No se me da nada bien esto de los regalitos entre enamorados. Iba a regalarme algo para ella pero ahora que hay tanta suspicacia con ciertas cosas, mejor olvidarse de los encajes. Quizá fuese mejor encajarme yo en unos calzoncillos blancos de algodón clásicos y regalárselos, para evitar que pudiera considerarme machista, con razón otra vez, por supuesto. Pero, por culpa del anuncio del palo selfie y la funda del móvil, que le hacen tanta gracia, me temo que no se ría con mi ocurrencia y me deje en ridículo con dos frases tan despectivas como inteligentes, de sus habituales y creativas, y claro, se me haga difícil rebatirla vestido con tan mal regalo puesto, de prueba fehaciente de mi razón perdida, de nuevo, sin que nos quepa la más mínima duda a ninguno. Descartado el riesgo erótico. Qué difícil. Porque es tan especial, que ni flores ni bombones me parecen apropiados, un poquito por lo mismo y otro cuanto porque engordan o no sería sostenible para el planeta, que me parece que la estoy oyendo. Ni libro ni perfumes, que son muy personales, cómo la conozco. Y para un viaje, me llega el sueldo a Chilches, pero como ya fuimos hace dos años, lo dejaría por ahora de segunda opción. O tercera. Que no es por no ir.
Bueno, y se preguntarán por qué esa determinación mía a hacerle hoy un regalo a mi amada. Pues está claro, porque todo el mundo sabe que hoy, 15 de febrero, es San Valentín, el día de los enamorados, y a mí no se me escapa una. Bueno, por eso y porque ayer, día 14, no sé qué le pasaba pero estaba muy seria. Como cuando se me olvida el día de su cumpleaños o nuestro aniversario, y me dejó con la mosca detrás de la oreja y este molesto zumbido, que no acaba de irse.
Me pregunto qué le regalará Errejón a Pablo Iglesias o al revés. En algunas cosas, podría recordarme su relación a la nuestra. En este caso yo sería un poquito más Pablo Iglesias, metepatas, y ella la portavoz que me soporta por años de roce encariñado. Yo el de la cal viva y ella la que se escondería bajo el asiento de su vergüenza ajena. Hasta que no. Ni un centímetro más. De la coleta al cero, sí se puede, ya te digo. Y, ¿Pedro Sánchez y Susana Díaz, además de excelentes ideas socialdemócratas, que se habrán regalado mutuamente? Puñales lorquianos del Cortijo del Fraile, me pega. Cornejo, el mayordomo susanista, se los llevaría puerta a puerta al guapo pretendiente leninista independentista, de muy buena gana y se lo dejaría bien colocadito en la espalda, me parece, por la punta de un descuido, junto a una loa, de su cosecha, a la urticaria. Y, ¿Rajoy, qué habrá pensado para Cospedal? ¿O será para Sáenz de Santamaría? Yo creo que él no se moja. Esperará en una tumbona frente a su piscina, sin tirarse nunca, y con un puro a verlas venir. Con suerte le saldrá bien la jugada, y a cada una le dará el regalo de la otra y a Maíllo, que será quién abra la puerta por agradecimiento, una felicitación en el hombro y un consejo para que sea fuerte, llegado el caso, salvo alguna cosa. En realidad, yo creo que Rajoy sólo da un paso adelante con Raphael en la banda sonora de su intimidad, o con Trump, al teléfono. Al americano le puede regalar consejos sobre las vallas y las concertinas o, según él dice, presentarle a sus amigos árabes de Musulmania o latinoamericanos de Asaltamuros. ¡Seré tonto! ¿Árabes y sudamericanos a Trump? Yo creo que ya con Donald ha agotado Rajoy todas sus posibilidades. Sus dotes persuasivas y su encanto se habrán esfumado ante el americano first por recordarle tan pronto sus malas amistades. ¿Pero qué amigo árabe tendrá Rajoy? ¿Dónde? ¿Pero qué iberoamericano? ¿Cuándo? Patidifuso, me quedo. Vamos, que me voy a sentar a tomarme un vinito a descansar, en este barecito tan apañao que me pilla de camino. Mira, un vinito de Málaga, le voy a regalar. Ya está. Lo bien que voy a quedar, lo poco machista que seré y lo bueno que está. Ya, ni el erotismo descarto esta noche, carricoche. ¡Viva San Fermín!