Estuve leyendo el otro día al redactor jefe de la sección de viajes del Sunday Times. Sí, en inglés, so what!!!? Lo leía como Fungairiño veía los documentales de animales de la BBC, pero en mi caso, sin chaqueta y con el google translate afectándome las emociones más sensibles. El artículo jocoso del experto viajero de la Gran Bretaña se titula “cómo ser español” y no nos deja muy bien parados, más bien moviéndonos mucho, mecachis en ten. El tipo debe de haberse pasado un mesecito o dos frente a una de las miles de barras para guiris, de uno de los miles de bares de guiris, en algún complejo de vacaciones para guiris, de esos en los que se tiene que avinagrar la sangría y la tortilla de patatas por el mal ambiente reinante (God save the Queen, aparte), aunque no se pretenda defraudar a sus dueños con falsas indigestiones. Sólo así se entendería que el periodista cachondón afine tan mal con la retahíla de chistes manidos a ocho párrafos, exagerando antigüedades tópicas que me han rejuvenecido hasta a las canciones con tufo a gasóleo A recauchutado que Pepe da Rosa dedicaba a JR, el magnate del petroleo más conocido por los maleducados españoles pegados al televisor hasta que Cebrián y Felipe González con su amigo Zandi, lo desbancasen en el salón de la fama.
Reírse a estas alturas de naderías releídas sobre nuestra supuesta impuntualidad, o de que hagamos nuevos amigos cada día, o de que nos echemos una siesta tras una copiosa comida a las dos de la tarde tardísima son bromas simplonas que sólo contarían ya, en vez de anécdotas, algunos camareros británicos trasnochados que, a pesar de llevar media vida de absentismo inglés en nuestras costas, hubiesen sido incapaces de integrarse con naturalidad en esta sociedad chillona y marciana que los acoge con tanto ruido. Pero el relamido Chris Haslam no se queda ahí, sino que pavonea su presuntuosa autoestima nacionalista taconeando su mala noche de juerga a peor ritmo, faltón de armonía, compás y compasión, comparando, por ejemplo, la elegancia de los suyos contra la merdellonidad hispánica que inventa, despreciablemente. Si quiere ser español, dice, “para empezar, olvide las nociones anglosajonas de buena educación, discreción y decoro” y esconda a los hooligans como yo de la foto, se olvidó de añadir. Continúa: “ser español significa entrar en un bar, besar y abrazar a completos desconocidos, gritar ‘oiga’ al camarero y tirar todo lo que no puedas comer o beber al suelo. Excepto los vasos. Eso es demasiado”. Demasié, sí. ¿Dónde encontrará este hombre la gracieta en asegurar que los españoles lo tiramos todo al suelo en los bares? Ah, todo menos los vasos. Y, ¿por qué le extrañará tanto que los vasos no los tiremos? ¿Será porque sería lo primero que se tirasen a la cabeza él y sus educados amigos cuando les traicionase su buen humor inglés en el pub de abajo, pasados de vuelta inteligente?
Afirma Cristianito Haslam que somos muy mal hablados. Dice que oyó a una profesora en Salamanca, gritándole a sus alumnos, “cabrones”, tras amenazarlos con abandonarlos si no regresaban a su encuentro a la hora indicada. “Hablado o, mejor dicho, gritado, el español está granado de obscenidades de una inventiva y conciencia anatómica alucinantes, no importa con quién se hable”, asegura. Y aquí, lleva razón en parte pero en la que no lleva, me baso para no usarlo en descripciones detalladas sobre lo que pienso sobre él o sobre alguno de sus hirientes comentarios sin sentido.
“A las 11 se nos cae el boli y nos vamos al bar a tomar una caña y un bocadillo. Y oye, que nos lo tomamos tan en serio, que nos dura el descanso hasta la hora de comer”. Respirar y contar hasta tres. “Los países que han sufrido hambrunas son bastante maniáticos”. Pensando que obscenidad de inventiva anotómica no le dedico para terminar…