El pasado domingo, La Opinión de Málaga publicó una entrevista realizada por José Antonio Sau al alcalde de Málaga, que me resultó muy interesante. Lo primero que me llamó la atención fue que cada pregunta del periodista resumía uno de los ecológicos berenjenales en los que se encuentra sumido el regidor sine die, así que me aboné a imaginármelo remangado de pies y manos, con una llave inglesa y un cubo, aprovechando el tiempo de reflexión entre cañerías y respuestas para empantanarse en la desorganización de su siguiente fregado.
Lo peor de este embudo ejecutivo sin plan ni soluciones es que no se le vilumbra fin. Si se preguntaron en alguna ocasión qué sería lo de crecernos los enanos, era esto, un circo lleno de bomberos torero del tamaño de globetrotters, con dos canastas y un balón olvidados en el desván y un orador agarrándose al micro con la sonrisa y la teoría del Gato de Cheshire, siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante. Podía haber seguido el cuestionario al alcalde con otras tantas situaciones municipales paralizadas, igual de controvertidas, hasta que los gigantes hubiesen aprendido a hacer mates, en triple mortal hacia atrás, pero para qué abundar.
A mí me parece que el destino no está siendo justo con Francisco de la Torre, sin duda una persona brillantísima. Algo no ha funcionado como debiera si, en frontal antagonismo y absoluta contraposición con otros necios e ineptos medradores dedicados al “servicio público” para beneficiarse personalmente, tras habernos gobernado un político de su categoría, honesto, tenaz e inteligente -todo esto es incuestionable-, nos dejará tan parco legado. Si tras 17 años de gestión, con muchísimos más claros que oscuros, se le señalan como sus principales logros, “la fortaleza de la ciudad en cultura, innovación, compromiso tecnológico, atracción de talento y de proyectos Smart City”, estamos aviados. ¿Que quién lo señala? Él. El mismo alcalde.
Cultura y tecnología con pies de barro, esa es la fortaleza que asume Francisco de la Torre de nuestra ciudad en la citada entrevista. Digo con pies de barro porque eso se trasluce de sus declaraciones al preguntarle por la apuesta museística de Málaga. Si nos renuevan cinco años más la provisionalidad del Pompidou… si diez años, la del ruso… en un efímero condicional humeante. Frente a esa opción, el derrumbe del castillo de naipes. Pero la cosa no quedaría ahí. También D. Francisco tumba la que había señalado en un párrafo anterior como segunda gran apuesta personal: la tecnológica. Por lo visto, tenemos un Parque Tecnológico inviable para el éxito. Afirma: “el PTA de Campanillas, fenomenal que crezca, pero cada vez que hay 1.000, 2.000, 5.000 trabajadores más problemas de movilidad tenemos”.
Afirmé antes que el destino no estaba siendo justo con nuestro alcalde, pero ahora pienso que es nuestro alcalde el que quizá no esté siendo justo con su destino: han pasado, 17 años, ¿habrán mejorado cosas en la ciudad?, ¡pues claro! Como en todas las ciudades españolas, incluso en la nuestra, más. ¿Podría sacar pecho el alcalde de la labor realizada? ¡Por supuesto! Sería hora de que sacase pecho. Y de que creara equipo. De que aceptara que tiene que facilitar el relevo a sus posibles sucesores a dos años vista. ¿Él sólo contra todos en el tema de Limasa, en el Metro, en el Astoria? En cuanto ordene sus cosas, y empiece a recogerlas y a delegar, en cuanto deje, en definitiva, de perseguir al Conejo Blanco, probablemente nos vaya mejor a todos.