No es más limpio el que mucho se lava sino el que poco se ensucia. Con ese lema y un poquito de polvos de talco en las ingles y en los sobacos, el equipo de los más peperos del gobierno municipal intentará mitigar la incipiente crisis con la que les ha amagado el alcalde y sus reflexiones sobre Limasa. Municipalizar la empresa o continuarla en el ni sabe ni contesta mugriento actual, que nos avergüenza el culturetarismo analfabeto en las puertas de los museos frente a los cruceristas, son caminos ideológicos tan dispares como cercanos sus aconteceres. No creo que haya nadie capaz de encontrarle las siete diferencias transgresoras al plan que tenga el alcalde para nuestra basura. Ni ahora, ni cuando le dé tres vueltas, ni cuando lo lleve a los tribunales o lo suba al Metrobús. Si el sistema actual no es municipal de facto, que baje Belmonte del comité de empresa y lo bendiga. El problema es la teoría: la derecha privatiza, y hay que posicionarse ante lo que esté por llegar.
Ahora la empresa es mixta como un sandwich que se comen los socios privados y que pagan los reyes magos, que son los padres. Entre el engendro marrón poco eficiente de ahora y lo que propone la oposición de izquierdas, con Don Francisco de la Torre a la cabeza de las reuniones sindicales por su cuenta, está el canapé de jamón y malagueño fundido, los beneficios obligatorios por contrato, la asistencia técnica, los costes de estructura y los costes financieros, que nadie sabe lo que son, pero existen. Y engordan. Mucho. En los últimos diez años, 50 kilos de michelines a repartir entre las tres empresas de la Unión Temporal Estupenda. Con tal curvilínea estadística de la felicidad asegurada, échense a dormir tocándose la lira. Y, el uno por el otro la casa sin barrer. Desde 2003, se garantiza a los socios privados de Limasa unos beneficios del 2% de la cifra total de negocio sea cual sea la gestión y los resultados. Y, claro, es la que es. Málaga es la tercera capital de provincia de España que más gasta en limpieza por habitante, tras Madrid y Barcelona y la 52ª de 60 en satisfacción de sus habitantes al respecto. O sea, que en Málaga nos sabemos sucios y, lo peor, nos sospechamos poco cívilizados.
Porque la culpa de que nuestros barrios se alcen un metro al año sobre el nivel del mar -o dos- es de la costra que generamos, cochinos todos. De los icebergs derretidos por el cambio climático de nuestra peste achicharrada al sol. De nuestros sudores abandonados en las cunetas. De los excrementos de nuestros perros, que dispersamos con nuestra vieja máquinita de gotelé. De los papeles que tiramos al suelo sin leerlos.
Por eso, una campaña municipal pretende concienciarnos de que seamos cuidadosos y no manchemos nuestras maravillosas avenidas. Que no tiremos lo que nos traigamos traviesamente entre manos cuando nos subamos al autobús. Que no dejemos que el perro le deje regalitos malolientes a nuestros niños en los parques. La campaña que acabará con la suciedad en la ciudad, esta vez se llama “Mantén limpia Málaga”. #lodicetuvecino. Entre paréntesis, no escritos, el concejal responsable y sus amigos del consistorio que preconizan la continuidad del sistema mixto para Limasa, se lavan las manos. Málaga está sucia por los malagueños, las palmeras y porque llueve poco. Y si nada de eso sirve, por los trabajadores bienpagaos, huelguistas y traidores de Limasa.
Bueno, con De La Torre han topado y, lo peor, con su brazo a torcer. Como lo espoleen, anuncia que se presenta a la reelección.