Si algún día se anunciara que Antonio Banderas va a implicarse definitivamente en un proyecto personal de teatro en nuestra ciudad, estaríamos de enhorabuena. Si ese proyecto incluyese además que, por fin, dejara de sonrojarnos la estampa ruinosa del viejo Astoria despellejándose al sol, sólo cabría celebrarlo. Y en este sentido se han ido desarrollando los acontecimientos a partir del concurso de ideas promovido por el Consistorio para lo que alguien llamó una vez la manzana del Astoria con tal éxito, que aún no ha logrado recuperarse de esa etiqueta neoyorquina, ojalá premonitoria de lo que le espera.
El señor Banderas quiere hacer realidad su sueño teatral malagueño y el actual agujero abandonado del Astoria le sirve. ¿Qué más? ¿Cómo le podemos ayudar, dentro de la legalidad, para hacerlo posible? Un amante de Málaga pedantísimo como él, que nos cae bien por su espontaneidad, con demostradísima solvencia profesional, los contactos necesarios labrados a lo largo de su dilatada carrera internacional y, lo más importante, muchas ganas de quedarse, ¿quién no lo vería con buenos ojos? Su proyecto incluye clases de teatro y un pequeño gran lugar para la escena local, junto al gran escenario y una empresa de eventos que lo respalda. Autogestión, restaurantes, y tiendas para pagar sueldos, jazz y flamenco. ¿No sería perfecto?
Pues no. Me parece que no va a ser posible. Y es terrible contemplar las causas del desastre. Bueno, no, la causa, pues sólo hay una: la ineptitud con la que se maneja el equipo de gobierno en estos trances. El absurdo amiguismo del que no sale. Los comentarios de más. El apretoncito de manos. El guiño. No sé cómo le han vendido sólo un museo de las gemas a esta gente. ¿Serán las mayorías absolutas las que te atolondran? Da rabia verlas venir y observar atónito cómo se sucumbe inopinadamente ante tremebunda torpeza. Esto es un manual de las cosas que no se deben hacer o una broma de muy mal gusto. ¿A que nos quedamos sin teatro?
El consistorio rechazó en su día hacer una consulta ciudadana para decidir el proyecto definitivo de los cines Astoria-Victoria pese a haberse aprobado en pleno por unanimidad. ¿Les suena? ¿Qué pasó con la Torres de Repsol? ¿Con el Hotel de Moneo? Expulsar a los residentes del Centro Histórico de su entorno es un efecto colateral irrelevante, lo importante es la burbuja y los no metros al Civil. Pero no sólo echan abajo lo aprobado por unanimidad en el pleno sino que en el Concurso de ideas hay un premio del público, que pierden. Otro punto gratuito en detrimento del sueño de Banderas. Pero hay más y mucha pena: pueden concederlo directamente. Es un proyecto con la suficiente enjundia y los avales suficientes. Sin prisa. Se hacen unas condiciones de obligado cumplimiento, se establece un canon o una contraprestación suficiente y te vuelcas en apoyarlo para que todo le -nos- salga bien. Pues no. Tampoco. El Ayuntamiento prefiere hacer un pliego de condiciones alterado y enrevesado para que sólo pueda conseguirlo una persona y sus socios. ¿Pero esto qué es? El alcalde llegó a bromear con el hecho de que en el pliego no se podrá poner abiertamente el nombre del actor -¡por dios!- “porque sería una determinación previa”. Pero qué pillín tenemos de alcalde.
¿A que ya no nos gusta tanto el proyecto? ¿Le seguirá gustando a Banderas tanto el alcalde, ahora que ya se ha tropezado con él, ahora que está consiguiendo que nos caiga un granito peor, sin comérselo ni bebérselo?
El Broadway malagueño está ya apuntado en la libretilla de los cántaros perdidos del alcalde, contra los que alguna vez, supongo, se dio un buen golpe en la cabeza, convirtiéndolo ya para siempre en el adalid campeador y míster mundo de la cultura de franquicias 2016 en el que se quedó atrapado y convertido, por culpa de los árbitros de la capitalidad cultural europea tramposos e injustos, o al revés, a los que no convencieron ni sus solares ni nuestras heridas.
Pobre señor Banderas. No sabe dónde lo han metido. Lo del abrazo del oso… Lo del charco… Ojalá tenga paciencia con estos y no se vaya. Lo malveo venir.
Como no podía ser de otra forma, los malagueños tenemos hace años el díptero tras al pabellón auditivo cada vez que se habla de un proyecto BUENÍSIMO PARA LA CIUDAD pero que tiene el pequeño inconveniente de que hay un cierto nombre -de solvencia internacional, por supuesto- respaldándolo. Y ese nombre «de proyección internacional», repito, no es que vaya a costear ni siquiera parte de la obra -lo que en los momentos actuales sería muy de agradecer- sino que se trata de «aparecer en los papeles» como patrocinador honorario (o sea, sin soltar «guita»). Creo recordar que alguien propuso que se derribase «la torre de la vergüenza» y se dejase su espacio libre para que la Plaza de la Merced pudiese «respirar» y el túnel bajo la Alcazaba tuviese de ese modo un recorrido alternativo. Claro que en la Casona del Parque igual están pensando que si el proyecto «no cuaja» el solar resultante se le podría ceder a una o dos cofradías para que construyesen su casa hermandad y así el itinerario hacia el «recorrido oficial» sería más corto; ya se ha hecho con El Cautivo y las Fusionadas. También se podría montar un museo de la picaresca malagueña -éxito asegurado- o dejar el espacio libre para uso y solaz de los ciudadanos y más visibilidad de la casa natal de Picasso y, de camino, facilitar el camino hacia El Pimpi y el Museo dedicado al genial Pablo Picasso. ¿Sería mucho pedir que los asesores (in)competentes de Alcalde y concejales lo tuviesen en cuenta? Málaga lo agradecería.