A la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga no le ha gustado la obra que se expone de un artista en el Centro de Arte Contemporáneo. Uno de sus voluntarios, pintor en sus ratos libres, se sintió herido por lo que contempló el otro día y su desasosiego se ha plasmado en el anuncio de un escrito de protesta por parte de los servicios jurídicos de la asociación para que el museo retire tres de los cuadros expuestos. A mí, personalmente, lo primero que me ha atraído a este asunto es que un artista se sienta violentado por la construcción que de su mundo artístico haya hecho otro, en este caso el jienense Santiago Ydáñez. Que uno sea corto de miras o el otro un exhibicionista de sus entrañas, probablemente tenga mucho que ver con que el primero contenga su ardor creativo pudorosamente y sólo plasme bodegones pulcros entre los escritos de protesta y su trabajo, y el segundo exponga en los mejores museos del mundo, conmoviendo o sugestionando con su particularísima visión de la naturaleza.
No sé si a los que ha molestado hasta no poder soportarlo la obra del jienense lo que les ha indispuesto es su leitmotiv, su tormento de ideas, el proceso creativo de introspección o sencillamente que cazase desde niño, o si es la segunda fase, la de la plasmación de la obra en sí, ya acabada y sujeta a cualquier interpretación en un mirador, como culminación aproximada de su proyecto original. Supongo que ninguna de estas dos partes del proceso artístico puedan molestar a nadie. Al menos a nadie con dos dedos de frente. ¿O sí?. El debate en todo caso, podría suscitarse en cuanto a la pretendida trascendencia. ¿Pretende provocar el autor? ¿Qué pretende provocar? ¿Hay transfondo ideológico? ¿Qué transfondo? ¿Se presta a interpretación causal o en todo caso sería algo casual? Y si fuera así, lo que se infiere, ¿podría ser constitutivo de delito?
Se ha acusado al autor, ¡nada menos!, que de hacer apología de la zoofilia. ¡Toma ya! ¡Qué escándalo! De verdad, ¿alguien en su sano juicio piensa realmente que la obra expuesta en el CAC de Santiago Ydáñez promueve, alaba, defiende o justifica la realización de actos zoofílicos?. ¿Alguien, que eso es lo que pretende el artista hacernos llegar? ¿Estamos locos? No. Nadie lo piensa. Es falso. Lo único que ocurre es que no agrada y eso es suficiente para que los más fogosos preparen una hoguera. Que se considera inmoral y hay que echarle gasolina antes de que se propague. Que algunos se creen que la constitución incluye entre los derechos fundamentales eliminar lo feo, malvado, diferente o vulgar de la vista. Qué daño tan grande le está haciendo el nuevo ejército de salvación y sus 40 antititiriteros, promovidos por las leyes del odio y del enaltecimiento de Rajoy, a este país de pobres cangrejos desorientados por la crisis.
Que alguien incluya un acto de zoofilia en un relato, en un poema, en una película, en un chiste, o en un cuadro del Centro de Arte Contemporáneo, no significa que lo enaltezca. Algunos dan ejemplos estúpidos, por si hubiese alguien que no se enterase de esto, mencionando películas, libros, o frescos bíblicos del Vaticano pero no voy a caer en esa trampa. Nadie es tan imbécil. Aquí, de lo que se está en contra no es de que se cometa un delito, defendiendo, alabando o justificando una actividad ilegal. Aquí lo que no se quiere permitir es que un cuadro trate de, se vea tal cosa o sugiera tal otra. Prohibido por convivencia santa. Bromuro por amor. Marinas y bodegones para todos, pero ¡cuidado!, sin plátanos que parezcan penes, ni culitos los melocotones.