Rumpelstiltskin

10 Feb

A estas horas que les escribo. Así comienzan muchos de los artículos de opinión que he repasado en las últimos días en los que sus autores no dan crédito a que sigan en prisión provisional sin fianza dos de los componentes de una compañía de teatro granadina por una acción realizada por uno de sus personajes de pasta de papel. Creo que en la obra, un policía de trapo que no apoyaba a ninguna banda terrorista, incriminaba a una bruja de mano, que tampoco enaltecía a terrorista alguno. ¿Y entonces? Una pancarta falsa de 20 centímetros ha tenido la culpa de todo. Yo abogo, repasados los hechos, porque se encarcele a los títeres y al atrezzo, como se hacía en la mili con las garitas o los animales, y si esto no fuera suficiente para calmar los ánimos de los que se sienten ofendidos por el desgobierno radical antidemocrático de Madrid, se colocase una coleta al muñeco y una melenita rubia a la bruja y, junto a la pancarta, se les quemara en la misma plaza publica del distrito de Tetuán, donde tuvo lugar la deleznable representación de marionetas. Pero a los dos muchachos titiriteros, por favor, que se les permita volver a casa cuanto antes, cortarse el pelo y estudiarse bien unas oposiciones que los saque de las calles, los libros indecorosos, los pensamientos anarquistas y todas esas malas compañías de las que están siendo protegidos, a estas horas que les escribo, por nuestra querida sociedad.

Respecto a la obra en sí, hay acuerdo entre todos los hombres y mujeres de bien que, como dios les manda, señalan su profundísima horripilancia sobre la trama. Tanto de los que la sufrieron en directo como en diferido, y de los que no han tenido necesidad de verla en internet para saber del atentado que subyacía en el ánimo de sus perversos autores. Parecido consenso hubo sobre alguno de mis cortometrajes, que tampoco le gustaron a nadie, así que me siento autorizado para opinar sobre el fracaso artístico con mayor conocimiento de causa que sobre los posibles fundamentos de derecho que han podido llevar a estos dos chicos al calabozo, aunque, no obstante, también los comentaré más tarde.

En cuanto a lo primero, el argumento de “La Bruja y Don Cristóbal” produciría rechazo -y urticaria- a las buenas gentes de ideología conservadora que sucumbiesen a soportar ese espectáculo tan bochornoso. Per se. Una bruja okupa no puede ser la buena y el propietario de su casa, una monja, un policía y un juez, los malos, en ningún cuadro costumbrista que puedan imaginarse. Pero es que no han sido pocos tampoco los progres que, tras pedir la puesta en libertad de los presuntos apologistas del terrorismo con la boca pequeña, se han subido al carro de justificar sus maldades en que había un ahorcado, alguna paliza de género, o sangre en la obra. ¡Sangre de títere con cuchillo de madera! ¡dios nos libre! Hasta se hablaba de la violación de una monja, aunque esto dejó de ser tan espantoso en cuanto se descubrió que la violada en cuestión no era monja, sino bruja okupa populista y bolivariana. Cuando leí esta parte confusa del altercado argumental pensé que quizá alguien podría haberse equivocado y en vez de titiriteros, hubiera leído tiroteos en alguna denuncia interpuesta y que, por esa razón se hubiese enviado a los dos muchachos directamente a la cárcel. Pero no parece. Pues a estas horas que les escribo han pasado cuatro noches en Soto del Real y ya habría dado tiempo a mandarlos con un chascarrillo y una palmada de vuelta a Granada.

Nos quedan los fundamentos de derecho. Los conoce el juez mejor que nadie. Mientras no se demuestre lo contrario, estos dos teatreros presuntos han hecho apología del terrorismo y por eso, a estas horas que les escribo, llevan cuatro días a la sombra. Sólo eso está claro y el resto es opinable. No se le puede poner una pancarta a nadie en una obra artística a partir de ahora. Supongo. Ni pronunciar nombres prohibidos o innombrables. Nadie sabe que me llamo el enano saltarín.

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