Menos mal. Salgo de debajo de la cama envalentonado. He mirado a derecha e izquierda antes, eso sí, para cerciorarme de que en un descuido de confianza no fueran a atropellarme. Ya erguido y sacudidos los pantalones, resoplo de vértigo, me atuso la sonrisa y me seco el sudor de tanta alegría asustadiza que he soportado durante esta funesta campaña de elecciones particulares, aunque sospecho que tantas emociones encontradas hayan podido causarme ya de por vida, traumas irreparables en la autoestima y el raciocinio. Un poco de incontinencia, al menos, casi seguro que sí. De hecho, no sé si es que aún sigo padeciendo alguna secuela por causa del pavor transcurrido pero, al mirarme al espejo hace un rato, me he visto cierta cara de nuevo imbécil que antes no reconocía. Como si me hubiese quedado a medias recogiendo el rictus tras el mal rato, malo, malo, que he pasado hablando provenzal en la intimidad.
Pues no era para tanto. Menos mal. Las elecciones catalanas no fueron tan fieras como las pintaban. Qué miedo he pasado. Es que soy muy aprensivo. Y con la boca chica digo que si esto se queda en nada, como parece que será si conseguimos que Rajoy se vuelva al redil de su pantalla de plasma y a no conceder entrevistas ni a responder preguntas inteligentes, recordaré estos días de ruptura de la patria, que viene el lobo, como los del efecto 2000 en los ordenadores explosivos del cambio de milenio o ese otro fin del mundo más reciente del calendario maya. O sea, con unas risas.
Menos mal. Al final esto va a ser como lo de Zapatero regalando Navarra. A ver si es que, como los fantasmas, los finales del mundo no existen -¿y no hemos ganado entonces ni el de fútbol?-, y yo venga a esconderme camaabajo, menospreciando mi gallardía. Bueno, aunque fantasmas, sí que hay alguno. Y preferiblemente que así sea. Mejor Rajoy en holograma, ya lo he dicho. Y del Mas independentista no he empezado a hablar. Ni falta que hacía. Se estaba difuminando sólo, con sus 62 diputados insuficientes. Con su 3% tatuado, un inspector de hacienda mirándole los lunares y un plebiscito perdido a cuestas. Disimulando un bailecito de estar tan a gustito como Ortega Cano, rodeado de socios anticapitalistas, republicanos, muy de izquierdas…¡Tierra apiádate de él y trágalo! Pero lo está resucitando un minisitro de justicia Catalá del PP, lo juguetona que es la vida, creando un héroe abanderado del independentismo de lo que iba camino de convertirse en un monigote del fracasado montaje secesionista suizo. Lo que faltaba sería que lo condenasen e inhabilitaran ahora… Con lo condenado e inhabilitado que estaba en paz, por sus propias decisiones mal medidas.
¿Menos mal? Saqué la patita cuando oí en la radio que los separatistas metían la suya. Pero examinando los resultados, se quedaron a una butifarra de hacernos una muy grande y artesana. Les ha faltado el empujoncito que no sé yo si el equipo de gobierno del ejecutivo español sigue dispuesto a darles con tan precaria sutileza como hasta ahora. Los del “Junts pel Si” se han puesto la venda de su arrogancia junto a un precipicio y ahí siguen, dando vueltas sobre sí mismos, a puntito solitos ellos de pasarse al “Jump pel Si”. Pero los que debían alejarse de tan peliagudo asunto se están colocando otra venda, la de la justicia ciega, o eso me parece a mí, y amenazan con saltar al mismo ruedo, sin necesidad, no sé para qué y me temo que ellos tampoco, de modo, quizá, que pretenden que me agarre a la butaca del miedo de nuevo. ¿Dos veces? ¿Con el mismo lobo? Y era yo el que me veía la cara de imbécil…