La Nueva Política

28 Sep

A la política española le está pasando como a las nuevas tecnologías, que van muy deprisa. Hace dos años mi móvil era de última generación y Pedro Sánchez también. Hoy hago cola para amenazar a mi compañía con abandonarla si no me cambia la antigualla y los barones del PSOE barruntan hacerle lo mismo. Pero no sé si habrá algún valiente dispuesto a quedarse sin whatsapp en el proceso. Yo sólo amago, un poco como el Chiquito de la Calzada y otro poco como Susana Díaz.

Quien le dijera a Rajoy durante las navidades del 2013, que las cosas se le iban a poner tan de cara en tan sólo dos años y medio, recibiría un abrazo inolvidable del presidente, seguro, y si me apuran, puedo imaginarme otra larga fila de agradecimientos al mensajero entre amigos y familiares, incluyendo a cada una de las primas de riesgo. Ese vaticinio de ánimo más que de (e)videncia, que pudo haberle dado un compañero en el consuelo, se ha hecho realidad, probablemente acrecentado. Lo supongo en realidad aumentada porque sólo un loco se hubiese atrevido a tanto optimismo por aquel entonces y no creo que Mariano consintiese entre sus allegados a nadie que pudiera hacerle perder el hilo de su árdua tarea y su discurso, pues «es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde», devanándose el tiempo entre el IVA y sus sesos. Bueno, aunque escuchaba al otro primo. Menudo primo el del cambio climático, de la torta y la empanada. Mejor, no poner la mano en el fuego por nadie, como Esperanza Aguirre. ¿Dónde estará ahora Esperanza Aguirre?

Pues eso, que augurios no creo que le hicieran muchos, pero buenos propósitos navideños, seguro que sí recibió. Y que alguno de sus asesores le hubiese expuesto a Rajoy su mundo perfecto, tampoco me extrañaría. Un mundo ideológico con una oposición dividida. Hablando sin tecnología 5G, una izquierda dividida. Y en enero de 2014, se fundó Podemos. Y en julio, ganó las primarias Pedro Sánchez. Y en diciembre de 2015, entre el zarpazo y el sorpasso, los mismos viejos votos del PSOE se los repartieron como hermanos. Explicaba Felipe González la sociología con un huevo frito: uno se lo comía mientras el otro lo miraba y, a fin de cuentas, la estadística aseguraría que se lo habían comido a medias. Pues ahora, se ha avanzado en una nueva definición política donde el huevo es el cebo. Pedro y Pablo se pelean por él y Mariano aprovecha que están ocupados, batallando, para zampárselos en un descuido. A los dos. La estadística dice que se ha producido una esabechina y que le sobrado un huevo frito con el que no sabe qué hacer. En esto que Rajoy vuelve con una barra de pan y le pide que se aparte. Divide y vencerás, no, que se dividan mientras él los espero, oteando desde el plasma.

Para junio del 2016, con la resta de IU al proyecto de Unidos Podemos, la izquierda se dividió en tres, contando a los rendidos. Y por si fuera poco, ahora, en las últimas semanas, vía redes sociales, pablistas y errejonistas se comparten a los cuatro vientos. Sí. A cuatro. Faltaba la respuesta de Pedro Sánchez. Ha aprendido de los peores hábitos de Rajoy y tras el desastre electoral en el País Vasco y Galicia, se ha dado aliento reflexivo. Sé fuerte, se ha dicho frente al espejo, y puede que hasta se haya enviado un sms. Parece que el PSOE se romperá entre los que quieren que Pedro Sánchez dimita y los que quieren que se los trague la tierra hasta que amaine. Mientras, Mariano, con su mitad intacta, coge fuerzas para caminar deprisa y apabullar a sus rivales, salvo alguna cosa.

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