca olvido el abanico de fiesta, ni los short de andar por casa. Lo llaman calefacción central y ni duele al bolsillo, ni te obliga a reunirte en torno a nada ni a nadie con tiritera. No saben allí ni lo que es una mesa camilla, con eso lo digo todo. A lo más parecido que tienen, encima le ponen fotos. Yo creo que esa es la razón por la que se ha extendido la fórmula televisiva del norte, de conectar con los periodistas en la nieve cuando tienen que comentar las noticias escalofrintes de los cortes de tráfico, para que parezcan pobres, o andaluces, o heladitos sin causa. En Málaga, una conexión en directo de estas, podría realizarse, sin problemas, en el salón de cada casa. Lo entenderíamos todos. Claro que, quizás, Despeñaperros arriba, nos vieran tan abrigados que pensaran que nos disponíamos a viajar a Sierra Nevada y pudiese crear cierta perplejidad. No sé. Porque, claro, no voy a asegurar que si retransmitiesen las noticias del telediario sobre la ola de frío en nuestra salita de estar nos humeara el aliento tanto como a ellos en el monte, por supuesto, pero tampoco me atrevería a asegurar que nunca me haya pasado eso, sinceramente.
El caso es que nuestro frío es distinto. Allí se sufre y aquí se pasa. Allí te lo quitas y aquí se te mete. Yo creo que a esta diferencia de costumbres norte-sur se debe que nos pareciera tan ridículo el acting del director de la DGT del otro día cuando nos mostraron la grabación de su paripé laboral anti atascos por nieves. A favor suyo, indicar que, tendríamos que entenderlo con el acento andaluz friolero del que les hablaba. Después de la risa de observarlo con el walkie-talkie, atendiendo un fijo y un móvil sin que se le cayese ninguno, gesticulando órdenes y señalando puntos de la pantalla a troche y moche, medité sobre la insoportable levedad del ser, y me dio hasta lástima, tan repeinado, tan Peter Seller cuando nos parecía gracioso y amable. Maldito asesor tendrá.
El trabajará a gusto en casita, con el frío sevillano y su pijamita de franela puesto, frente al ordenador con el windows 98 que le encienda el niño cada vez que se lo pida pero, con tanta crítica, con tanta incomprensión y con tanto rollo, que si con el pisito en Madrid, que si va al fútbol, que si le gustan los toros, no lo dejan… y, claro, como los periodistas en la nieve, a disimular el frío, a disimular la responsabilidad, o a bañarse en Palomares. Qué arte tiene este. Sólo le ha faltado un “busca” que sonara durante su farsa.