Me acordé ayer de Fungairiño, el que fue Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional, porque me ensimismé viendo en la tele un documental sobre lobos esteparios en inglés, sin que sepa defenderme en ese idioma mejor de lo que podría hacerlo en un infeliz desencuentro con alguno de sus bellos protagonistas. Qué animales. Qué animales somos, quería decir. Qué absurdos animales somos, que cuando tenemos hambre no comemos y cuando no, devoramos, deprimidos por la fina línea abulímica de ansiedad que deja el rastro de nuestros michelines cuando nos ponemos a dieta. Ahora entiendo el habitual ceño fruncido del fiscal jubilado que, supongo, le crecería al percatarse, como me ocurrió a mí, de que el ser humano probablemente sea el único que se contraindica por culpa de sus fervientes impulsos ciegos.
Miren, por ejemplo, lo que está pasando en Cataluña: los secesionistas catalanes quieren que se vote para darle lustre legítimo a su deseo de independencia y, los que no deseamos la ruptura, en cambio, no estamos dispuestos a permitirles, de ninguna manera, que ejerzan ese derecho a decidir que, muy leguleyos, les ponemos, sin dudarlo, en infinita cuestión soberana y constitucional. No es no, que se dice ahora. Eso es fervor y sirve para anular la razón. No la razón que se lleva en brazos frente al confundido, sino la razón que se nos presume directora de nuestros actos racionales. Lo lógico, según la línea directa preclara que usan los lobos esteparios en su cotidianidad, sería que los independentistas pusieran todos los medios posibles para evitar el referendo y que, nosotros, los buenos de la peli, los españolísimos y demócratas, intentásemos crear un marco legal -reforma constitucional, Ley Orgánica…?- que hiciese posible esa consulta. Que ¿por qué? Porque en unas votaciones serias, con plazos, censo, garantías e información suficiente, con campaña adecuada y resultados determinantes, nadie duda de que ganaría el !no! a la independencia, dándole carpetazo al problema. Y por tanto, cuantas menos garantías, cuantas más prohibiciones y amenazas, cuanto menos importe el resultado final en el teatrillo catalán del 1 de octubre autoimprimible, más cerca del 99% estarán los independentistas. ¡Porque sólo votarán los independentistas! Rajoy se quedaría entonces con la razón y las leyes, y una foto colgada en twitter abrazando a Puigdemont como Piqué a Neymar, con un “se queda” igual de inútil. Mariano con eso y nosotros, los pobres, sin Cataluña, ni su 20% del PIB, que no sé qué es exactamente pero que me produce dolor de riñones sólo de pensarlo. Comparados con los lobos esteparios, somos Caperucita.
Y mientras, en Málaga: Aehcos apoya la construcción de un mastodóntico edificio insostenible para parecernos a otras grandes ciudades europeas en sus mastodónticos edificios insostenibles. Hablan de Hamburgo o Barcelona y yo añado Londres o Portsmouth, donde he sufrido en primera persona cortes de tráfico en protesta por la existencia de parecidas catástrofes paisajísticas. Los del PSOE, a algo que ha ido bien por no meterle mano nadie, quieren meterle mano para que vaya bien. ¡Viva Lagunillas libre y el PGOU sin pelotazos tranquilo! Y D. Francisco de La Torre, famoso, entre otros museos y magníficas intenciones, por aniquilar a sus delfines, no acaba de encajar a Elías Bendodo como posible sucesor. No lo quiere ni preguntándole 100 veces. Pero en vez de señalarlo, que lo destruiría en pocos meses, ni lo menciona, por no imaginarlo si quiera, por el fervor y por las entrañas.
Qué estupidez. El hombre no es lobo, ni para el hombre, ni para las estepas.