Creo que estoy de acuerdo con Ciudadanos en que hay que hacer recortes en las enrevesadísimas estructuras burocráticas de poder. Supongo que la dificultad en encontrar un puesto de trabajo digno tiene bastante que ver con esta situación, que asumimos como normal pero que, probablemente, nos calificará, con la perspectiva de los años, como especímenes raros en una etapa histórica muy defícil de catalogar y de muy dudoso cobro. Se nos ha ido de madre. Vivimos una era con dos Papas, dos Reyes y dos Reinas, y si me apuran, ahora, además, tras las elecciones municipales, con dos alcaldes en Málaga. Así, no me extraña que mi sobrina Alejandra espere que un segundo ratoncito Pérez pase y le deje otro euro bajo la almohada. Tanto insiste que acabaré dándole la razón condicionado por su mellada sonrisa. O eso, o esperar a que aparezca Cassá y le haga firmar un acuerdo de investidura con un traje de princesa, a cambio de tres reyes magos y un papá noel funcionarios, pero sin hadas madrinas, santos ni más cumpleaños.
Juan Cassá quería ser alcalde de Málaga. Dice que le dejemos soñar con que lo sea en 2019 y que se va a ganar a cada uno de los malagueños. Eso fueron dos noticias, con dos pies de foto, en dos días seguidos de la semana pasada. No pierde el tiempo y, a la de tres, se reunió con la Junta Directiva de la Federación de Peñas para colgarles medallas en los titulares de la prensa local y completar su tercera sonrisa amigable, asomado y saludando a los amigos desde todos los rincones de los periódicos de la ciudad. Y no sólo eso, el viernes se puso los pantalones cortos y los zapatos de andar por el campo y se generó otro espacio destacado con un fotomontaje oral en el que se explicaba a sí mismo cogidito de la mano de su socio De la Torre, camino de reivindicarse en Sevilla como adalid de la descentralización local, cediendo educadamente el turno de palabra a su compañero forzoso de fatigas, pero chivándole por lo bajini lo que tendría que decir, por si se le olvidara poner el acento en alguna mayúscula…
Don Juan genera más noticias que Don Francisco de la Torre. Más que el alcalde que él mismo designó a propuesta de su partido, y que el resto de candidatos que ya conforman la oposición, juntos. Tampoco tiene tanto mérito si los repasamos de forma individual: María Gámez ha vuelto a colocarse su uniforme de superwoman, o sea, la gabardina de la mujer invisible; Ysabel Torralbo se está bajando el sueldo y le ocupa mucho tiempo; y Eduardo Zorrilla debe de haberse quedado muy lejos de cualquier foco. Mientras, al de La Cala lo seguimos a donde vaya, con las pocas luces y taquígrafos que nos ha dejado la crisis tras él, para observarle asombrados, con sus miradas de archivo, cada vez más elegante y morenito y guapo de tanto recolocarse el gesto frente al espejo de los diarios de la mañana.
Este señor no es el alcalde de Málaga. Aún. Pero sí el alcaldito. El Mocito Feliz está pensando en dejar de seguir a la Preysler y Vargas Llosa y cuentan que ya ha preguntado dónde vive el político ciudadano… Ni primera fuerza, ni segunda, ni tercera: cuarta. Pero ni falta que le hace escalar más peldaños, por ahora. Con el escasito 10,37% del respaldo popular obtenido en las pasadas elecciones, puede hacer y deshacer gobiernos municipales a su antojo. Y Don Francisco, que es audaz por la experiencia -perro viejo no- está tensando la cuerda de los ocho directivos municipales irretroactivos y los cuatro exconcejales retroactivos, para ver si Cassá muerde o no. Porque ladrar, poquito. Menea la cola, eso sí. Pero yo no me fiaría. El de Ciudadanos, por ahora, le ha montado una “mesa de seguimiento” para asegurar que se cumpla el acuerdo de investidura. Lo que no sabe Don Francisco es que este es su primer montaje de dos. El segundo toque se llama montaje de cirio. Se le presume en las fotos de la prensa cuando mira de perfil.