Don Francisco de la Torre ya no se lo piensa. No sé en qué estábamos pensando los demás. Él lo tenía todo clarísimo sobre si presentarse de nuevo a alcalde en 2023, ay, perdón, que todavía estamos pendientes de lo que decida sobre el 2019. En 2023 no se representará. Habrá dejado ya el método Stanislavski. Aunque la seguridad que aparento al decirlo me encoja la boca hasta el ridículo, al tamaño de las florecillas de pitiminí. Beberé con pajita hasta que se me pase el miedo a equivocarme. Depende de cómo se encueste, lo siento, quería decir de como se encuentre. De su estado de ánimo y de su percepción ambiental, porque físcamente continuará estupendo, no me cabe duda. En 2023 seguiremos mayoritariamente peor que él, con peor memoria, todos calvos sin excepción, pero a Don Francisco probablemente siga creciéndole el flequillo, en su cuarta o quinta juventud, como los papas romanos. Don Francisco Sexto (derecha) nadará y saltará en 2023 como hacía en 2015. No sé cómo sería con 16 años pero presumo que el deporte y el cine han debido perderse a un superhéroe que dejaría pequeño hasta al mismísimo Johnny Weissmüller echándole una partidita al triatlón antiguo. Pero no me quejo. Hemos tenido la suerte de disfrutar de nuestro Tarzán particular como alcalde, con su mono de trabajo, durante casi dos décadas, y lo que nos queda sin casi. Nos lo trajo el efecto 2000 en una oleada provocada por un explotío de Doña Celia Villalobos a la altura de los túneles del AVE. Dejando paso. Y menos mal. Mira qué bonita está Málaga y olé.
Ya se sabe lo que ha decidido hacer De la Torre con su candidatura del 19. Aunque estaría mal dicho. Si se postula no será a candidato, será a alcalde directamente. Ya lo sabe él. Ahora que le han pasado las encuestas internas del PP ha encontrado la sartén de mando que le había escondido su concejal Raúl Jiménez, que es un bromista, en el interior de un contenedor de Limasa. Y ya no la suelta. La tiene agarrada por el mango con ganas, frunciendo el ceño como Gollum. Ya no se lo quita ni Juanma Moreno tintándose de rubio, por más que le siga dando la vara mientras, el pesado de Juan Cassá con la cantinela de que no lo apoyará si no disimula que le hace caso.
Don Francisco ya no se lo piensa, no. Sabe lo que quiere hacer. Quiere que quien le negaba, le suplique, sin él comprometerse a nada. Convencedme si podéis, repite órdago. Tiene agarrados los huevos que quiere freirse por delante, antes de decir si la boca es suya. Eso ha decidido viendo quién ganaría del PP en 2019 y quién perdería si él decidiera marcharse sin despedirse. Ha metido la margarita deshojada en un contenedor de Limasa, a ver si Raúl Jiménez la encuentra ahora, y se ha metido en su cocina, con sus estadísticas favorables bajo el brazo. A marear el agua. A silbar con boquita de pitiminí. De vez en cuándo su querida esposa oye el grito de Tarzán en la ducha de menos de quince litros olímpicos que se gasta. A la altura de una babucha dejaría a Weissmüller…
Don Francisco no parece dispuesto a allanarle el paso a su sustituto. Él sabrá sus razones. Yo preferiría la eficacia de Bendodo más pronto que tarde. Pero antes muerto que sencillo: si se presenta y gana, que sea por mayoría absoluta, pues otra parálisis como esta sufrida, cuatro años más, podría hacer estallar esta burbuja turística delatorreriana de humo y cartón piedra que le/nos sustenta. Maldita filoxera, aléjate de nosotros.