Quedan tres días y Francisco de la Torre se muestra tranquilo y María Gámez ilusionada. No sé si alguno juega al despiste o es el tercero en discordia quien nos desorienta a todos a fuerza de abrazos. El señor Cassá debe de hacer yoga. Qué temple. Se está mostrando como el mejor anfitrión de una fiesta que ni es en su casa, ni él ha organizado, ni mucho menos ha pagado. Pero qué porte tiene. Se te acerca en el jardín, con ropa asiática de la de estar fresco en tardes tropicales, y al borde de la piscina te ofrece un espumoso amable y te pregunta por tus hijos con gran familiaridad. Algo así, y con música de suspense. ¿Será el bueno que muere al final por bueno? ¿O el malo que muere al final por malo? Nos falta ese primer plano para deducir si en su mirada, o en su sonrisa, o en el brillo de su diente de oro, se atisba ese resquicio que, por compasión del guionista, se le pueda escapar y nos permita sospechar cómo evolucionará el personaje. Aunque sea para equivocarnos, al paso que nos marque, controladamente.
Yo no me he encontrado aún con personas de carne y hueso que a una pregunta concreta contesten con un enigma o un acertijo interpretable, como hacía el maestro shaolin de David Carradine en Kung Fu o Nostradamus en sus cuartetas. Pero creía en su existencia. Ahora bien, los imaginaba viviendo en Teruel a punto de tomarse un bitter kas, o más lejos. Pero en la política malagueña, tan burda, tan urbanística, tan descascarillada, no me cabían esos aires pacientes, casi intelectuales. Aunque sólo fuese por la parte correspondiente de diplomacia que aparenta esta manera de no hacer las cosas. ¡Pues ha llegado! Juan Cassá no sólo se conchavó al alcalde con un llamada y a María Gámez con un abrazo, también a Elías Bendodo y a Francisco Conejo leyéndoles un horóscopo y un mensaje en una galleta. Los ha convencido a todos de que está convencido de casi todo. Está de acuerdo con el 90% del programa de Don Francisco y de Doña María. De los dos equidistantemente. Sin mover ficha ni comprometerse a nada. Ha sido muy agradable y me ha dejado que le firme su papelito, se les oye decir a todos los que se han reunido con él por las esquinas. Pero ¿a quién querrá más, a papá o a mamá?, eso sólo se lo preguntan los responsables de campaña del PP y el PSOE, que no deben de dar crédito a lo que ocurre y que solicitan, por piedad, más explicaciones de las reuniones mantenidas a los embelesados que ya han pasado por la piedra.
Pero hay un dato más sobre la mesa, para hacer conjeturas infundadas, de esas que no tienen valor pero dan tantísimo juego… María Gámez cuenta por 15 sus 9 concejales. ¿Cómo? Suma los dos de IU para la gente, de los que probablemente no haya duda. Como siempre. Y aquí hago un inciso para aplaudir lo acertadísimo del nombre, pues sus votos siempre son para la gente, si no en su concepto colectivo, sí en lo referente a que se desprende de ellos a la mínima. Un carguito, dos sillones y tres promesas, volverán a tener la culpa. Pero la candidata a alcaldesa por el PSOE añade también en esa cuenta sospechosa de excesivo entusiasmo a los 4 concejales obtenidos por Ahora Málaga en las pasadas elecciones. Tras el peloteo transparente de Conejo a Torralbo retransmitido en directo del otro día, sobre todo. Pero el voto de Málaga Ahora lo decidirán las bases mañana jueves, ¿entonces? María Gámez se ve alcaldesa derrochando optimismo. Eso no es malo. Como Don Francisco, por su seguridad en sí mismo. Eso tampoco. ¿Y el ciudadano Cassá? Cualquier cosa que no pase porque Cassá vote a Cassá, besándonos a todos en el mismo centímetro de la mejilla, no es que fuera ni bueno ni malo, es que sería una tremenda… ¡sorpresa!