El hotel Mole del Puerto parece un buen negocio. Se habla de tropecientosmil puestos de trabajo indirectísimos, se habla del turismo de calidad a mansalva que atraerá, se habla de la millonada en IBI que le cobrará anualmente el Consistorio, se habla del casi millón de euros que se quedará también la Autoridad Portuaria por el morro, por el trocito de Morro que ceda, quería decir. Perfecto, ¿no? Que será feísimo, pues probablemente, aunque ya se sabe, y lo escribo canturreando la melodía que le pusieron Los Caracoles a mis actuales pensamientos, “a quien no le guste, que no mire”. En este punto, me vendría bien contarles uno de los dos chistes que contaba mi madre en todas las celebraciones familiares que se preciaran. Uno tenía que ver con una sandía bajo el brazo en un autobús y otro, el que viene al caso, con un pobrecito asustado por tener el colesterol alto al que el señor médico doctor le recomendó que los huevos, ni mirarlos. Así, tapándolos de la vista me veo cuando pase cerca del hotelito, bueno hotelazo. Pero como estoy en horario infantil, no especifico más, aunque si me encuentran en una agradable cantina una noche de estas -quien dice cantina, dice bailina-, pregúntenme y se lo acabo de contar.
Estoy remirando el dibujo-maqueta del edificio monstruoso y trago saliva. Puede que se me esté torciendo un poco el gesto. Una vez probé en casa de mi amigo José Antonio Mesa Toré, un queso alemán marinado en vinagre que me produjo parecido ceño al probarlo. Mira que otro compañero, José Luis González Vera, me advirtió que no lo hiciera. Pero me lo ofrecieron con tanto cariño que, como ahora, lancé, a media voz, un salvavidas amable: pues a mí me gusta, dije estoico. Si tuviera que elegir por el regusto que me queda, preferiría el queso al edificio, tengo que admitirlo. Pero con tantos millones de por medio, si son ciertos, cederé tragándome la alergia y el sarpullido y prometo no quejarme más por el morrocotudo asunto. Bueno, prometo no quejarme mucho más. Al menos, no hacerlo excesivamente. ¿Qué le está pasando a mi nariz?
He leído las justas reticencias al proyecto expuestas por Ecologistas en Acción, claro, y las matizaciones que sin tomar partido -o eso dicen- ha realizado sabiamente el Colegio de Arquitectos: dudan de los beneficios del hotel y de su integración en la ciudad. Aún así, a pesar de la horripilancia monolítica, del quebranto a mi paisaje amado, del dolor del alma por observarlo de manera tan pesetera, si la construcción del hotel Mole del Puerto no se salta ninguna normativa, ¡Los Caracoles!
Miedo me da el viento. Miedo me dan las olas. Miedo me da el largo trayecto hasta la ciudad sin una sombra. Pero, sobre todo, miedo me da la parálisis que producirá Don Francisco de la Torre más pronto que tarde, en cuanto se acerque o hable del proyecto más de lo que le corresponda o intente rebajarle alguna tasa, o acelerarle un plazo, o se le ocurra la cesión de algún terrenito a cambio de una planta del mamotreto… Miedo, mucho miedo me da, empezando por las piernas y alcanzándome la zona del chiste, temblequeante y subiendo.
Por eso, ante mis serias dudas, he decidido, para mayor tanquilidad, leerme un artículo del propio arquitecto del rascacielos, D. José Seguí, publicado el domingo pasado en La Opinión de Málaga, bajo el título “Málaga: Puerto y Turismo”.
Ay, dios mío. Ay, dios mío. Denme un segundo, que tome aire. Ay, dios mío. Escriban un momento si se aburren, que me estoy reponiendo. Dice que como ya no somos una ciudad de turismo de sol y playa, hacía falta el esperpento este destrozándonos el horizonte. Básicamente. Ó eso he entendido. Ó que no va a ser una oferta sino que ya es una demanda. Ó algo así. Porque tenemos muchos cruceristas de los del todo incluido arriba en el barco, que no pisarán su hotel, además de ingentes masas de turismo cultureta de calidad que nos visitan por nuestro magnífico aeropuerto y mejores carreteras para ver nuestros insuperables museos y alojarse en la planta 34 de la gigantesca cornucopia. Esto y una pelota. Qué gran Autoridad Portuaria tenemos. Qué gran Ayuntamiento. Menudo hotel nos vamos a zampar… Ejem. No me arrepiento -aún- de todo lo dicho, la pela es la pela. Pero no sé si alguien me está sujetando.
Ni el turismo de calidad ni los puestos de trabajo, ni el probable esqueleto abandonado dentro de unos años, cual monstruosa Equitativa están garantizados. Ahora vien, si la ocupación turística es exitosa, lo que sí estará garantizado será la insuficiencia de la infraestructura. Padecerenos atascos para levantar la mole, para explorarla turísticamente y, luego, para derribarla. Y ojalá solo fuera eso. Yo creo que nuestros representantes municipales y la autoridad portuaria, sencillamente, nos han traicionado. Ahora bien, esto no es más que mi modesta opinión. Hace doez años se puso en Torremolinis la primera piedra de un cinco estrellas. Creo que aún no se ha puesto la segunda. ¿Qué tal si esperamos a qye esté terminado el hotel de Torremolinos antes de empezar el de Málaga? Es una sugerencia.
Excelente artículo, Gaby, me has hecho reir.
El señor De la Torre, como siempre, queriendo hacer honor a su apellido. ¡Qué obsesión la suya!
He echado de menos alguna referencia fálica al susodicho mamotreto, quizás por el horario infantil. Pues, que se lo introduzcan por la zona anexa a donde el médico aconsejaba no mirar.