Ay. Limasa. Otra vez. Bueno, no, otra vez no, es la misma. Son los mismos puntos y seguidos del alcalde contra el mismo comité de empresa, representado por el mismo sheriff, Belmonte. Como decíamos ayer, Fray Luis de León contra Unamuno. Las cosas están donde estaban. Podrían empezar sus reuniones por el mismo párrafo en el que lo dejaron, en 2010, 12 ó 16. Probablemente, nunca se haya intentado avanzar en ningún acuerdo, más bien en los desacuerdos. El alcalde ha estado ahí, cuando ha considerado que hacía falta, con la carpeta de sus promesas de futuro, para impedir huelgas devastadoras. ¿Qué digo?, ni siquiera para impedirlas, su objetivo era sólo suspenderlas. Y a partir de ahí los dos negociadores se han pospuesto en el empate a cero hasta hoy, misericordes, en un equilibrio de sensatez, acogiéndose a las cláusulas más finas del desencanto que les quedaban, para anunciar una nueva tregua que calmase, entre fiestas de guardar, a la ciudadanía.
Entre el alcalde y los trabajadores de Limasa no ha habido nunca nada que discutir. Ni condiciones, ni sueldos. El alcalde ha aplazado las huelgas en nombre de una empresa que no era suya, ni nuestra, por el 49% de nada. Aguanta, Belmonte, le pedía por el bien común y las gotitas de peste innecesarias. El alcalde no ofrece dinero, ni puede. Limasa no da la cara, ni va. Cobran, luego existen. De hecho, las demandas de los trabajadores frente al Ayuntamiento no tenían que ver con dinero, ni siquiera con promesas de dinero. Son los trabajadores los que ceden siempre ante el alcalde, a falta de un gerente apto y un convenio al que enfrentarse en Limasa. Pero no ceden en sus peticiones económicas ni laborales, ceden en lo que les reclama. El alcalde les ha pedido siempre lo mismo: tiempo. Y se lo prestan. Aunque bajo plazo de impaciencia.
Lo que reclaman los trabajadores de Limasa a su empresa es justo. Según sentencias judiciales. Pero no son esos derroteros los que afectan ahora mismo a la municipalidad y al riesgo de huelga de recogida de basuras durante la feria, sino el nuevo modelo de empresa de limpieza, que debe asumir la ciudad. No se sabe desde cuándo, De la Torre y Belmonte se reúnen discretamente para llegar a desacuerdos íntimos sobre este importante asunto ciudadano, susurrándose sus planteamientos al oído. Tanto es así que Don Francisco sufre un pequeño síndrome de Estocolmo y aboga por un modelo de empresa pública (municipal) que sustituya a Limasa. El planteamiento de Francisco de la Torre nos ha dejado perplejos. Piensa lo mismo que su oposición de izquierdas y Belmonte, y en contra de la opinión del PP malagueño y su muleta, Ciudadanos, que apuestan por el modelo privado de gestión. Claro que Belmonte ya conoce a Don Francisco mareando la perdiz y dándole patadas a la lata, con lo que no se fía de que su opinión salga adelante. Y el conflicto está servido.
Así, de un lado, está la oposición municipal de izquierdas, que apoya el modelo de empresa pública, gestionada por el Ayuntamiento. Cerca de esta postura se encuentra Belmonte y el comité de empresa, aunque exige, contundente, que se decidan ya por uno u otro por la incertidumbre que genera en el futuro de los trabajadores. De otro lado, el PP, papel que interpreta con excesivo celo el concejal Raúl Jiménez, enfrentado a todos: comité de empresa, oposición, sentencias judiciales, alcalde y lo que haga falta, para que el modelo de gestión sea privado. En la última esquina del tablero, Ciudadanos, que desea dividir el pastel en varias empresas privadas.
Y en medio, Francisco de la Torre, sólo, paralizando, reflexionando, esperando un informe, sin prisa, con una margarita-bomba en la mano. ¿Huelga en la feria? Continuará…