La “crisis del ruido” está en vías de solucionarse, según De La Torre. Leí ayer este titular en La Opinión de Málaga y supuse a los vecinos del Centro tan incrédulos como yo. De todas maneras, esta crisis del ruido no tiene nada que ver con el estruendo insoportable que produce la apisonadora municipal con su charanga fiestera fija discontinua dentro de su almendrita dorada, no se crean, a eso no se le pondrá coto por ahora, más bien al contrario, continuará exigiéndosele paciencia infinita al ciudadano agredido en su derecho al descanso, declarado culpable de residir en un sitio inviable según la planificación cartonpiedrista del equipo de gobierno, que persiste en proteger el éxito a corto plazo de la burbuja turística pseudocultural de libro -de Adorno y Horkheimer-, pues cuanto más les aguante sin estallarnos encima, mejor para todos, madrecita mía.
La crisis a la que se refería el titular son las del escandaloso ruido multable que producen los niños jugando al baloncesto. Al tratarse de una problemática tan absurda, confiaba en su fácil reparación. Tontamente. Ahora que D. Francisco De La Torre se ha puesto manos a la obra, me persigno. No es la crisis del ruido la que está en vías de solucionarse, es Málaga entera la que está en vías de solución, según De La Torre, pero sine die. Si esperan que su hijo vuelva a poder entrenarse en Málaga sin que se le considere casi un delincuente juvenil, escríbanle una carta a los reyes magos por si logran que el alcalde se aparte del asunto. Espero que se hayan portado bien durante el año. Hasta la noche del 5 al 6 de enero, el ayuntamiento no se planteará medidas previas, ni lógicas ni, por supuesto, sencillas, como rogar silencio prudente a los involucrados, para empezar, a la federación, o a los clubs, o a los responsables de los colegios donde entrenan, o a los entrenadores, o a los malvados chillones que celebran sus triples sin mesura; ni convenir reuniones entre afectados, con propuesta de horarios, de encontrar lugares alternativos, de tiros y aflojas; ni invertir en pantallas acústicas, insonorizaciones, faltas o tapones… Se multa y se para todo en vías de solución, como habitualmente, según De La Torre.
El Ayuntamiento de las fanfarrias lo es hasta la puntita y llegado el conflicto, se paraliza, sosaina. El toque de queda deportivo puede pasar de las 8 de la noche a las 10. Y durante la siesta, todos descontentos. Mejor todos descontentos, según De La Torre y su parálisis, que algunos encestando con volumen y otros quejándose del ruido, palabra prohibida para el Consistorio porque conlleva acordarse de los tambores de Semana Santa o los desmanes de la feria permitidos por fuerza mayor ruidosa de temporada, según De La Torre también. Yo de él -dios me libre-, hacía como en los bares del siglo pasado por culpa del vino flamenco: prohibía el cante. Se prohíbe jugar al baloncesto de poquito a poco. Mejor todos a la vez, cortando las calles al tráfico, como una actividad turística de telediario, que cada uno por su cuenta. Entrenamientos en la Alameda una vez al mes, bajo lucecitas Ximénez. Pero fuera del horario común, prohibido el canasteo. Esta es una ciudad decente. Chisporroteante pero seria. Con Barra libre para las terrazas de los bares pero estudiando durante años recortarlas, con afán de que se llenen de turistas pero meditando dejar de conceder nuevas licencias. Libre albedrío turístico pero hasta la punta de la lengua, donde todo se olvida.
La semana pasada el caos de tráfico en la ciudad fue histórico. Tiemblo al recordarme cruzando el puente. En el bar de abajo había quien aseguraba que no caber en calle Larios o quedarse atrapado en el coche de camino al maravilloso espectáculo de luces culturales era bueno para la ciudad. Incluso que añadirle cuatro procesiones y dos carreras urbanas, era buena idea -¿estarán echándonos algo en el agua?-. Y digo yo que, para eso, ¿no sería mejor hacer todo el centro, además de cartón precioso como está, peatonal? ¡Que no Gaby!, ¡que no me entero! Sólo la puntita, hasta que pase algo y entonces se haga cargo el alcalde personalmente, y lo deje en vías de solución.
Hasta hoy creía que el único que tenía lengua de bisturí en Málaga era yo, pero veo que no estoy solo; al parecer -y siempre «presuntamente»- pedirle lógica a don Paco y su Equipo de Jodierno es (en palabras de Tito Urdan) «pedir al olmo que dé peras», o lo que es lo mismo, pedir que discurran a quienes tienen como lema «Porque yo lo digo y basta».
No se trata -¡dios me guarde!- de pedirle a la chiquillería que discurra como adultos y no nos den el coñazo con tales o cuales actividades extraescolares, que también, sino que los muchos «premios Nobel» que de ello entienden pongan en orden sus neuronas y no acabemos todos haciendo cola en las consultas -públicas y «de pago»- de los otorrinolaringólogos (o «médicos del oído» como se les conoce vulgarmente).