Empiezo a preocuparme por Paco. Por sus cosas. Al mejor alcalde que hemos tenido en los últimos 15 años -y el peor- parece que le está costando más de lo esperado cogerle el pulso a este nuevo reto de gobernar sin el apoyo suficiente. Tras las amplias mayorías absolutas de 2003, 2007 y 2011, le tocaba ahora bailar, no sólo con la más fea del PSOE, sino con todas las demás señoritas de belleza extravagante, a las que nadie antes había echado cuentas por pertenecer a un perro, a una flauta, a un sindicato o a una secta artística demasiado absorventes. La más mona y pijita de la bancada, la cassadera de Ciudadanos que parecía, en principio, la más dispuesta al roce y el cariño, no ha terminado siendo la esperada media naranja sino, más bien, la calabaza naranja entera y, al final, Paco y su disco rayado, con sus cosas bajo el brazo, se nos ha quedado compuesto y sin novia, espero que sin la crisis de los 70, subiéndonos el petróleo.
Suponía a Paco con sus cosas, con más recursos. Más seductor, quiero decir. No tan truhán pero sí un señor que ama la vida y ama el amor. Sobre todo, por su talante democrático, y esto no es broma. Posiblemente sea el último político de los de antes que nos quede cerca. Con capacidad de oír y debatir sobre cualquier tema en cualquier momento, por más agrio que se tuerza el asunto cachorreño. Elegante hasta el extremo y con ganas de agradar constantemente al que lo escucha. Virtudes todas ellas de buena hechura diplomática, que nos apresuraban a imaginarlo navegando en minoría absoluta sin mayor tormento. Craso error. Paco tiene esas cosas. Pero luego tiene sus cosas.
El alcalde está afrontando su mandato como si tuviera mayoría absoluta. Sin buscar hasta ahora el consenso que prometía con el resto de formaciones políticas sino tratando de imponer su estricto criterio, el de las cosas bien hechas -como dios manda, que diría Rajoy-, intercambiando cromos con unos u otros. Unos ascensores por aquí, una inversión en domótica por allá… Y va tirando. Va tirando de la cuerda floja cortoplacista. Sin que nadie le quite la zanahoria para que pare a reflexionar. ¿Será capaz de llegar a algún acuerdo con todos en algo? No hablo de cuestiones ideológicas, por supuesto, me refiero a las cosas que nos interesan del día a día de la ciudad. Me parece que no. Que ni se lo ha planteado. Él tiene su modelo de ciudad en la cabeza, el que ha seguido durante 15 años a pies juntillas, asesorado por sus técnicos, y que ha debido colmar todas sus expectativas, supongo, plenamente. Debe de considerarlo insuperable, así que pega patadas a la lata cuando tiene que firmar un acuerdo y a lo suyo, a salvar el próximo naufragio.
Las cosas de Paco de esta última semana, como anuncié al principio, empiezan a preocuparme, por la inseguridad que me produce dudar sobre si será capaz de concluir los cuatro años para los que ha sido elegido. Hablo de sus tres empecinamientos típicos y que no creo que gusten mucho a la oposición: de los dedazos a los puestos de gerente en SMASSA y LIMPOSAM. En contra de todo, parece preferir jugársela a la carta del resquicio legal para mantener a los suyos en lugar de contratar a los mejores a través de una oferta pública de empleo. Probablemente, en esta ocasión, ni siquiera consiga mantener a sus dos elegidos para dichos cargos pues toda la oposición, ellos sí, empiezan a ponerse de acuerdo en desbaratar estas actuaciones municipales sorprendentes, no por habituales menos absurdas. El segundo mal ejemplo, siguiendo la senda del Astoria o del Museo de las Gemas, es que ya ha asomado la patita de D. Francisco de la Torre con un Polo Digital en brazos. Estamos en ese primer pasito en el que se reconoce que no se sabe bien quién pagará esos dos millones urgentes que alguien iba a sacar de algún sitio. De que no dará tiempo a cumplir con los plazos para recibir tal o cuál subvención de un tío en América. Pero que no hay que preocuparse. Y la tercera, y me callo persignándome, ¡quiere disponer de más museos! Vuelve a ofrecerse a la Junta para gestionar los futuros Museos de Bellas Artes y Arqueológico para ponerle «más interés, más sensibilidad, más cariño y más recursos si fuera necesario»… Más recursos, ¿les suena?