La huelga provisional infinita

9 Mar

Estamos de basura hasta arriba. Pero un poquito acostumbrados. A todos los mismos males de siempre, nos hemos acostumbrado a fuerza de soportarlos con resignación crónica. Algunos tienen una hernia y otros, un gobierno municipal como el nuestro. Cíclico. Ciclotímico. Se resuelven con una capa de pintura los problemas de toda la vida, hasta que los viejos muros soporten el siguiente envite solariego provisional. Un parche aquí, una tela allá, que nos maquille las arrugas y que otorgue premios arquitectónicos a quien imagine lo bonito que podría quedar el río si viviésemos en Nueva York. O fuese otro el alcalde, menos embovedado en su empecinamiento. Es una forma de gobierno, sí. Con estilo propio. Se crean agujeros negros en el Museo de las Gemas, en la Manzana del Astoria, en el Barrio de las Artes, en el Málaga Valley, por casualidad y se espera a que choquen para crear ondas gravitacionales que, con un pregón y unas lucecitas, adornen el disimulo de su provisionalidad estoicamente, hasta que nadie los recuerde. ¿Qué pasó con el Campamento Benítez? Resurgirá algún día de sus arenas movedizas para volver a emerger, tantas veces como sean innecesarias. Málaga es una feria salvaje sin perfil alevoso, hasta que año tras año se acerca agosto y se crean comisiones para resolverla inadecuadamente, en cuanto pasa. Y tal como vienen se van. Se esfuman. Sin dejar rastro, ni cambios, ni mejoras, ni comisiones de servicio. ¿Metro? ¿Qué metro? ¿El del Civil? Las famosas heridas de 2016 que no por identificarlas en su momento se cerraron ni se espera, desflorecen en sus mismos solares desiertos in aeternum. ¿Torres de Repsol donde el Hyde Park? Ni una cosa ni la otra entre bulevares imaginarios. Málaga no tiene secuelas ni memoria y por eso debe de ser que vuelva a empezar de cero cada día, cada mes, cada estación de cada año. Málaga es una ciudad encallada en sus problemas que asume falsamente que se mueve porque mira al sol y su sombra cambia de sitio. El ruido está ahí afuera desde que tengo uso de razón. Y la suciedad en las calles desde que perdimos la receta del garum. ¿Lo va a arreglar ahora el alcalde? ¿Qué alcalde?

Tenemos huelga de basura. No sé qué número hace esta desde que Don Francisco de la Torre se sienta con Belmonte a ponerle infinitos provisionales a sus malos acuerdos. ¿Será ineptitud o diplomacia mal entendida? ¿Este hombre que nos gerencia y cuida desde hace tantos años, sabrá negociar o no le suponemos tanta mili? ¿Qué acuerdo ha cerrado bien y cuándo? ¿Y qué hace, como alcalde, negociando contra los trabajadores de LIMASA? ¿Por qué no se sienta el que tiene el 51% de las acciones? ¿Por qué si pagamos, tenemos el 49% de las acciones? ¿Por qué tenemos acciones? ¿Por qué otros socios privados tienen acciones? ¿A quién está representando De La Torre? ¿Al Ayuntamiento? ¿A LIMASA? ¿Al presupuesto municipal? ¿A nosotros?

Los malos de esta peli, como cada año, son los basureros. Los que nos quitan de la calle esa misma inmundicia que ahora que se amontona pestilente, nos revuelve. A mí me gustaría que el conflicto se resolviera definitivamente. Con un convenio entre la empresa y los trabajadores. Y que tuviésemos un alcalde con capacidad de mediar en el asunto. Sin tomar partido abiertamente, ni directamente, ni haciendo promesas que no pueda cumplir, ni cerrando acuerdos provisionales a la desesperada que nos hipotequen, ni emplazando a solucionarlo en el futuro. Con que dentro de unos años, cuando se difumine el Museo Pompidou provisional y se convierta en otro agujero negro delatorreriano, los malagueños percibiésemos nuestras calles limpias, me conformaría. Aunque coincidirá con otra huelga de basureros, si ahora, ya, de una vez por todas, no se remedia.

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