¿Ya se han ido? Los vecinos del Centro no podrán creérselo, pero los feriantes han guardado ya en el altillo de las bolas de navidad de sus casas, los sombreros desbocados de esta feria, que yo creo que puede ser lo único en común que los distinga, por su indumentaria, de los hosteleros que los servían o de los bien alejados del bullicio que, por escasa afinidad, los huyeron. Parece ser que este año, el modelo que más se ha llevado en la cabeza es el que te vendía el chino, tipo noria. Va imperando. Te coges un cartón de sombrero vietnamita de muy señor mío, a poco que te descuides. Al día siguiente te vas a la orillita, a disfrutar de la marea y el cante jondo y a recuperarse. En segundo lugar, estaban muy contentos los responsables de las grandes superficies. Allí, me comentan, que se ha disparado la venta de alcohol a los que llevaban volantes y ala ancha. O sea, drones. No me pregunten, que tampoco yo lo entiendo. Para terminar con el engorroso listado, los señalados como culpables del desparrame, normalmente sin razón, han sido, como siempre, los más elegantes en medio de todo este despropósito: los bares que pagan sus impuestos y aguantan la truculencia de la feria del Centro con estoicismo y el cartelito de averiado, servicialmente colocado. Entreabiertos con espanto pero dispuestos a ponerte una copa bien puesta en la cabeza y el chaqué si hiciera falta, aunque mejor si no llegas de despedida, de soltero, disfrazado de vietnamita ni con un dron revoloteante y cojonero. Estos ganan el viernes de los fuegos lo que empatan el resto de la semana. Así que para el martes o miércoles santo, no, no, perdón, para el martes o miércoles pecaminoso, en cuanto se ha ido el fontanero de urgencia y han conseguido despegar con un palustre los últimos restos orgánicos de la última vomitera inorgánica sufrida en sus dependencias, cierran y se tapan los ojos y la nariz y las orejas y el grifo de la cornucopia escacharrado.
Dicen los que no viven en la zona afectada por el temblor, que este año la barbarie ha disminuido. Yo opino eso también por el bien común del amor patriotero. Por lo menos hay conciertos en las plazas. La barbarie sin conciertos es más barbarie, se mire como se mire. Ahora bien, el día que la feria del Centro se parezca a Mónaco en fiestas, la gente ufana se sentará en las terrazas de los bares. Y podrá almorzar a gusto. Y cenar bien servido. Y escuchar música en las plazas. Y bailar donde les plazca. Sin riachuelos de desconfianza. Con olor a jazmín. Bueno, esto no haría falta.
Dice el alcalde que con la noria se hará lo que quieran los vecinos. Como con el Metro. Pero lo que quieren los vecinos no se sabe hasta que no se les pregunta formalmente. En democracia, votando. No sirven las encuestas. Se conoce, eso sí, lo que opinan las asociaiones de vecinos, aunque no sea exactamente lo mismo. El perfil del vecino que se asocia no es el mismo del otro 99% que jamás lo haría. Ni loco. ¿Se debe tener en cuenta la opinión de las asociaciones de vecinos entonces? Claro. ¿Se debe tomar las opiniones de estas como las de todos los vecinos que viven en la ciudad, el distrito o el barrio en cuestión? Don Francisco sí lo hace. Los usa para justificarse. Cuando actúa de Paco Poncio de la Torre, que no son pocas veces, se lava las manos -supuestamente- y actúa bajo mandato de los vecinos. Se convierte en el adalid de la voluntad popular vecinal, por la gracia de su cargo democrático. Se muestra como un servidor obediente plegado a los deseos de la mayoría. ¿Qué mayoría? La de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga, no. Esta vez no. Que decidan los vecinos qué hacer con la Noria, vale, si opinan como él. Que se apunten a su trolabús, vale, en cuanto pueda sentarse a explicarles el proyecto con detenimiento y convencerles de lo buenísima que es su idea. Ahora bien, que quieran acabar con la barbarie de la feria del Centro, Don Francisco lo puede comprender pero, como gota de agua en el desierto que son, sólo puede ofrecerles ánimo y bendecirle las navidades desde onda azul. Cincuenta millones son cincuenta millones. Yo creo que, como Fraga en Palomares, o como él mismo con la ducha rápida de la factura de la EMT, lo que tendría que hacer el próximo año es trasladarse a vivir una semanita de feria a la Plaza Uncibay. Mesiánicamente. Y a seguir mejorando…