Pues no hay ajetreo. Acaba el año tranquilo en la política municipal. ¿Quién nos lo iba a decir? Se cumple ese plazo que Ciudadanos fijó para regenerar la política local, invistiendo al alcalde con un gran pliego de condiciones bajo el brazo, y De la Torre sigue dándole patadas a la lata, como si de él no dependiera el asunto. Laguna legal por aquí, irretroactividad por allá, no tocarle el nombre al puesto de este o reinterpretar el convenio con el otro, le ha servido a Don Francisco para mantener a buena parte de su Corte alejada de la guillotina naranja. La mayoría de los salvados de la condena Ciudadana no forman parte del entramado de técnicos que ocupaban cargos de confianza, sino que los indultados con diversidad de artificios, resquicios y triquiñuelas del equipo de gobierno han sido, sobre todo, los políticos venidos a menos, apartados de la lista de concejal o similares a los que, por razones de humanidad, había que bientratar, según el libro ético de estilo delatorreriano. Así, se ha aprovechado la ausencia de algún edil de la oposición para ordenar gerente paniaguado a alguno, o se ha mirado con lupa la nueva ley de régimen local para mantener en su cargo el estómago agradecido de otro. Al fin y al cabo, parece, que el plan de Ciudadanos nos va a servir para perder a unos cuantos buenos profesionales independientes que trabajaban para la ciudad, ya que por algún lado había que hacer recortes que blandir ante Cassá y los suyos y dejarlos con el mochuelo del conformismo en brazos o con posibilidad de disimulo.
Pues las cosas están así a un día del cotillón: empezará el año sin directores de distrito en nuestra ciudad y con Francisco de la Torre disfrutando de la guita que le ha puesto a su lata, para añadirle emoción a sus cosas. Ahí está, tirando de la cuerda, con poderío. Reflexionando sobre la argucia con la que podrá librarse otra semana, de convocar el consejo de Onda Azul destinado a cesar a Fátima Salmón por expreso deseo de toda la oposición y su amplia mayoría absoluta. O sea, jugando con fuego, no al despiste sino, a hacerse el despistado y con los representantes de los otros cuatro partidos del pleno, estudiándose un libro que se llama cómo aprender a jurar en arameo en dos semanas, sin tirarse de los pelos.
Hablando de pelo, me imagino al señor Cassá desesperado, intentando disimular el mal trago de que te lo tomen y te hagan trenzas con tirabuzones, y tener que actuar, además, como si todo marchara estupendamente, con un ahorro de no sé cuántos mil euros en impuestos gracias a ellos y con la bajada de la factura del agua y con tal y cual… Lo metieron solito en el lío, claro, y ahora, sálvese el que pueda, le toca hacer de tripas, corazón y sonreír ante la cámara. Con lo que apretaba, sobradito, al principio, como si fuera el subalcalde. ¡A Paco con sus cosas! ¡Pero si tiene 3 concejales y a penas el 10% de los votos! ¿Dónde iba?
Por eso decía al principio que todo estaba tranquilo en fin de año y plazo. Porque observo a Don Francisco colocándose un gorro para nadar un rato. Don erre que erre. A lo suyo. Da paz, lo desesperante que es. Gana por cansancio. Los rinde. Nos rinde a todos. Porque si se le ocurre que el Metro no va al Civil, no va. Por más acuerdos que haya firmado. Si se levanta con otra idea, adiós. Porque si el Convenio que vale con Limasa es el acuerdo de 2013, da igual ley, juez o huelguista que diga lo contrario. ¿Y Cassá qué puede hacer ante eso? ¿Una moción de censura? Hay que proponer un candidato alternativo en una moción de censura: ¿María Gámez? ¿Con el voto favorable de Málaga Ahora y Málaga para la Gente? Si eso fuese posible -no se rían-, ¿quién le ponía después el cascabel a Albert Rivera? ¿Ven?: imposible. Y eso lo sabe Paco y por eso tiene y se permite sus cosas. Y eso lo sabe Cassá, y por eso le recomiendo que se apunte a tai-chi o a clases de bailes latinos.