Tenía más dudas que los que ni saben ni contestan en el barómetro postelectoral del CIS. Su parálisis ante suponerse de nuevo votando, que si al PP o a Ciudadanos, o sopesando entre Ciudadanos o PSOE, o tal vez con el PSOE o IU en la punta de la lengua, o devanándose sobre si sería mejor a IU que a Podemos, o si a Podemos antes que a Ciudadanos, o empezar de nuevo, y decidirse entre el PSOE o el PP y santas pascuas, y que les ha impedido pronunciarse finalmente por la apoplejía de las prisas que los becarios de las empresas demoscópicas expelen, se abanicaba también en mi conciencia democrática bajo ese mismo bochorno oceánico de suspicacias. ¿Voté, votaré o votaría? ¿ahora, otra vez o me abstengo? ¿A santas pascuas o a quién? Yo, como les ha sucedido a estos que rellenan los márgenes de las encuestas por falta de tiempo y exceso de celo en la respuesta, precisaría de más tiempo del que dispusieran para contestarles por encima y mal, que sería peor que mintiendo, como el margen de error y la cocina.
El 36% de los ciudadanos decidió su voto durante la campaña electoral, dicen ahora los expertos de las curvas estadísticas del CIS. Y con la boca chica, supongo, dejarán de decir los portavoces políticos, por tanto, lo que con la grande han proclamado sobre reducirla o abaratarla. Va a resultar que lo que nos inculcaban los sabios de las tertulias televisivas no conllevaba la parte de verdad absoluta que aparentaba y que los mítines, debates, carteles y mailings, sí van a servir para algo. A ver si me encuentro la precampaña en la basura, que por obediente, ya la había reciclado junto a los restos orgánicos. El 17,6% decidió durante la última semana de campaña a quién votar y el 9,3%, el último día. El 19 de diciembre, con los villancicos junto al arbolito, se decidieron 35 de los diputados que no se han puesto de acuerdo en formar gobierno en la pasada legislatura. ¿Pasada legislatura? Ese 36% de encuestados que reconoce haber decidido su voto durante los quince días de campaña, suponen, trasladados a escaños, los 126 que resultarían vencedores. Pero entonces, ese afán en repetirnos que la gente ya tiene decidido su voto, que la campaña no servirá para nada y que los resultados prácticamente no variarán, ¿a qué viene? ¿Favorecerá a alguien repetir eso tantas veces? Si el hastío se presentara, pero creo que no. ¿A la abstención?
Además de la campaña, que un trabajo científico certifica que puede condicionar el voto de uno de cada tres participantes, hoy se habla de la posible confluencia entre IU y Podemos, que según los expertos de la tele, apenas tendría refrendo en un cambio en la composición del futuro hemiciclo. Es más, esta semana en el programa “la Noche en 24 horas”, se afirmaba que produciría un trasvase en los diputados del PSOE, que los que pudiera ganar la nueva coalición, los perdería este partido. Pues tampoco; sumando los votos reales de IU y Podemos del 20D -aunque dos más dos no sean cuatro y no deje de oírse cada día en la tele-, la coalición habría conseguido 86 diputados y los perjudicados hubiesen sido en primer lugar el PP, que habría reducido en siete sus representantes (Ciudad Real, Granada, Málaga, Murcia, Las Palmas, Teruel y Zaragoza), en segundo lugar, Ciudadanos, que habría perdido cuatro (Albacete, Guadalajara, Sevilla y Tenerife) y en tercero, el PSOE, con sólo tres menos (Álava, Baleares y Jaén), que junto a los dos aportados por IU en Madrid y el que perdería el PNV en Vizcaya, conformarían esos 17 de más, de los que casi nadie habla.
Ahora bien, si decía al principio que tenía dudas sobre mi voto, quedarían todas disipadas si convencieran a Don Francisco para postularse derechito al Congreso. Me imagino el Astoria, el río, el Parque en el Benítez, sin las torres de repsol ni multas por el metro, y no habría color, yo lo votaría (con v).