Las obras del Metro han vuelto con su exasperante incordio. No sólo a las calles, a las que parece que les han puesto faralaes para desorientarnos, sino a los despachos. Por eso tengo esta cara. No es que no quiera cerrar la boca, es que me ha dado un aire, que no sabía lo que era hasta que me lo vi incrustado el otro día al afeitarme. Boquitorcido de sorpresa permanezco sin que el incomodísimo mohín me permita asomar ni un poquito de la indignación interior que espera turno para exhibirse. ¡Que me cierren las zanjas mientras se lo piensan!, dice mi parte iracunda al volante, sin poder quejarse del todo, ni a gusto. ¿Pero cómo es posible que dos años después de llegar a un acuerdo, el alcalde pida una semana de yoga para reflexionar sobre el trazado del Metro? Pues así es. Las cosas de Paco. Cogió un martillo hidráulico de alguno de los trabajadores de la Alameda y, ni harto ni perezoso, se subió a una estatua ecuestre, y lo enarboló, como Mel Gibson en Braveheart para contarnos las maldades del tranvía al Civil. Ya les digo, sin comisuras en los labios me he quedado de escucharlo, entre muy atento e hipnotizado.
A ver. Que no necesitábamos Metro. Que este aeropuerto de Castellón bajo tierra arqueológica malagueña o sobre ella, ha sido una pequeña torre de Babel que nos impusieron los políticos de otra época, para no ser menos que nadie con un color especial. Que desde entonces, llevamos sufriendo obras, paradas, reobras, trazos y trazados, planes, reuniones, remodelaciones y requeteproyectos hasta que hace dos años se acordó un mínimo común múltiplo para el recorrido, el menos perjudicial entre los más baratos, sostenibles e inoportunos que cabían. Todos descontentos, pero todos juntitos, firmando sin ganas, con una foto y su correspondiente sonrisa entrelazada. Junta y Ayuntamiento. Era perfeto. Pero las cosas de Paco, vio una llave inglesa el otro día y se le ocurrió darle una vuelta de tuerca al asunto. Es así.
Propuso Paco, con sus cosas, una reflexión, que le llevó a redecidir de nuevo, que quizá fuese mejor plantearse llegar al Parque Tecnológico con el Metro y olvidarnos del Hospital Civil. ¡Pero si ya se hizo un estudio técnico sobre aquello! Y se aconsejaba como mejor solución llegar al Parque Tecnológio en tren de cercanías. Lo que sí nos gustaría a todos -los que no vivamos por allí-, sería que el Metro llegase a la Malagueta en vez de al Civil. Que es lo que quiere Paco también pero no dice abiertamente, supongo que, por si le toca pagar. ¡Pues claro! Pero al Civil cuesta unos 40 millones y a la Malagueta, 150.
Y ¿por qué D. Francisco se ha replanteado ahora el itinerario acordado en noviembre de 2013? Diría que a causa de las elecciones si le encontrase algún sentido al absurdo. Pero si lo tiene, de verdad que no se lo encuentro. Él dice que ha sido por la oposición de los vecinos de la zona al Metro en superficie -como si hubiese surgido ahora-. Primero, a tragarse unas obras, que por arriba o por debajo tendrían que soportar y después, porque piensan, razonablemente, que un tranvía afectará al tráfico en mayor medida que un trayecto subterráneo. Esto, los miles de atropellos inimaginables que posiblemente nunca ocurran y el alcalde sembrando dudas sobre la bonanza, consiguen, claro, que los vecinos se opongan. Y hasta monten una plataforma con su disgusto.
Pero D. Francisco se reunió el lunes con todas las partes y tras verle las orejas al lobo del Banco Europeo de Inversiones y la barba remojada de la empresa concesionaria, reculó. Ahora tratará de “convencer, sin imponer”, a los vecinos, para que estén contentísimos con su tranvía, metido en un paquetito con un lazo. ¿Ahora?
El Metro a Limasa y ya está, si reflexiona otro rato. Esperen y vean.
Parece que la moda del PPSOE es hacer las cosas de espaldas a los vecinos, porque escucharlos «NO ES SERIO», ¿saben algunos lo que significa la palabra democracia?