Hoy es día de reyes, y como uno me encuentro, panziagudo y con la gota a un tris de recordarme la última crisis de mi edad y unos cuantos langostinos de por medio. Tan aturdido llevo desde los entrantes de Nochevieja que se me olvidó que hoy tocaba visita de los Magos de Oriente y a punto he estado de llamar a la policía cuando he visto una caja que ayer no estaba sobre la mesa del salón. Finalmente, me tranquilizó el piloto automático de mi lógica, tan activo que, sin darme tiempo a desperezarme, me envió alguna señal impertinente para que volviese a la rutina. Los ladrones no dejan cosas, se las llevan -menos los millones a Granados-. Claro. Esto han sido los Reyes Magos. Y como no les escribí la carta, me han traído lo que le pidieron los que tanto me quieren y se acuerdan de mí. No parece carbón. A ver qué pone en la caja: Die-ta-de-tox. A ver qué hay dentro: hierbajos supuestamente comestibles. Prefiero el carbón. Para que luego digan que los reyes no existen. Me quedo con la reflexión de mi amiga Alicia: los reyes no pueden ser los padres porque son tres.
Visto lo visto y las acelgas de los que se preocupan por mi salud, me borro del consumismo y me paso a los que sólo piden en Navidad buenos deseos para los demás y se alegran con los regalos inmateriales que les hacen. Lo decía con la boca chica pero ahora que me he lavado la cara y he reflexionado con el último trozo de roscón en la mano, asiento con seguridad… Uno de esos que no cuestan dinero y tardan en olvidarse lo recibí ayer on-line, y todavía lo disfruto con sólo recordarlo. Me da un no se qué, que me impele a levantarme del escritorio para imitarlo. ¡Raphael por Rajoy! El video del presidente en funciones en su celebración de Nochevieja en un hotel de O Grove, dándolo todo en la pista de baile a ritmo de “Mi Gran Noche” me alegró la cabalgata. Regalazo sin desperdicio. Palmadita y tres pasos para adelante, oé, saltito y tres pasitos hacia atrás, oá. Después de esto, podré imaginarme al trío de la Gran Coalición reunido a puerta cerrada en La Moncloa, intentando llegar a un acuerdo de investidura en el que Mariano se acerque a Susana Díaz con su toque bailongo y le susurre esa parte que dice “y sin hablar, nuestros pasos irán a buscar otra puerta, que se abrirá como mi corazón cuando ella se acerca”, y aquí entra en escena Albert, muy repeinado, con traje ajustadito de proselitista de secta y una constitución bajo el brazo, para apuntillar el estribillo: “¿qué pasará?, ¿qué misterios habrá?, puede ser mi gran noche, la lara lá -en esta parte Rajoy, da los tres pasitos hacia atrás-, y al despertar ya mi vida sabrá algo que no conoce”. ¿Pedro Sánchez? ¿Quién es ese? Ah, ya, el que desafina tanto: “olvidaré la tristeza y el mal y las penas del mundo, y escucharé los violines cantar en la noche sin rumbo”. Ya sé que dan ganas, pero no puedo repetir el estribillo, pues me quedan cuatro renglones para contarles el otro regalito inmaterial que me apunto. Me refiero al discurso de ayer de Mas. No el que sobra, que también, sino de Artur –no Ártur-. La Candidatura d´Unitat Popular le ha hecho la puñeta bien hecha y su pataleta contra la mitad de la CUP que ni en pintura lo quiere, le deja dos alternativas: nuevas elecciones o desdecirse y separarse, ya no de España, sino de lo que quedará en pie del futuro Separats pel no. Me imagino a Iceta y Colau bailando con Mas. ¿Que no? ¿Alguien recuerda el plan Ibarretxe? Cambiando de tema, ¿El día 6 también se celebra? Porque se me está pasando el empacho. Y cuatro kilos, no son nada. Así que “hoy para mi es un día especial, pues saldré por la noche. Podré vivir lo que en el mundo no está cuando el sol ya se esconde”…
Y mañana detox.